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Me Case Con Mi Ex Esposo

Me Case Con Mi Ex Esposo

Status: En proceso
Genre:Casarse por embarazo / Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Madre por contrato
Popularitas:7.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Daricha0322

¿Qué pasa cuando la vida te roba todo, incluso el amor que creías eterno? ¿Y si el destino te obliga a reescribir una historia con el único hombre que te ha roto el corazón?

NovelToon tiene autorización de Daricha0322 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPITULO 23

La imponente fachada de la mansión se alzaba ante ellos, sus ventanas reflejando el último resplandor del atardecer. Parecía más acogedora que nunca, un refugio después de la montaña rusa de emociones del día. Daniel aparcó y, antes de que Ana pudiera bajarse, la detuvo, girándose para mirarla.

—¿Estás bien? —preguntó, acariciando su mejilla. Su voz era grave, llena de ternura y una preocupación latente que Ana ya no sentía la necesidad de esconder.

Ana asintió, su mirada fija en la suya. La tarta de fresas aún danzaba en su paladar, pero era la dulzura de la victoria lo que realmente la embriagaba.

—Nunca he estado mejor —respondió, y por primera vez en años, lo dijo con total convicción—. Pero... ¿te quedarás? Por favor.

Esa petición había sido un rito silencioso entre ellos durante meses, una súplica que a menudo terminaba en un abrazo consolador y un "sí, me quedo" prometido en la penumbra. Pero hoy, había algo diferente en el aire, una chispa que había estado ausente, sofocada por el miedo.

Daniel no respondió de inmediato. Sus ojos bajaron de los de Ana a sus labios, a la curva de su cuello, y luego a su vientre, donde su hija crecía. El miedo había paralizado muchas cosas, pero ahora, con el anuncio de la Dra. Herrera resonando en su mente, algo en Daniel se liberó. La imagen de Ana, tan frágil y fuerte a la vez, encendió una llama que había creído perdida. El deseo, puro y abrumador, se abrió paso.

Sin decir palabra, se inclinó y la besó. No fue un beso de consuelo, ni de obligación. Fue un beso hambriento, que le arrebató el aliento, cargado de todo lo que no habían podido expresar en demasiado tiempo: el terror superado, la alegría desbordante, el amor profundo y la promesa de una vida que renacía. Los labios de Ana se abrieron bajo los suyos, devolviéndole la misma intensidad.

Subieron las escaleras de la mansión en un silencio cargado. Las luces estaban tenues, creando sombras danzantes que parecían invitarlos. En el dormitorio, Daniel la guio hasta la cama, sus manos firmes en su cintura.

La ropa de Ana se deslizó al suelo, un susurro de tela contra la alfombra. Daniel la ayudó con cada botón, cada cremallera, sus dedos rozando la piel de su espalda, enviando escalofríos por todo su cuerpo. Cuando quedó expuesta a la luz tenue, con la suave curva de su vientre maternal ahora más prominente, Daniel la miró con una reverencia que a Ana le hizo sentir hermosa y deseada como nunca antes.

—Eres tan... —empezó Daniel, pero las palabras se perdieron. En su lugar, se arrodilló suavemente, y apoyó su oído en el vientre de Ana, escuchando. Podía sentir el pulso de la vida dentro de ella, la confirmación de su futuro. Besó su piel con una devoción infinita.

Ana se inclinó, acariciando el cabello de Daniel, sus propias lágrimas mezclándose con la alegría y el deseo. Se desnudó él también, con movimientos seguros, y se unieron en el lecho.

El tacto de Daniel era una caricia de seda y fuego. Cada beso, cada roce, era una liberación de meses de contención. Ana se aferró a él, buscando no solo placer, sino también la confirmación de que estaba viva, de que era deseada, de que su cuerpo, que tanto la había traicionado, era ahora un templo de vida y de amor.

Sus cuerpos se movieron al unísono, en una danza antigua y renovada. Los gemidos ahogados de Ana llenaron la habitación, una mezcla de placer y gratitud. Daniel se movía con ella, susurrándole palabras de amor y adoración, cada movimiento una promesa, cada embestida un conjuro contra el dolor del pasado. La pasión los consumió, llevándolos a un clímax compartido, una explosión de sensaciones que sellaba no solo su amor, sino el inicio de una nueva etapa, libre de sombras.

Abrazados, bajo el edredón, Ana se acurrucó contra el pecho de Daniel, escuchando el latido de su corazón. El deseo se había transformado en una paz profunda, en la certeza de que, a partir de ahora, todo sería diferente. Y mejor.

Ana dormía a su lado, envuelta en la paz profunda que solo un día de miedo superado y amor reencontrado podía traer. Su respiración era suave, rítmica, y la luz tenue de la lámpara de noche acariciaba el perfil de su rostro, revelando la dulzura que Daniel tanto había extrañado. Era, en ese momento, la Ana que amaba: su esposa, la madre de su hija, su refugio.

Daniel, sin embargo, estaba despierto.

Se levantó con cautela para no despertarla, se puso los boxers y se dirigió a la ventana, observando el inmenso jardín de la mansión bajo el manto oscuro de la noche. El alivio por la salud de Ana era una droga dulce, pero el sexo, tan apasionado e íntimo, le había dejado un sabor agridulce.

Había sido un acto de celebración y de profunda conexión, sí, pero también era una trampa.

Su relación con Ana se había convertido en un ciclo cruel que lo mantenía al borde de la esperanza y la desesperación. Un día, como hoy, la tenía de vuelta. Ella le pedía que se quedara, se rendía a su deseo, y Daniel podía casi tocar la imagen de su antigua familia: las risas, la complicidad, el futuro que la infidelidad había destrozado. Ana, la mujer sensible y vulnerable, le abría la puerta.

Pero luego, llegaba la mañana.

Con la luz del sol, emergía la Jefa de Acero. La Ana que no perdonaba, la mujer de negocios implacable con él, el exesposo que la había traicionado. Esa mujer le recordaba, sin palabras, que la intimidad de la noche no era una promesa de reconciliación, sino una tregua, una necesidad emocional momentánea que ella satisfacía y luego descartaba.

Daniel se pasó una mano por el cabello, la frustración punzándole las sienes.

¿Qué somos, Ana? ¿Amantes a escondidas en nuestra propia casa? ¿Padres a punto de tener una niña que verá a su padre salir a hurtadillas todas las mañanas?

Se sentía utilizado y anhelante al mismo tiempo. Quería creer que el miedo de perderla por la enfermedad era lo que había mantenido su guardia alta, y que ahora, con el peligro de la enfermedad superado, Ana podría por fin soltar el rencor y permitirles reconstruir su vida. Pero una voz fría y escéptica en su interior le susurraba la verdad: la salud de Ana estaba bien, pero su orgullo y su dolor seguían siendo la muralla infranqueable.

Se giró hacia la cama. Ana se movió y murmuró su nombre, como si lo sintiera ausente.

Daniel se acercó, la cubrió mejor con el edredón y besó su frente. El temor a la pérdida, ese miedo tan real y palpable, había mantenido la conexión viva, obligándolos a interactuar. Pero ahora, sin él, ¿qué pasaría? ¿Volvería ella a empujarlo fuera de la mansión, a tratarlo como un mero socio de negocios, padre de su hijo y nada más?

La alegría por su hija era absoluta, pero su situación con Ana era una niebla. Solo sabía una cosa: no podía seguir viviendo en ese vaivén de esperanza y rechazo. La próxima vez que Ana le pidiera que se quedara, necesitaría una señal, una palabra, que confirmara si esta noche había sido el inicio del perdón... o solo el último acto desesperado de dos personas que se amaban, pero que no podían dejar de herirse.

Se recostó a su lado, sin dormir, dejando que la angustia del mañana opacara la dulce victoria de hoy.

Esta escena establece claramente la indecisión y el conflicto interno de Daniel, poniendo la tensión de cara al próximo día.

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Rosa Maria Gonzalez
muy bueno. me hizo caer una lágrima!
ana
Excelente te atrapa, muy pero muy bonita la historia tiene de todo. La super recomiendo
Maredys Marquez
son muy tontos 🙄🙄 no hay nada más bonito que ese tiempo con el recién nacido 🥰🥰 y juntos
Claudia Patricia Cruz Saa
Ana ciertamente Daniel te engaño, pero ése hombre te ama y te lo ha demostrado con hechos date una nueva oportunidad de recuperar tu familia ése rencor no te dejará nada bueno
neumidia ruiz
el amor lo puede todo ,Ana debe permitirse ser feliz si lo ama está tribulación debe hacerlos más fuerte y unidos , menos el maduro
ana
En las buenas y más en las malas
ana
De su parte lo veo egoísta xq la familia tiene q estar junta
ana
Me esta gustando gracias 🥰
Maredys Marquez
uuhhhmmm....🤔🤔 pero no me gusta la actitud de Ana demasiado yo puedo yo hago a veces hay que dejarce ayudar para eso es la pareja y el compañerismo los dos cometieron errores
Mary Ney
Es una realidad de una enfermedad muy bien narrada
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