Vidas Cruzadas

Dalia

No había querido admitir que la prueba casera había dado positivo. Con dos rayitas en mano, había decidido mantenerlo en secreto, al menos hasta después de la semifinal. Ander estaba enfocado en lo que podría ser el momento decisivo de su carrera, y no quería añadir más presión. Cuando llegó la final y los ataques de su familia casi destrozaron nuestra paz, sentí un odio indescriptible, una furia que quemaba mi interior. No solo me habían herido a mí, sino también a nuestro bebé.

Pero aún no estaba lista para decirle a Ander que íbamos a ser padres. Él tenía un futuro brillante por delante, uno que lo llevaría a las eliminatorias del mundial y mucho más allá. ¿Cómo podría decirle que una nueva vida se estaba gestando en medio de todo esto? El miedo me paralizaba, pero la rabia contra su familia me hizo romper mi silencio.

—Estoy embarazada.

El silencio en la mesa se hizo tan espeso que podía cortarse con un cuchillo. Sentí las miradas de todos, especialmente la de Ander, quien parecía buscar respuestas en los ojos de mi madre y de Olivia. Ellas lo sabían, claro que lo sabían. Habían sospechado desde el principio, y ahora estaban ahí, compartiendo mi secreto con la misma intensidad que yo lo había guardado.

El restaurante entero pareció detenerse. Sentí cómo las miradas curiosas se clavaban en nosotros desde las otras mesas, mientras los rostros de la familia de Ander se tornaban pálidos, como si acabaran de recibir la peor noticia posible. Pero, al mirar a Ander, todo cambió.

—¡Dios me escuchó! —Ander me abrazó con tanta fuerza que sentí como si nuestras almas se entrelazaran en ese mismo instante—. Tenía que amarrarte de alguna forma, y la mejor era embarazarte.

Lo miré incrédula, incapaz de procesar lo que acababa de decir. ¿Cómo podía estar tan tranquilo, tan seguro?

—Estás loco —murmuré, aún tratando de entender.

—No, soy estratégico, porque nadie me va a quitar a mi mujer.

Y antes de que pudiera reaccionar, lo vi arrodillarse frente a mí. De su bolsillo sacó una pequeña caja de terciopelo. Mi corazón se detuvo un segundo, y cuando miré a mi madre y a Olivia, vi las sonrisas que delataban que ellas también sabían lo que estaba por venir. Eran cómplices en esta locura.

—¿Me podrías permitir pasar mi vida junto a ti? —Ander me miraba con una mezcla de amor y determinación—. ¿Compartir cada cosa que hagamos?

Las lágrimas se acumularon en mis ojos. La vida nos había arrojado tantos desafíos, pero en ese momento, todo lo que sentía era un amor tan puro y profundo que no podía negarlo.

—¡Sí! —respondí, con el corazón desbordando de emoción.

El restaurante explotó en aplausos y festejos. Nos abrazamos, nos besamos, y en ese instante supe que, a pesar de todo, estábamos listos para enfrentar el mundo juntos. Vi de reojo los rostros descompuestos de su familia, pero por primera vez, no me importó. En ese momento, nada podía empañar la felicidad de saber que estábamos formando una familia, una que comenzaba con un amor que, pese a todo, se mantenía firme.

El restaurante entero se unió a nuestra celebración. Las felicitaciones llegaban desde todas las mesas, y aunque las caras de la familia de Ander estaban lejos de ser alegres, eso ya no importaba. Lo único que sentía era una profunda felicidad, una conexión inquebrantable con él, con nuestro bebé, y con el futuro que íbamos a construir juntos.

—Esto merece un brindis —dijo mi mamá, levantando su copa con una sonrisa de orgullo. Olivia la siguió, con una chispa traviesa en los ojos.

—¡Por la pareja del año! —exclamó Olivia, haciendo que todos los que nos rodeaban levantaran sus copas también.

Chocamos nuestras copas con risas y abrazos. Ander y yo compartimos una mirada llena de promesas, sabiendo que este era solo el comienzo. Después de todo lo que habíamos pasado, estábamos más unidos que nunca.

Terminamos la cena con más risas y conversaciones relajadas, disfrutando del momento como si nada más importara. Mi mamá y Olivia se convirtieron en el centro de la conversación, compartiendo historias divertidas de mi infancia que hicieron que Ander se riera como nunca antes. Era un momento perfecto, uno que recordaría por siempre.

Al final de la noche, llevamos a mi mamá y a Olivia a casa. Durante el trayecto, no dejaron de comentar lo hermoso que había sido todo y lo emocionadas que estaban por lo que estaba por venir.

—Cuídate mucho, hija —me dijo mi mamá mientras me daba un fuerte abrazo en la puerta de su casa—. Estoy tan orgullosa de ti.

—Gracias, mamá —susurré, sintiendo cómo la emoción volvía a subir en mi pecho—. Te amo.

Olivia me dio un beso rápido en la mejilla antes de soltar una última broma a Ander.

—¡Cuñado, no te olvides de que en diciembre quiero ese celular!

—Lo tendré en cuenta, Olí —respondió Ander con una sonrisa mientras ella reía y entraba corriendo a la casa.

Cuando finalmente nos despedimos, Ander y yo volvimos al auto y tomamos el camino hacia su apartamento. El silencio entre nosotros era cómodo, lleno de una paz que solo sentía cuando estábamos juntos.

—Hoy fue perfecto —dije, rompiendo el silencio mientras miraba por la ventana—. No podría haber imaginado un mejor final para todo esto.

—No es el final, es solo el comienzo, Cachetes —Ander tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos mientras mantenía la vista en la carretera—. Ahora empieza lo mejor.

Al llegar al apartamento, subimos en silencio, pero con una sensación de anticipación en el aire.

—¿Sabes qué me puedes tocar aunque esté embarazada? ¿Cierto? —Le digo, apenas cruzamos la puerta, Ander me mira, me mira con esos ojos llenos de deseo.

—Claro que sí —Me agarra desde el cuell*o para darme un beso profundo\, siento como mis piernas quieren ceder\, por fin podía sentir que íbamos a llegar más lejos —¿Estás tan necesitad*a?

—¿De ti? Siempre —Se ríe en mis labios, para besarme más profundo, mientras yo pongo mis manos alrededor de su cuello, él aprovecha para bajar sus manos e ir directamente a mi traser*o, el lugar favorito de él.

Había llevado un vestido bastante pegado a mi cuerpo, aunque no era la más delgada, ver como ahora mi ahora prometido estaba loco por alzar el vestido y los ojos que me había dedicado al verme, no era para verme menos motivada.

—Dios mío\, lo siento —Suelto un gritito cuando me pone contr*a la pared\, me alza el vestido y me baja rápido la ropa interi*or para sacar su miembr*o y no esperar para entrar en mí. El gemid*o termina en suspiro\, de parte de ambos.

No para de penetrarm*e hasta que mi mente no se puede concentrar en nada más que en eso\, no puedo parar de gem*ir\, definitivamente a Ander le gustaba a hacerl*o donde más le pareciera\, así fuera en la entrada de la puerta.

—Vamos a la cama —Le digo cuando siento que mis piernas no pueden más, el futbolista asiente, segundo round.