Emma, una chica carismática con una voz de ensueño que quiere ser la mejor terapeuta para niños con discapacidad tiene una gran particularidad, es sorda.
Michael un sexi profesor de psicología e ingeniero físico es el encargado de una nueva tecnología que ayudara a un amigo de toda la vida. poder adaptar su estudio de grabación para su hija sorda que termina siendo su alumna universitaria.
La atracción surge de manera inmediata y estas dos personas no podrán hacer nada contra ella.
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capitulo 1
Emma:
Despierto por el sistema de vibración instalado en mi cama. Es una novedad para algunos, pero no para mí.
Mi familia está compuesta por mi padre y mi hermano mayor. Mi madre murió cuando tenía cinco años y desde entonces somos los tres mosqueteros.
Mi padre fue un importante músico en sus tiempos y mi madre una buena cantante. Cuando la cosa se volvió romántica entre ellos, decidieron abrir una discográfica y desde entonces volcaron todos sus conocimientos para la música de otros.
Mi hermano es hábil con cualquier instrumento que desee tocar. Desde una armónica hasta una batería. Cualquier cosa él puede usarla, mientras que yo solo me quedaba viendo todo a mi alrededor sin comprender que sucedía.
Cuando era pequeña llegaba del colegio y corría hacia la sala de grabación donde mi padre siempre se encontraba haciendo su magia.
Me gustaba sentarme en su falda y ver como los artistas hacían su trabajo, me gustaba ver cómo se expresaban y era de esa forma que yo sabía de qué iba la nueva canción.
Muchas veces no veo nada más que labios moviéndose y miraba a mi padre para tratar de encontrar en su mirada algo que me indique que lo que hacia la otra persona del otro lado era bueno o no. Por lo general mi propia opinión coincidía con la de mi padre.
Muchas personas pasaron por nuestra sala de grabación y siempre era algo diferente, pero eso no dejaba que me sintiera cada vez más interesada.
Yo quería estar ahí.
Yo quería interpretar las letras, hacer llorar, reír, maldecir o recordar con tan solo el toque de mi voz.
El problema más grande se presentó cuando mi voz no era precisamente lo que escuchaba, no sabía hablar más allá de las señas y por supuesto no podía cantar.
Buscando que mi sueño no sonara como un imposible me propuse a mí misma aprender a hablar como una persona que oye y habla normal.
¿Como lo hice? Gracias a mi amiga del colegio que creía, al igual que yo, que no había un imposible.
Ella con su paciencia se encargaba de enseñarme a hablar como toda una profesional.
Nunca voy a olvidar el día que llegué de la escuela y como todos los días corrí al estudio de mi padre, me subí a su falda y le dije a mi padre “Te quiero”. Por un momento mi padre no se enteró de lo que paso, hasta que mi hermano se acercó a mi lado y con claras señas me pregunta que había dicho y volví a repetirlo.
Mi padre se volvió loco, no podía creer que su hija sorda hablara con normalidad, con un acento claro y sin desafinar.
Obviamente me llevó al médico para corroborar que por obra de arte no había recuperado eso que perdí el día que nací, la audición.
Grande fue su disgusto cuando el médico le confirmó que era tan sorda como siempre. Entonces mi padre no se quedó con eso y llegando nuevamente a la casa me interrogó. No podía creer que mi pronunciación había mejorado, que hasta gestos hacia al hablar como si realmente oyera.
Lo que no sabe mi padre que uno puede leer el comportamiento del cuerpo y así poder responder en efecto. Como sorda que soy eso es lo que hago. Siempre estoy leyendo el comportamiento corporal por eso no se me dificulta hace gestos o interpretar otros.
Con respecto a la pronunciación no me quedó otro remedio que decirle que Zoe, mi amiga, me había ayudado con eso.
Tan sorprendido como cualquiera que me haya oído pronunciar una palabra, la gran pregunta hizo su asomo.
¿Por qué? ¿Porque quería hablar como una persona normal?
—Quiero cantar —fue mi simple respuesta.
Tanto mi hermano como mi padre me miraron como si me hubiera vuelto loca, como si además de mi sordera ahora padecía de alguna demencia, pero eso no impidió que mi sueño se haga realidad.
Mi padre era amante de los retos, los desafíos y yo era su nuevo entretenimiento. No había un imposible para el tampoco, por lo que pronto se encontró buscando un maestro de canto que esté dispuesto a enfrentar el desafío que suponía que era yo.
No fue fácil, todos creían que estaba loco. ¿Como lograría que una niña sorda pudiera cantar?
Mi padre no se dejó influenciar por tantas negativas y así siguió buscando hasta que cuando ya se estaba por dar por vencido dió con la persona indicada.
Emilia, era una profesora de señas que casualmente también enseñaba canto, por lo que mi nueva profesora no necesitaba intérprete.
Con el primer desafío cubierto ahora venía lo difícil, lograr que cante.
No me importaba si mi voz sonaba mal, mi idea no era convertirme en una profesional, sólo quería cantar.
Lo primero que me enseñó Emilia fue a respirar. Los ejercicios que hacíamos me arrancaban sonoras carcajadas que no sabía controlar, por lo que mi padre me tubo que instalar en una sala insonorizada para cada sesión de canto.
Con el tiempo mi voz fue surgiendo y por la cara de mi padre como la de mi profesora, al parecer no sonaba mal.
—Cantas hermoso —dijo mi padre.
Lástima que no pudiera escucharme.
Eso no impidió que mi padre ideara una nueva opción para que pueda escuchar la música.
Con las vibraciones yo sabía que era lo que tenía que hacer, eso sí, me costó aprender eso.
El estudio de grabación, pronto se convirtió en un conservatorio. Unas de las habitaciones fueron reacondicionadas para que yo pueda hacer lo que más quería, que era cantar.
Tanto el piso como todo el cuarto vibraba. Toda una obra de ingeniería que me permitía poder interpretar la música.
Sentir el vibrar de los instrumentos a través del suelo me llevaba a estar descalza la mayor parte del tiempo, por eso el cuarto lo llamábamos oriente. Me encantaba sentir en mis pies la suavidad de la madera lustrada ni bien ponía un pie en la sala, cerrar los ojos y suspirar por la felicidad que me creaba saber que mi sueño se hacía realidad.
Poder cantar como una persona normal. Eso era todo, no había nada más, sólo las vibraciones y mi canto sordo.