Mariana siempre fue una joven independiente, determinada y llena de sueños. Trabajaba en una cafetería durante el día y estudiaba arquitectura por las noches, y se las arreglaba sola en una rutina dura, viviendo con sus tíos desde que sus padres se mudaron al extranjero.
Sin embargo, su mundo se derrumba cuando decide revelar un secreto que había guardado por años: los constantes abusos que sufría por parte de su propio tío. Al intentar protegerse, es expulsada de la casa y, ese mismo día, pierde su trabajo al reaccionar ante un acoso.
Sola, hambrienta y desesperada por las calles de Río de Janeiro, se desmaya en los brazos de Gabriel Ferraz, un millonario reservado que, por un capricho del destino, estaba buscando una madre subrogada. Al ver en Mariana a la mujer perfecta para ese papel —y notar la desesperación en sus ojos—, le hace una propuesta audaz.
Sin hogar, sin trabajo y sin salida, Mariana acepta… sin imaginar que, al decir “sí”, estaba a punto de cambiar para siempre su propia vida —y la de él también.
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Capítulo 3
Capítulo 3 – Primeras Impresiones
El sol ya se había escondido en el horizonte cuando Mariana salió del baño por segunda vez en el día. Estaba más calmada, el cabello húmedo cayendo sobre los hombros, los pies descalzos tocando el piso frío del apartamento lujoso.
Gabriel estaba en la cocina, con un delantal y las mangas remangadas, preparando la cena como si aquello fuera parte de su rutina. Pero no lo era. Él raramente cocinaba. Aquello era… inusitado hasta para él.
—Creía que los millonarios cenaban en restaurantes caros —comentó con una media sonrisa, recostada en la encimera.
Él la miró de lado, sin quitar los ojos de la sartén.
—A veces, cocinar es más terapéutico que firmar contratos millonarios.
—No te imaginaba del tipo terapeuta.
—Y yo no imaginaba encontrar a una mujer como tú desmayándose en mis brazos en medio de la calle.
Mariana bajó la mirada, avergonzada. Gabriel lo notó.
—Oye —dijo en tono más suave—. No fue una crítica. Fue una señal. Del destino, tal vez.
Ella no respondió. Apenas observó en silencio mientras él terminaba de montar los dos platos.
Cenaron en un clima calmo, casi íntimo, intercambiando pocas palabras, pero muchas miradas. Mariana aún no había tomado la decisión final, pero todo dentro de ella gritaba por una oportunidad. Por un recomienzo.
—Voy a dejarte descansar —dijo, al terminar—. Este lugar es todo tuyo ahora. Mis hermanos están pasando el fin de semana en mi casa, así que aproveché para venir para acá. Pero mañana ya vas a necesitar hacer los exámenes con la médica que trabaja conmigo.
—Está bien.
Él quedó parado por algunos segundos, como si quisiera decir algo más… pero apenas agarró el saco y caminó hasta la puerta.
—¿Mariana?
—¿Sí?
—Eres más fuerte de lo que piensas. Y… no necesitas más pasar por nada sola.
Ella sintió un nudo en la garganta con aquellas palabras. Apenas asintió, y él se fue.
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Casa de la Familia Ferraz – Más tarde esa noche
Gabriel entró en la casa de los padres, donde vivía con los hermanos desde que el abuelo se había enfermado. Encontró a Luísa tirada en el sofá con un libro abierto sobre el rostro y a Gustavo digitando algo en el notebook.
—Mira quién apareció —dijo Gustavo—. Pensamos que había huido del país.
—Encontré a una mujer —dijo Gabriel, sin rodeos.
Luísa retiró el libro del rostro, abriendo los ojos.
—¿Tú qué?
—Calma, no es lo que están pensando —él suspiró—. Ella se estaba sintiendo mal, se desmayó en la calle. La llevé para mi apartamento. Conversé con ella. Hice la propuesta.
—¿La propuesta del vientre de alquiler? —Gustavo alzó una ceja.
—Sí. Ella… aún está pensando. Pero la situación de ella es complicada. Sola, sin casa, sin empleo. Una historia pesada.
—Quiero conocerla —dijo Luísa, ya entusiasmada—. ¡Quiero ver si ella es digna de generar a mi futuro sobrino!
Gabriel rió.
—Mañana la llevo a hacer los exámenes. Puedes ir junto si quieres.
—Obvio que voy.
Al día siguiente – Consultorio médico
Gabriel estacionó el coche frente a la clínica particular y miró a Mariana, que estaba en el asiento del pasajero, con el cabello recogido en un moño improvisado y una expresión tensa.
—Todo va a salir bien —dijo, antes de bajar.
Mariana asintió en silencio.
Luísa bajó del asiento de atrás con una sonrisa ancha y le extendió la mano.
—¡Hola! ¡Debes ser Mariana! ¡Soy Luísa, hermana de Gabriel! ¡Un placer conocerte!
—Placer… —Mariana respondió tímidamente.
—Soy pésima con formalidades, pero óptima en escoger ropa. Después de esto aquí, estás por mi cuenta, ¿ok?
Mariana forzó una sonrisa, sin saber si debía agradecer o correr.
En la clínica, la médica hizo los exámenes de rutina, recogió sangre y explicó los próximos pasos para la fertilización —ya que, por contrato, el proceso sería natural.
Gabriel parecía aún más serio de lo que de costumbre. Mariana intentaba fingir que estaba tranquila, pero por dentro, era solo caos.
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Almuerzo en Familia
Después de los exámenes, los tres almorzaron juntos en un restaurante acogedor.
Luísa y Mariana conversaban como si ya se conociesen desde hace años. Gabriel las observaba de lejos, admirando el modo leve de la hermana y la forma como Mariana poco a poco bajaba la guardia.
—Entonces… ¿hacías facultad de arquitectura? —Luísa preguntó.
—Sí. Cuarto semestre. Pero ahora… ni sé si voy a conseguir continuar.
—Vas a conseguir sí —Luísa respondió con convicción—. ¡Con mi hermano billonario bancando todo, puedes hasta construir tu propia facultad si quieres!
Mariana rió, y Gabriel también.
Después del almuerzo, Gabriel se despidió:
—Necesito ir para la oficina. Lu, ¿cuida de ella para mí?
—Puedes dejarlo —ella guiñó el ojo.
Shopping – Más tarde
Luísa llevó a Mariana al shopping e hizo cuestión de acompañarla en cada tienda.
—Puedes escoger lo que quieras. Gabriel dijo que no economices —dijo Luísa, empujando un carrito con ropas y bolsos.
Mariana agarró una blusa tímida y dijo:
—No sé ni cómo agradecer…
—No necesitas. Solo necesitas entender que ahora no estás más sola, Mari. De verdad.
Mariana contuvo las lágrimas. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió acogida. Y aunque hubiese entrado en esa por desesperación, tal vez… solo tal vez… no fuese tan imposible así crear lazos.
Aunque eso no estuviese en el contrato.