Emma jamás imaginó que amar a Andrew significaría estar condenada a huir. En un mundo donde humanos, brujos y cambiaformas coexisten bajo frágiles pactos, Emma, una joven común, se ve arrastrada al corazón de una guerra silenciosa tras enamorarse de Andrew, el heredero de una poderosa manada de licántropos. Su amor es puro, peligroso… y totalmente prohibido. Mientras la manada se tambalea y aliados inesperados caen uno por uno, Emma deberá encontrar la fuerza para sobrevivir, escapar y luchar por lo que ama. Pero no está sola: cada elección que haga resonará en un destino mayor, donde el sacrificio, la magia y la sangre van de la mano. Un amor prohibido. Un secuestro brutal. Una guerra inminente.
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Capitulo 15: Ese hombre
A medida que los días pasaban, la presencia de Andrew en los alrededores de la cabaña de Emma se hizo más constante. Siempre desde la distancia, observándola, esperando el momento adecuado para acercarse.
Emma trató de ignorarlo, pero algo en su interior, algo que no podía explicar, la atraía hacia él. No era solo su presencia, sino la sensación de que había algo más, algo profundo y primal, que la vinculaba a este hombre, a este lobo.
Era imposible. Emma había intentado racionalizar lo que sentía, pero no lo lograba. A menudo se encontraba pensando en él, en su mirada dorada, en su voz profunda y resonante.
¿Qué significaba todo esto? No quería ser parte de su mundo, de esa realidad que él representaba. Pero sus instintos, esos mismos que siempre había ignorado, le decían lo contrario.
Habían pasado cuatro días desde el incidente, y mi vida había dado un giro que jamás habría imaginado. Estaba en la cocina, revolviendo con cuidado una sopa que comenzaba a burbujear, mientras intentaba ordenar mis pensamientos. No era tan fácil concentrarme, no con Andrew viniendo a mi casa todos los días como si fuera algo perfectamente normal.
Llegaba con regalos, comida, e incluso flores. Siempre traía algo, como si no quisiera llegar con las manos vacías. Y lo peor era que eso realmente me alegraba, aunque me esforzaba por no demostrarlo demasiado.
El hombre era demasiado persistente, y yo no sabía cómo manejarlo.
Andrew era un torbellino.
Sus gestos, su voz grave, y su imponente presencia parecían ocupar cada rincón de mi pequeño espacio. Intentaba mantener cierta distancia, al menos emocional, pero no podía negar que su cercanía me afectaba.
Mientras removía la sopa, mi mente se desvió hacia lo que había estado investigando. Después de todo lo que había pasado, necesitaba respuestas. No podía simplemente aceptar que había sido lanzada a un mundo de hombres lobo y mates sin tratar de entenderlo.
—Las mates son el vínculo más sagrado entre los lobos,– había leído en un viejo libro que encontré en la biblioteca poco convencional del pueblo. Era increíblemente fascinante y, al mismo tiempo, hermoso. Según la tradición, cada lobo tenía una pareja destinada, alguien hecho específicamente para él o ella. Cuando se encontraban, el vínculo era inquebrantable, casi mágico.
El libro también hablaba de cómo los lobos podían sentir el dolor de su mate, cómo sus emociones estaban entrelazadas de una forma que los humanos jamás podrían comprender. Lo que para mí siempre había parecido un cuento de hadas infantil era, aparentemente, una realidad tangible en la que ahora vivía.
Suspiré y dejé la cuchara a un lado, apoyándome contra la encimera mientras mis pensamientos seguían corriendo.
Todo esto era… demasiado. ¿Cómo se suponía que debía lidiar con la idea de que Andrew, con su actitud autoritaria y su intensidad innegable, estaba destinado a ser mi otra mitad?
Al mismo tiempo, había algo en esa idea que me inquietaba menos de lo que debería. Era extraño. Pensar que alguien podría entenderte a un nivel tan profundo, que podría sentir tu dolor y querer protegerte a toda costa… era algo increíblemente hermoso.
Sacudí la cabeza, intentando apartar esos pensamientos. No podía dejarme llevar por ideas románticas. Mi vida ya era lo suficientemente complicada como para añadir más confusión.
El sonido familiar de un golpe en la puerta me sacó de mis cavilaciones. Sabía quién era antes incluso de abrir. Andrew. Siempre Andrew. Y aunque intentara resistirme, una parte de mí ya estaba esperando verlo otra vez.
Abrí la puerta y, tal como esperaba, allí estaba Andrew. Pero lo que no esperaba era… bueno, eso.
Me quedé completamente boquiabierta al verlo, y por primera vez en días, no tenía idea de qué decir. Generalmente, siempre venía vestido de forma cómoda: jeans ajustados, botas resistentes y esas camisetas que aunque eran simples, dejaban en claro lo musculoso que era su cuerpo.
Pero esta vez… esta vez era diferente.
Llevaba un traje de tres piezas perfectamente ajustado. El color negro resaltaba su piel cálida, y la camisa blanca debajo del chaleco hacía que todo su porte pareciera sacado de una revista de moda. Pero lo que realmente me dejó sin palabras fue su cabello. Esa melena negra y salvaje que usualmente caía en ondas desordenadas, estaba peinada hacia atrás, dejando al descubierto su rostro de mandíbula fuerte y ojos que parecían más penetrantes que nunca. Era demasiado.
—Hola, Emma —me saludó con esa voz grave que siempre lograba hacerme tambalear un poco.
Pero yo no respondí.
Simplemente me quedé ahí, mirándolo como si fuera una aparición celestial.
Y no porque creyera en ángeles, pero si alguna vez hubiera uno, seguro tendría esa pinta.
Andrew arqueó una ceja, claramente divertido por mi reacción. Y antes de que pudiera encontrar mi voz para decir algo, se inclinó hacia mí, dejando un beso en mi sien. Ese gesto se había convertido en una especie de costumbre para él, como si mi espacio personal no existiera.
Pero a mí me encantaba.
Luego, sin esperar una invitación, cruzó el umbral de mi puerta como si fuera el dueño de la casa.
—¿Qué haces aquí tan temprano? —logré decir al fin, aunque mi tono sonó mucho más nervioso de lo que me habría gustado.
Él giró para mirarme, con una sonrisa satisfecha en los labios. Sus ojos brillaban, y había algo en su postura que gritaba confianza. Y yo… yo seguía intentando no parecer una idiota babeante.
—¿Qué pasa? ¿Esperabas a otro? —bromeó mientras se quitaba la chaqueta y la colocaba cuidadosamente sobre el respaldo de una de mis sillas. El chaleco se ajustaba perfectamente a su cuerpo, haciéndolo ver aún más apetecible que antes.
Rodé los ojos y cerré la puerta detrás de él, intentando recuperar un poco de compostura. Pero la verdad era que verlo así, tan diferente de su usual apariencia, me había descolocado por completo.
¿Qué demonios estaba haciendo aquí vestido de esa manera? ¿Y por qué sentía que el aire en la habitación se había vuelto de repente más denso?
—¿Por qué estás vestido así? —pregunté finalmente, cruzándome de brazos para no dejarle ver que todavía estaba algo aturdida.
Andrew me lanzó una mirada que mezclaba diversión y algo más… algo que me hacía sentir como si yo fuera la única persona en el mundo en ese momento.
—Tenía una reunión con un alfa vecino. Decidí que después de eso era un buen momento para verte —dijo, como si fuera la cosa más normal del mundo.
Y ahí estaba de nuevo, invadiendo mi espacio, haciendo que mi pequeño mundo girara alrededor suyo sin siquiera pedir permiso.
Lo peor era que ni siquiera sabía cómo detenerlo. Y, si era completamente honesta, no estaba segura de querer hacerlo.
Ya veo venir el giro que tomara la trama
Digo, no es normal que ella como humana pueda sentir el aroma de Andrew, se supone que es entre especies.
Es eso o tiene muy buen olfato mi chica Emma 😂😂😅
Necesito mi dosis diaria de Andrew