ANGEL + DEMON

Antes del Pacto de Paz entre ángeles y demonios, siempre que Luna era mandada al Inframundo para exterminar a los demonios enemigos se sentía observada, incómoda, tensa y en constante peligro...

No obstante, la frecuente convivencia que estaba teniendo con los demonios iban bajando esta perspectiva negativa. Pero a pesar de disfrutarlo, Luna se sentía más confundida que nunca.

El pacto entre ángeles y demonios estaba firmado en un pergamino. Sin embargo, seguía sin ser seguro. Dios no confiaba en la Diablesa, ella tampoco se fiaba de él, y si ambos jefes no daban ese primer paso de confianza menos lo harían sus seguidores.

Después de la reunión en el Inframundo Luna le informó a su señor todo lo que ocurrió, incluyendo el sospechoso comportamiento que tuvieron los demonios cuando se cruzó con las ninfas y la mujer de rizos plateados. Luxem aceptó esta información de buena manera, y como consecuente le dio un trabajo importantísimo a Luna, ese debía ser su secreto u no revelárselo a absolutamente nadie.

Cuando el Dios le explicó su misión, Luna pudo entenderlo todo al fin.

...🤍...

—¡Stella! —La voz de una mujer mayor se escuchó al salir de la pequeña casa. —¿Terminaste de lavar la ropa?

—¡Ya casi termino, madre! —Contestó una jovencita mientras exprimía la última prenda.

En la tierra de los mortales el trabajo duro era habitual, la fórmula era: los pobres trabajando para mantener a los ricos. Sobre todo en tiempos de guerra, la situación era más crítica. Los hombres eran los que salían a trabajar mientras que las mujeres se encargaban de mantener el hogar.

Mujer, un rango que se le daba a las féminas con apenas tener su primer sangrado tuviese la edad que tuviese. Un día eras una niña de 10 años que le encantaba jugar y ver la vida de colores, y al otro debías ser una mujer preparada para atender a un marido. Eso fue lo que pasó con la pobre Stella, una niña de cabellos rubios y ojos verdes a la que querían madurar de la noche a la mañana.

Cuando Stella terminó de lavar la ropa su madre la apresuró a comprar pan para el almuerzo, su padre llegaría pronto de trabajar y la cena debía estar lista. Las casas en la Ciudad de Phoebe eran de piedra con puertas de madera. Las estrechas calles empedradas están llenas de tiendas de artesanías, alimentos y lugares de culto religioso al Dios de la Luz.

Pero nadie veía que alrededor de la ciudad se extendían murallas antiguas con las marcas de balas y bombas de la guerra que Stella miraba con curiosidad... Se suponía que Phoebe era la ciudad prometida, y era la que menos paz tenía.

Stella compró el pan sintiendo nostalgia por su tierra en caos, aunque ella tenía una forma de escapar de esa realidad. Cada vez que terminaba todos sus deberes, en su tiempo libre iba al bosque donde tenía una caja secreta. Ahí, la muchacha guardaba sus muñecas favoritas y se ponía a jugar con ellas de manera inocente. A la vez, debía estar pendiente de que nadie la descubriera, su madre cuando lo hizo le rompió las muñecas y le dijo que ya no era una niña, que ahora que una mujer y se iba a casar pronto con un desconocido.

Con una guerra que amenazaba su hogar y la presión de tener que casarse a tan corta edad, el único consuelo de Stella era jugar con sus muñecas. De repente, mientras ella jugaba una enorme luz llamó su atención. Al principio se asustó pensando que la habían descubierto, pero al instante sus ojos se deleitaron al ver una figura angelical delante de ella.

—¡No temas, joven Stella! —Pronunció Luna tomando su forma.

La muchacha no lo podía creer, estaba desconcertada y sin saber qué hacer. Luna sintió pena de su estado, aterrada, sucia y angustiada, lo único que quería era transmitirle calma.

—No tengas miedo pequeña, no te haré daño. Al contrario, vengo a darte una noticia favorecedora. —Argumentó la ángel. —Has sido elegida para concebir a un hijo, al hijo de Dios. El será grande, sucederá al señor como el próximo Rey supremo para que reine por siempre y su reinado no tenga fe.

Stella quedó desconcertada ante aquella información, ¿Dios se estaba comunicando con ella para darle tal misión?

—¿Pe-Pero como sucederá eso? Si seré despojada por un hombre dentro de poco... —Murmuró la jovencita.

—Nada es imposible para Dios. —Impuso la serafín. —Cuando menos lo esperes el poder del Altísimo te cubrirá con su luz. Por eso, la criatura que nazca llevará el título de Hijo de Dios, y desea que de nombre le pongas Jerikó.

A pesar de su confusión, Stella sintió interés por esa tarea para el que había sido elegido. Ella acostumbraba a ser obediente, y tal vez si daba a luz al hijo del creador que rige el mundo tendría la oportunidad de acabar con la guerra de una vez por todas.

—Yo soy la sirvienta del Señor. —La joven Stella se arrodilló ante Luna. —Que se cumpla en mi su palabra.

...🤍...

Ahora que el mensaje estaba dado, Luna debía ir al Inframundo para informarle a la Diablesa que era su momento de actuar. Como cosa rara, ella no se encontraba en el Palacio, por lo que le quedó darle el mensaje a Ezra.

Con pasos firmes, Luna caminaba hacia la oficina. Era el centro de varias miradas demoníacas, pero ella simplemente seguía su camino. Al llegar a la oficina, la ángel estuvo a punto de tocar la puerta de no ser porque gritos de lo que parecía ser una discusión la retuvo.

—¡Si Zero se llega a enterar que estás aquí, va a matarme! —Escuchó al segundo demonio al mando.

—Poco me importa, la verdad... —Dijo una voz desconocida.

Luna tenía prohibido escuchar a escondidas, pero le interesaba descubrir que era lo que lograba sacar a Ezra de su máscara de frivolidad. Con cuidado abrió la puerta minuciosa dejándola ver a un Ezra caminando de un lado a otro nervioso.

—¡Va a matarme! ¡Primero a mi y luego a ti, tonto! ¿¡Cómo pudiste regresar de tu exilio!? —Exclamó Ezra observando a un hombre sentado en el sillón se la oficina, el cual no era completamente visible para Luna.

—Solo vengo a ver cómo está mi madre. —Comentó aquel demonio, sereno. —Despues me iré como si nada y la Diablesa nunca se enterará de nada.

—¿Acaso quieres que le mienta a Zero? ¿Estás loco?

—No, no digo que le mientas. Sólo evita decir que me viste...

—Ryu, estás en grave peligro, no es un juego. Sino es por los ángeles, es por los demonios rebeldes, pero tenemos enemigos en todos lados, ¡Nadie puede...! —El discurso de Ezra se interrumpió cuando su mirada se dirigió a la puerta, y por obvias razones divisió a la impostora. —Verte...

Esa fue la señal de Luna para entrar, ni siquiera se esforzó en fingir nervios o sorpresa, solo con la intención de pedir explicaciones. ¿Qué derecho tenían de pedir confianza si ellos eran los primeros en ocultarles cosas?

No obstante, Luna quedó inmóvil al ver al demonio misterioso. Era un hombre de cabello plateado desordenado, piel pálida y unos ojos que a Luna se le hicieron bastante familiares, a pesar de no haber visto a ese demonio antes tenía algo que la atraía.

—¿Y con este cuál es la excusa, señor Ezra? —Dijo Luna en burla. —¿También es tu novio?

Sin embargo Ezra no pudo reír, estaba demasiado inquieto para tener sentido del humor activo. El demonio en el sillón la miraba con curiosidad, y el silencio de la sala comenzaba a impacientar a la serafín.

—Señorita Luna... —Murmuró Ezra preocupado. —Le pido que por favor mantenga esto en secreto.

—Tranquilo, no queremos que se meta en problemas con la Diablesa al tratar con un hombre exiliado, quien sabe porque crímenes. —Aquello lo dijo Luna en un tono de provocación, lo que aumentó la inquietud de Ezra.

—No hay que buscarle más problemas a Ezra, cariño. —El demonio desconocido se levantó del sillón, mostrando que era más alto de lo que parecía. —Mmm... ¿Así que tú eres Luna, no? He oído mucho de ti, y de lo mala que puedes llegar a ser para conseguir lo que quieres... —El se acercó al oído del ángel, ocasionándole un escalofrió. —Pero te daré un consejo, no juegues a ser mala con los amos de la maldad.

De repente un portal se abrió en medio de la oficina, sobresaltando a Luna y a Ezra. El demonio misterioso se alejó de ella y cruzó el portal para desaparecer, no sin antes dedicarle una mirada llena de malicia. Fue ahí en ese momento que Luna recordó de dónde ese joven demonio le parecía familiar...

Ese demonio misterioso era físicamente idéntico a Lucero.