— ¡Suéltame, me lastimas! —gritó Zaira mientras Marck la arrastraba hacia la casa que alguna vez fue de su familia.
— ¡Ibas a foll*rtelo! —rugió con rabia descontrolada, su voz temblando de celos—. ¡Estabas a punto de acostarte con ese imbécil cuando eres mi esposa! — Su agarre en el brazo de Zaira se hizo más fuerte.
— ¿Por qué no me dejas en paz? —gritó, sus palabras cargadas de rabia y dolor—. ¡Quiero el divorcio! Ya te vengaste de mi padre por todo el daño que le hizo a tu familia. Te quedaste con todos sus bienes, lo conseguiste todo... ¡Ahora déjame en paz! No entiendes que te odio por todo lo que nos hiciste. ¡Te detesto! —Las lágrimas brotaban de sus ojos mientras su pecho se llenaba de impotencia.
Las palabras de Zaira hirieron a Marck. Su miedo más profundo se hacía realidad: ella quería dejarlo, y eso lo aterraba. Con manos temblorosas, la atrajo bruscamente y la besó con desesperación.
— Aunque me odies —murmuró, con una voz rota y peligrosa—, siempre serás mía.
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Capitulo 14: ¿Novio? 1
ZAIRA
Un mes ha pasado desde que me fui de casa, y la verdad, me siento más feliz de lo que jamás pensé que sería posible. Tomar la decisión de dejar todo atrás fue difícil, pero ahora estoy convencida de que fue la mejor decisión que pude haber tomado. Vivir con Valentina ha sido genial. Nos llevamos muy bien tanto en casa como en la universidad, y en el trabajo nos apoyamos mutuamente. Compartir mi vida diaria con ella ha hecho que todo sea más llevadero.
Mis hermanos, aunque sobreprotectores como siempre, siguen en contacto conmigo. Me llaman, me envían mensajes para asegurarse de que estoy bien. A veces, es un poco agobiante, pero sé que lo hacen porque se preocupan por mí, y eso lo aprecio. Con papá, sin embargo, no he tenido noticias desde que me fui. Sé que las cosas en la empresa no han ido tan bien, pero no sé más detalles.
Con mamá, las cosas van bien. Nos vemos bastante seguido, más de lo que esperaba. A veces salimos a comer, o a tomar un café. Hoy, de hecho, nos vamos a encontrar antes de que me vaya al trabajo. Me emociona pasar tiempo con ella.
Sin embargo, no todo ha sido tan sencillo. El hombre con el que me choqué hace semanas, cuando salía de la universidad, sigue apareciendo de manera persistente en mi vida. No puedo decir que no sea atractivo, lo es, y al principio me llamó la atención como cualquier mujer notaría a un hombre guapo. Pero no quiero nada con él, ni con nadie en este momento.
— Me alegra que el profesor no haya venido hoy — dijo Valentina mientras guardaba sus cuadernos en la mochila. — Así me puedo ir temprano a la casa de mi abuela
—Sí, es una suerte, pero hoy me toca irme y regresarme sola del trabajo. — hice un puchero
—Te vas a ir sola pero... —dijo con esa sonrisa traviesa que me hacía levantar sospechas—. Alguien va a recogerte.
—¿Quién? —le pregunté, medio expectante, medio temerosa.
—Cristian.
De inmediato rodé los ojos y solté un suspiro profundo, sintiendo el peso de esa situación sobre mis hombros.
—Ay, no... ¿Por qué él? Sabes que tiene sentimientos por mí, Valentina. Desde que se confesó, estar con él se ha vuelto tan incómodo. El ambiente es tenso cada vez que estamos juntos —le dije, frustrada.
Valentina se encogió de hombros, sin inmutarse.
—No me importa. No voy a permitir que andes por ahí sola, tarde en la noche. Necesitas a un hombre que te cuide, y así yo estaré más tranquila.
Sabía que ella lo decía por mi bien, pero eso no hacía que la situación fuera más fácil de manejar. Cristian era un buen amigo, y no quería lastimarlo. Pero estar con él después de que me dijo lo que sentía... simplemente no era lo mismo.
—Bueno, ya no se puede hacer nada —dije, resignada—. Quiero mucho a Cristian, es un buen amigo, pero estar con él así es demasiado incómodo.
Valentina dejó de recoger sus cosas y me miró con seriedad.
—Zaira, de una vez por todas deberías dejarle las cosas claras. Tienes que decirle que no sientes lo mismo por él y que probablemente nunca lo harás. Es mejor que lo sepa ahora antes de que se haga más ilusiones.
Sabía que tenía razón. Llevaba meses postergando esa conversación porque no quería herirlo, pero cuanto más lo evitaba, peor se hacía la situación.
—Lo sé... pero me duele mucho la idea de lastimarlo.
—Entiendo que te duela —dijo Valentina con tono comprensivo—, pero cuanto más lo dejes pasar, más doloroso será para él. Tienes que ser sincera ahora, antes de que todo se complique más.
Asentí lentamente, sintiendo el peso de sus palabras sobre mí.
—Sí, tienes razón —murmuré—. Lo voy a hacer.
Valentina sonrió, como siempre lo hacía cuando tenía la razón.
—Vamos a casa entonces. Ya que salimos temprano, deberías llamar a tu mamá para ver si pueden atrasar un poco la cita.
—Eso estaba pensando —le respondí mientras ambas salíamos del salón.
Salimos del salón hasta llegar a la entrada de la universidad, el aire frio me golpeó en la cara cuando dejamos el edificio.
Empezamos a caminar hacia casa sin prisas, hablando de cosas triviales para distraerme de la conversación que sabía que tendría que tener con Cristian más tarde. Al llegar a la casa, saqué mi teléfono y llamé a mi mamá.
—Hola, mamá, ¿crees que podamos atrasar un poco nuestro encuentro? Salí temprano de la universidad.
—Claro, hija. No hay problema. Te espero en la cafetería de siempre.
Después de colgar, Valentina y yo nos arreglamos. Ella salió primero, rumbo a la casa de su abuela , ya que su madre y su hermano estarán hay, mientras yo me quedé unos 15 minutos más. Finalmente, salí de la casa y comencé a caminar hacia la cafetería. El aire fresco de la tarde me ayudaba a despejar un poco la mente.
Al llegar a la cafetería, la familiaridad del lugar me reconfortó un poco. Entré y busqué con la mirada a mi madre. Allí estaba, sentada al lado de una ventana, mirando distraída hacia afuera. Me acerqué a ella con una sonrisa en el rostro.
—Hola, mamá —dije suavemente.
—Hola, hija —respondió, levantándose de su asiento para darme un abrazo fuerte, de esos que siempre me hacían sentir que, a pesar de todo, todo estaría bien.
Nos sentamos frente a frente, y pude ver en su rostro una mezcla de cansancio y alivio. A veces me preguntaba cuánto tiempo había pasado desde que la vi realmente feliz.
—¿Cómo has estado? —pregunté mientras me acomodaba en la silla.
—Bien, cariño. ¿Y tú? ¿Cómo va la universidad? —dijo con una sonrisa que no alcanzaba del todo sus ojos.
—Va bien, mamá. Un poco estresante, pero nada fuera de lo común. ¿Y papá? ¿Cómo está?
Mi pregunta provocó una ligera mueca en su rostro, pero enseguida recuperó su compostura.
—Está bien... bueno, con sus problemas, pero bien —respondió, aunque su tono dejó entrever que las cosas no estaban tan bien como intentaba hacerme creer.
—¿Problemas en la empresa? —pregunté, intentando sonar casual, pero sabiendo que algo más profundo estaba ocurriendo.
—Sí, hija. Hay una caída en las ventas. El público ha estado cambiando y, últimamente, se ha vuelto más difícil mantener la posición en el mercado.
—¿Tiene que ver con la empresa extranjera? Textil Bonelli, creo que muchos de mis compañeros de la universidad están usando su ropa. Parece que cada vez que sacan una nueva colección, es un éxito entre los jóvenes.
—Sí, exactamente. Tu papá está muy estresado por eso. Textil Bonelli está quitándonos mucho terreno en el mercado, y tu padre se siente presionado para encontrar una solución.
Sentí una punzada de preocupación por mi padre, pero sabía que él era un hombre orgulloso y que rara vez admitía necesitar ayuda. Aun así, intenté reconfortarla.
—Entiendo. Espero que las cosas mejoren pronto, mamá.
Ella se quedó en silencio, mirando su taza de café con una expresión distante.
—Sí... —respondió, pero algo en su tono era dudoso, lo cual me dejó algo confundida, aunque decidí no insistir en ese momento.
Intentando cambiar de tema, le pregunté.
—¿Y cómo te va en la organización?
Mi madre estaba muy involucrada en una organización local dedicada a rescatar y rehabilitar animales maltratados, algo que le empezó apasionar desde hace unos meses atrás.
—La organización va bien. Hemos rescatado varios animales esta semana, y estamos trabajando en conseguir más fondos para mejorar las instalaciones. Es algo que me mantiene ocupada y, de alguna manera, me da paz.
—Me alegra, mamá. Sé que eso te distrae y te hace bien. Siempre te he visto apagada, como si algo te estuviera consumiendo por dentro. Incluso desde que tengo memoria, siempre has estado triste de alguna forma —dije con sinceridad, bajando la voz al final. Sabía que este tema era delicado, pero necesitaba saber la verdad—. ¿Por qué no me cuentas? Sabes que no te voy a juzgar, sea lo que sea.
Mi madre bajó la mirada, evitando el contacto visual, y por un momento pensé que no me respondería. El silencio se volvió pesado entre nosotras.
—Lo sé, hija... pero no puedo decírtelo —dijo, con una tristeza en la voz que hizo que me doliera el corazón—. Solo te puedo decir que, tarde o temprano, todo saldrá a la luz. Y cuando eso pase, te darás cuenta de que la persona a la que has visto como un héroe, como una inspiración... no es lo que parece.
Me quedé en silencio, asimilando lo que acababa de decir. ¿A quién se refería? ¿A papá? ¿A alguien más? Su tono era tan enigmático que me dejó más confundida que antes, y un nudo se formó en mi estómago.
—¿Qué quieres decir con eso?
Le pregunté, pero ella no respondió. Solo me miró con ojos tristes, como si supiera que el peso de lo que aún no me había dicho caería sobre mí más pronto que tarde.