Para Maximiliano Santos la idea de tener una madrastra después de tantos años era absurdo , el dolor por la perdida de su madre seguía en su pecho como el primer día , aquella idea que tenía su padre de casarse otra vez marcaría algo de distancia entre ellos , el estaba convencido de que la mujer que se convertiría en la nueva señora Santos era una cazafortunas sinvergüenza por ello se había planteado hacer lo posible para sacarla de sus vidas en cuánto la mujer llegará a la vida de su padre como su señora .
Pero todo cambio cuando la vio por primera vez , unos enormes ojos color miel con una mirada tan profunda hizo despertar en el una pasión que no había sentido antes , desde ese momento una lucha de atracción , tentación , deseo , desconfianza y orgullo crecía dentro de el .
Para la dulce chica el tener que casarse con alguien que no conocía representaba un gran reto pero en su interior prefería eso a pasar otra vez por el maltrato que recibió por parte de su padre alcohólico.
NovelToon tiene autorización de Dane Benitez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 24
Día uno del acuerdo
No todas las historias con final feliz se forman a raíz de buenas decisiones.
Eda
Parezco una tonta al no dejar de sonreír como una niña desde que abrí los ojos hace más de una hora. Sin poder evitarlo más, salgo de la cama y me encamino al balcón. El sol aún no ha salido, y la brisa es gélida. Incluso la naturaleza todavía está dormida.
Poso mis manos en las barandas y echo todo mi cuerpo hacia atrás, dejando que la brisa mañanera me envuelva. Soy consciente de que lo que me ha propuesto Max es una absoluta locura, pero no puedo negar que la idea me atrae.
No sé qué pasará mañana, no sé qué sucederá después del mes... Bueno, él sí parece saberlo. Pero no me importa.
Durante la noche he pensado en eso meticulosamente, y no puedo negarme que darle rienda suelta o ponerle fin a esto es lo más sensato que hay.
.....
Termino de recogerme el cabello y salgo de la habitación. Para mi sorpresa, en la mesa ya está el hombre que creo será causante de mi ruina, pero sin duda alguna, el mismo que se ha convertido genuinamente en mi salvador.
No veo a Joseph por ningún lado.
—Buenos días, señora Eda —me saluda la mujer que está sirviendo la mesa, y le contesto con el mismo cariño que ella.
Termina de servir el desayuno y sale de la cocina. Los ojos de Max no tardan en caer sobre mí.
—Buenos días —le saludo mientras me siento en mi sitio.
—Igualmente para ti, Eda —responde con mucha naturalidad, pero soy capaz de percibir ese tono de sorna en él.
El día parece comenzar con buen pie; aunque comemos en silencio, no es incómodo como lo era normalmente.
—¿Dónde está Joseph? —le pregunto al hombre que no dice nada, pero que no deja de mirarme.
—Fue al pueblo, no regresará hasta mañana —suelta. Algo dentro de mí se parece a emocionarse, y me reprendo por eso.
—¿Irás a la feria?
—No, no me gusta perder el tiempo en tonterías —espeta.
Me limito solo a asentir, y en los minutos siguientes, aunque quiera, no puedo dejar de mirarle. Su expresión seria, tan característica; su cabello, sin una gota de fijador; su tez bronceada; la tinta negra que le cubre la piel de los brazos y del cuello queda a la vista. Trago grueso cuando recuerdo el sudor corriendo por su cuerpo cuando estaba sobre mí...
Claudia vuelve a entrar, y el ruido que hace al poner un vaso sobre la mesa me hace espabilar y concentrarme en la comida. La mujer vuelve a salir, y poco después ambos terminamos al mismo tiempo de comer.
Me apresuro a ponerme de pie cuando sus ojos recaen sobre mí. Recojo mi plato y lo llevo al fregadero, sintiendo que él se levanta y, un segundo después, su cercanía detrás de mí.
Abro el grifo y el agua comienza a caer, meto mis manos en ella y su temperatura contrarresta con el calor que me ha embriagado ahora.
—Si no puedes dejar de verme, te regalaré una foto —dice, acercándose a mi cuello, lo que hace que todos mis vellos se ericen—. O mejor aún, mandaré a pintarme y podrás ponerlo en la habitación donde te devoraré esta noche, como jamás te has imaginado.
Cierro mis ojos y dejo que mis pulmones se llenen con el aroma tan varonil que emana de él.
—¿Es parte del trato? —pregunto con un hilo de voz.
—No —suelta—. Es algo que igual haría aunque no hubieses aceptado el trato —asegura sin pudor alguno.
Me quedo en silencio, y para cuando por fin voy a articular palabra, siento que se aleja de mí. La temperatura en la cocina pareció haber subido muchos grados y el aire haber tomado espesor...
○○○○○○
El sol se alzaba con avidez sobre las tierras Santos. La obra estaba en marcha; Max estaba allí, trabajando codo a codo con sus trabajadores, mientras que Emma se dirigía a la casa principal. Ella estaba dispuesta a encontrar dentro de aquella casa a un aliado que le proporcionara información más clara e íntima sobre Max.
—¿Puedo ayudarla en algo, señorita? —preguntó Mila, una de las empleadas de la limpieza, con una sonrisa amable.
—¿Trabajas dentro de la casa? —preguntó Emma, y la joven asintió con la cabeza.
—Sí, me encargo de la limpieza —respondió esta, con un tono de voz respetuoso.
—¿Me podrías traer un café? —preguntó Emma, dejando entrever un atisbo de malicia en su voz.
—Sí, señorita. ¿Lo tomará en el porche o irá adentro? —inquirió Mila, con una expresión de curiosidad.
—No, lo tomaré en el jardín —respondió Emma, con una sonrisa que ocultaba sus verdaderas intenciones.
La mujer asintió y se dirigió a la casa. Emma se apresuró a irse al jardín trasero, donde había una mesa con bancos y una sombrilla en medio del patio, y donde la piscina estaba a poca distancia, brillando bajo los rayos del sol.
La mujer que esperaba allí sentada no era para nada amante del campo; sin embargo, era consciente de todo lo que valían aquellas tierras, pero sobre todo de la fortuna inmensa con la que contaba aquella familia.
Por eso, descubrir cuál era la supuesta mujer que le había insinuado Joseph, tenia Max era lo único que deseaba. Así se aseguraría de quitarla del medio e intentar colarse en la vida de Max de una manera que este no la fuera a sacar. Mientras observaba a la mujer que se acercaba con la taza de café en las manos, en su cabeza se armaba un macabro plan para poder entrar a esa familia.
—Gracias —soltó cuando la empleada dejó la taza frente a ella—, pero ahora quiero otra cosa de ti.
La mujer la vio con curiosidad.
—Estoy a sus órdenes, señora.
Emma se llevó la taza a los labios y bebió un sorbo de café.
—¿Quieres ganarte una buena suma de dinero? —preguntó sin más, y la mujer abrió los ojos como platos.
—¿Qué tengo que hacer? —preguntó. Para suerte de Emma, se había encontrado con alguien a quien la codicia la consumía.
—Te convertirás en mis ojos y mis oídos dentro de la casa —soltó sin disimular nada de lo que quería—. Te darás cuenta de cada maldito detalle que te haga ver con Maximiliano, ¿entendiste?
—Creo que sí, señorita.
—Ahora bien, respóndeme una cosa. ¿Has visto a alguna mujer rondando a Max desde que ha regresado?
La chica negó con la cabeza.
—La única mujer que hay en casa es la señora Eda, quien ha regresado de la luna de miel hace poco —le informó, mientras la otra seguía tomando el café.
—¿Estás segura? —preguntó Emma, sintiendo que la tensión aumentaba.
—Sí, bueno —comenzó a dudar—. Aunque, según he escuchado, el señor Maximiliano tuvo una aventura con Cyntia.
Emma se enderezó en el sitio; en aquellas circunstancias no podía permitirse descartar nada ni a nadie.
—¿Quién es esa?
—Trabaja aquí en el rancho, vive al igual que los demás empleados en una de las casas de la urbanización. ¿Quieres que le diga cuál es el número de su vivienda? —preguntó la joven, y la otra, sin dudarlo, asintió.
—Podrá encontrarla en la casa número 9 de la urbanización —aseguró esta.
Emma le agradeció, entregándole un cheque que hizo a la otra mujer casi ponerse a sus pies.
—Quitaré de mi camino a todas las estúpidas que crean que tienen oportunidad contigo —se dijo a sí misma.
Max
El sudor me corre por la frente. Intento darme prisa, ya que lo único que deseo es ir a meterme bajo la regadera de agua fría.
Termino junto a los obreros de alzar las últimas vigas de la entrada de la planta, y cada vez falta menos trabajo.
El móvil me suena en el bolsillo de los vaqueros. Lo ignoro, pero este vuelve a sonar.
Es mi padre. Sin muchas ganas, contesto la llamada, alejándome del ruido que hacen las maquinarias de batir concreto.
—¿Qué ocurre? —pregunto, con un tono de impaciencia.
—Hola, hijo, ¿cómo estás? Yo estoy bien, por si te interesa saberlo —sueltan con sorna, y pongo los ojos en blanco.
—¿Me dirás lo que necesitas? —suelto, no estoy de humor para idioteces.
—¿Cómo está todo por allá? —me pregunta—. He intentado comunicarme con Joseph y no me coge la llamada.
—Se encuentra en el pueblo, volverá mañana.
—De acuerdo, ¿y ella, cómo está? —pregunta, haciendo que mis músculos se tensen en el sitio.
Mi cabeza se inunda con la imagen de Eda.
—Max...
—Supongo que bien, padre —respondo sin más.
—Hijo, por favor...
—Tengo trabajo que hacer —lo corto.
—Max, te encargo a Eda. Mi viaje durará más de lo previsto, y si no, tendré que...
—Haré lo mejor que pueda. No te garantizo nada —sé que es muy hipócrita de mi parte, dadas las circunstancias, pero no me interesa. Lo único que es de mi importancia ahora mismo es la portadora de esos ojos color miel que se han convertido en mi perdición.
—No sabes la tranquilidad que me da saber que ya comienzas a entrar en razón, Max.
—Como digas. Ahora, si era todo, adiós, tengo cosas que hacer.
—Ya hablaré pronto, hijo. Te quiero.
Sin más, corto la llamada. Me seco la frente con el pañuelo que llevo atado a la muñeca y me encamino a la casa.
El olor a comida está impregnado en cada maldito lugar, pero antes de ir al comedor, tengo que darme una ducha de agua fría que me relaje los músculos tensos.
Entro a mi habitación y voy directo a la ducha. No sé cuánto tiempo pasa desde que entro y salgo del agua.
Tomo una de las toallas y comienzo a escurrirme el cabello después de envolverme la cintura en otra.
—¡¿Qué diablos haces aquí?! —gruño al ver a Cyntia desnuda en mi cama.
—No te enojes, Max —dice sin más, mientras comienza a pasar sus dedos por el borde de sus senos—. Me has tenido muy abandonada, y al verte trabajar hoy he fantaseado con coger contigo —suelta sin pudor alguno.
Digamos que no estas tan lejos de la realidad😁, Sin embargo te invito a seguir muy pendiente👀 para saber cual será ese detonante.