Nuestro genio Máximo Santibáñez, se enfrentará al reto más difícil de su vida. Él deberá luchar con toda su inteligencia, para vencer todos los obstáculos y convertirse en el héroe de su pequeño hijo. Máximo Jr. un niño genio que supera por mucho la inteligencia de su padre.
¿Podrá Máximo Santibáñez estar a la altura de las circunstancias?
¿Logrará ganarse el corazón de su pequeño hijo?
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CAPÍTULO 22
Cuando estaban por marcharse, la puerta volvió a abrirse y entró el doctor Dominico.
Él venía a saludar a su paciente consentida y aprovechó de molestar un poco al celoso de Hulk blanco que estaba ahí.
—Buenos días. Oh, pero que gusto verlos por aquí. ¿Cómo estás, campeón? —le preguntó el doctor dirigiéndose al pequeño que estaba sentado al lado de su madre.
—Muy bien doctor
—Me alegra mucho. ¿Y esas flores? Vaya, creo que alguien, está siendo muy romántico y me alegra porque mi hermosa paciente debe reducir su estrés y su ansiedad al mínimo, para que su cuerpo trabaje en sintonía con ella y pueda absorber favorablemente el tratamiento.
—Si doctor, ya lo sabemos. Mi padre y yo la vamos a consentir mucho.
—Sí, mi hijo tiene razón, juntos llenaremos a su madre de mucho amor. Ella no necesita más que a nosotros. Sus dos hombres —le dijo Máximo con una sonrisa llena de satisfacción y mirando fijamente al doctor.
Después de eso, Máximo salió con el niño y fueron a su Penthouse. Al día siguiente él viajaría a Italia y le dolía no haber podido convencer al pequeño de acompañarlo.
Entonces, Máximo paso la tarde consintiendo al pequeño y tratando de persuadirlo. Pero no logró nada.
Entonces, al día siguiente, se despidió del pequeño y lo dejo con el personal de su confianza y salió hacia el aeropuerto. Inicialmente, él había planeado pasar por la clínica despidiéndose de Celina y terminando la conversación pendiente.
Pero las palabras del doctor Dominico resonaron en su cabeza y decidió dejarlo pendiente. Además, no quería dejarse ver triste por su despedida.
Máximo llegó al aeropuerto y en contra de su voluntad se subió al avión y trató de disfrutar su viaje. Aunque tratara de regresar en máximo cinco días, pasará tres días con su familia y dos en su base. Necesitaba reportarse e informar que tomara una licencia de dos meses. Necesitaba estar cerca de su hijo y de su amada.
No podía dejar que ninguno de los galenos la conquistara. Porque aunque parezca absurdo, esa mujer frágil y vulnerable los traía a los tres enamorados. Y él necesitaba ser el vencedor.
Por otra parte, el pequeño se sentía triste por la ausencia de su padre, pero alejarse de su madre en este momento no era una opción. Entonces, después de desayunar su chófer y su niñera, lo llevaron a ver a su madre.
Máximo Jr. trató de disimular su desánimo y sonreírle a su madre.
—Mami, ya estoy aquí. —le dijo entrando por la puerta y corriendo hacia su mami.
Celina conocía muy bien a su hijo y sabía que él estaba incluso más triste que ella. Definitivamente, ese grandulón se había robado el corazón de ambos.
—No estés triste, bebé. Mi amor debiste ir con él. Tal vez te hubieses divertido mucho —le dijo Celina mientras le acariciaba el cabello.
Pero el pequeño negó con la cabeza.
—¿Cómo iba a dejarte sola? Nunca nos hemos separado. Además, tú eres la persona más divertida que conozco y a tu lado soy muy feliz. No necesito juguetes, ni amigos, solo te necesito a ti. Eres mi mundo mamá. —le dijo el pequeño y se aferró con fuerza al delgado cuerpo de su madre.
Celina no pudo evitar llorar una vez más. Ella no sentía ninguna mejoría, todo lo contrario. Aunque ella lo ocultara, sentía su cuerpo arder por dentro y sentía dolores que le impedían respirar. Ha llegado a pensar, que a pesar de sus plegarias le fue negado el milagro.
Pensar en partir de este mundo, es algo que la desgarra por dentro, pero ahora por lo menos tiene la tranquilidad de que su pequeño está en las mejores manos.
Entonces ha decidido decirle a Máximo toda la verdad. Su hijo debe ser su hijo legítimo y no uno adoptado. Ella sabe que al marcharse, Máximo volverá a enamorarse y no se arriesgará a qué su hijo quede en un segundo plano en el corazón de su propio padre.
Celina secó sus lágrimas y le sonrió a su pequeño gigante.
Él tenía lágrimas en sus ojos, el pequeño conocía perfectamente a su madre y sabía que ella no estaba bien, pero también sabía que ella no quería preocuparlo.
—Máximo Jhonson, quiero confesarte algo. Espero que no te molestes conmigo. Quiero que sepas que cuando decidí traerte a este mundo. Quise que fueras un niño guapo, sano y muy, pero muy feliz.
—Jamás me molestaría contigo. —le dijo el pequeño, sonriendo entre lágrimas.
—Lo sé, mi príncipe. Tienes un gran corazón y todos los días le doy gracias a Dios, porque eres mi hijo. —le dijo Celina, besándolo en la nariz.
—Te amo mami y te volveré a elegir cómo mi madre en todas las vidas que me toquen vivir. Pero no me dejes. No me mientas, sé que no te sientes bien. Pero no pierdas la fe.
Celina no pudo evitar llorar y aferrarse a su pequeño gigante, pero ella debía calmarse. Necesitaba confesarle toda la verdad. Entonces, limpió sus lágrimas y lo alejó un poco para verlo a la cara.
Ella limpió las lágrimas de su pequeño y continúo hablando.
—Máximo Jr. todo lo que te dije es verdad, solo omití la parte más importante. Yo no me inseminé de un desconocido. Yo conocí a tu padre y me enamoré de él a primera vista. Pero yo, era una don nadie y tu padre estaba en la cima del mundo. Ese hombre, ni en mis más hermosos sueños, me hubiese mirado a la cara con amor.
—¿Conoces a mi padre? —le preguntó el pequeño, totalmente desconcertado.
—Si mi pequeño, tu padre llegó a la clínica a dejar sus semillas, para su resguardo. Tu padre es militar y por lo poco que escuché, quería asegurar su descendencia por su algo, le pasaba en su trabajo.
—¿Mi padre es militar como mi Coronel? —le preguntó el pequeño, pero Celina no tuvo necesidad de terminar de hablar.
Ella solo asintió con la cabeza y el cerebro del pequeño le completó la oración.
—Si mi pequeño. Tu padre es Máximo Santibáñez. Tú no eres su soldado, tú eres su primogénito y espero que algún día puedas perdonarme. Pero yo robé esas muestras del laboratorio y te creé yo sola. Por eso, eres mío solamente. Quiero que sepas que jamás tuve intención de obligar a tu padre a reconocerte, ni nada parecido. Sin embargo, la vida me castigó con esta enfermedad y el destino nos premió poniendo a tu Coronel en nuestro camino.
El pequeño estaba muy sorprendido, pero a la vez muy nervioso.
—¿Tú crees, que él me acepte mami? —le preguntó el pequeño lleno de nervios e inseguridades, porque una cosa era ser un soldado a su servicio y otra muy diferente era ser su hijo.
Y aunque el pequeño se sentía feliz por tenerlo a su lado. Sentía que la vida, no había sido nada generosa con él. Solo le estaba intercambiando a su madre, por su padre, y él no estaba de acuerdo. No quería perder a su Reina, ni por cien padres.
El pequeño no pudo contener su llanto y se aferró con mucha fuerza al cuerpo de su madre.
y el sufrimiento de padre e hijo, pero hay una esperanza. muy bien