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VEINTICUATRO (BL)

VEINTICUATRO (BL)

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad / Posesivo / Romance oscuro / Mi novio es un famoso
Popularitas:2.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Daemin

Lo secuestró.
Lo odia.
Y, aun así, no puede dejar de pensar en él.
¿Qué tan lejos puede llegar una obsesión disfrazada de deseo?

NovelToon tiene autorización de Daemin para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 24: Manojo de posesión

El camino de regreso fue un silencio.

Solo el ruido del motor y el reflejo de las luces cruzando el parabrisas. Dylan miraba por la ventana, los brazos cruzados, con su cara de indignado.

Yo, en cambio, sonreía.

Una sonrisa corta, casi imperceptible, de esas que se te escapan cuando sabes que hiciste algo que el otro no esperaba.

Cuando llegamos a casa, ambos bajamos del auto. La noche estaba tan tranquila que se escuchaba hasta el crujido del suelo bajo nuestros pasos. Los empleados dormían, el ambiente era frío, silencioso, casi incómodo. Dylan subió primero las escaleras. Iba tan rápido que parecía huir de mí.

—¿Vas a seguir huyendo todo el camino hasta tu cuarto? —le pregunté desde el pasillo, sin subir el tono.

Se detuvo a medio paso. No volteó, pero su espalda se tensó.

—No estoy huyendo —respondió seco.

Me acerqué despacio, sin hacer ruido. Cuando estuvo frente a su puerta, lo tomé del brazo y lo giré hacia mí. No con fuerza, solo lo suficiente para que me mirara.

—Entonces mírame —dije.

Alzó la vista. Tenía los ojos rojos, los labios todavía húmedos. Se veía entre molesto y confundido. Y, joder, eso solo me hizo querer besarlo otra vez.

Lo acorralé contra la pared, mi cuerpo presionando el suyo con una urgencia que no podía ni quería controlar. Ni siquiera lo dejé terminar de hablar. Mis labios se estrellaron contra los suyos en un beso hambriento, como si fuera la última vez que pudiera saborearlo.

—Joder, gatito, en serio que me vuelves loco —susurré entre dientes, mi aliento caliente mezclándose con el suyo.

Sentí cómo su cuerpo temblaba ligeramente, pero en lugar de apartarse, Dylan me sorprendió. Sus manos, temblorosas pero decididas, se aferraron a mi rostro, profundizando el beso con una pasión que no esperaba.

Lo empujé hacia la habitación, mis manos aferradas a su cintura, guiándolo con una mezcla de ternura y dominación. Caminamos en dirección a la cama, nuestros labios aún unidos, como si el mundo a nuestro alrededor hubiera dejado de existir. Podía sentir el latido acelerado de su corazón contra mi pecho. Era su primera vez, y yo iba a ser quien le quitara la inocencia. La idea me excitaba más de lo que podía expresar, una mezcla de poder y deseo que me consumía por dentro.

Dylan se separó despacio, los labios aún entreabiertos, respirando rápido. No me apartó del todo, solo lo justo para poder hablar. Su voz salió baja, casi un susurro tembloroso.

—Es… mi primera vez.

Por un momento me quedé en silencio. No por sorpresa, sino porque algo dentro de mí se tensó. Lo miré despacio, estudiando cada detalle de su rostro. El leve rubor en sus mejillas, la inseguridad en los ojos, la forma en que intentaba no sostenerme la mirada.

Le acaricié el rostro con la punta de los dedos, lento, apenas rozándolo.

—Ya lo sé —murmuré.

Una vez en la cama, me posicioné entre sus piernas, mi cuerpo encajando contra el suyo. Dylan me miró con ojos entrecerrados, la respiración entrecortada, y supe que estaba asustado pero también deseoso.

“Esta noche, mi gatito rebelde, serás mío”, pensé, mientras mis manos comenzaban a desabotonar su camisa con lentitud, como si estuviera desenvolviendo un regalo.

Cada botón que soltaba revelaba más de su piel pálida, perfecta, y no pude evitar inclinarme para besar su torso, dejando un rastro de besos húmedos que lo hicieron arquear la espalda.

Lo miré a los ojos, su respiración entrecortada me excitaba aún más, y susurré:

—¿Listo para que te haga mío, gatito? Solo relájate.

Su respuesta fue un gemido ahogado, un sonido que me hizo sonreír con satisfacción. Dylan, mi gatito insolente que siempre me desafía con sus insultos, había cedido, y yo no pensaba desperdiciar esta oportunidad.

Mis dedos se deslizaron por su torso, bajando lentamente hacia el botón de su pantalón, mientras mi boca se dirigía a su cuello, dejando un rastro de besos y mordiscos que lo hicieron temblar.

—Voy a hacerte mío hasta que no recuerdes ni cómo se camina, gatito —le susurré al oído, y su respiración se aceleró aún más.

Mi miembro latía contra su cuerpo, desesperado por sentirlo, por hacerlo mío. La noche apenas empezaba, y ya podía imaginarlo debajo de mí, moviéndose, gimiendo mi nombre.

Solo pensar en su cara cuando lo tuviera así, perdido, me encendía más de la cuenta.

Con manos firmes, desabroché su pantalón y lo bajé lentamente, revelando sus boxers ajustados que ya no podían ocultar su deseo. Sonreí con satisfacción, sabiendo que mi gatito estaba tan encendido como yo.

Mis labios volvieron a su cuello, besando y chupando con intensidad, mientras mis manos se deslizaban por su cintura, explorando cada centímetro de su piel.

—Eres mío, Dylan —murmuré, más para mí que para él, porque en ese momento, nada más importaba.

Sus manos se aferraron a mis hombros, sus uñas clavándose en mi piel mientras intentaba procesar la intensidad del momento. Lo miré a los ojos, buscando cualquier señal de miedo, pero lo único que encontré fue deseo, puro y crudo.

—Nathan… —susurró, su voz ronca y llena de necesidad, y eso fue suficiente para mí. No necesitaba más palabras, solo su cuerpo, su entrega.

Me deshice de la camisa, el aire fresco chocando contra mi piel. Me incliné sobre él, dejando que su respiración se mezclara con la mía. Su cuerpo se tensó debajo del mío, caliente, expectante.

Mi erección rozó su piel más sensible, y Dylan soltó un gemido bajo, entre sorpresa y deseo.

Sus piernas se abrieron un poco más, como si su cuerpo respondiera antes que su cabeza.

—Relájate, gatito —susurré, besando su cuello mientras mis manos se deslizaban por sus muslos, separándolos con suavidad—. Esto va a doler al principio, pero te prometo que va a valer la pena.

—Joder… —murmuró entre dientes, el rostro encendido—. Deja de decir que me relaje, porque no está funcionando.

No pude evitar reír.

Mi risa se mezcló con su respiración agitada mientras mis labios rozaban la curva de su mandíbula.

—Entonces tendré que buscar otro método —susurré, apenas audible—. Uno que te deje sin quejarte.

—Idiota —alcanzó a decirme, intentando sonar molesto, pero su voz lo traicionó.

Saqué el pequeño frasco del cajón del velador. No era la primera vez que lo usaba, pero sí la primera en que me importaba hacerlo bien.

Dejé que una cantidad de lubricante resbalara entre mis dedos, calentándolo antes de tocarlo.

Deslicé la mano hasta su cuerpo, y cuando mis dedos encontraron su piel más sensible, lo sentí tensarse al instante.

—Tranquilo, gatito —susurré, con la voz más baja—. Solo voy a prepararte.

Mis dedos se movieron despacio, con cuidado, masajeando y explorando, sintiendo cómo su cuerpo temblaba con cada pequeño movimiento.

—Respira —murmuré contra su oído.

Dylan lo intentó, pero dejó escapar una maldición entre dientes.

—Carajo… —susurró, la voz temblorosa—. No sé si esto se siente bien o raro.

Sonreí, rozando su cuello con los labios.

—Un poco de las dos cosas. Pero cuando tu cuerpo empiece a acostumbrarse, vas a entender lo que es sentir de verdad.

Seguí, lento, paciente, hasta que su respiración empezó a cambiar. Ya no era puro nerviosismo: había deseo. Su cuerpo respondía, abriéndose, cediendo.

Retiré mis dedos solo para reemplazarlos por la punta de mi miembro. Su gemido fue bajo, pero suficiente para hacerme perder el control por un segundo.

Empujé con cuidado, despacio, sintiendo cómo su cuerpo me recibía poco a poco, cálido y apretado, ajustándose a mí con una lentitud que me hizo perder la respiración.

—Eso es… —susurré, mi voz ronca, casi rota—. Lo estás haciendo bien.

El primer movimiento fue lento, contenido.

Dylan gimió, su voz quebrada, sus manos aferrándose a las sábanas.

—Joder, Nathan… —susurró, entre sorpresa y placer.

No respondí. Solo seguí avanzando despacio, dejándome envolver por él, sintiendo cómo su cuerpo me recibía poco a poco, cómo su resistencia se convertía en deseo.

Comencé a moverme, mis caderas marcando un ritmo constante, cada empuje haciéndolo mío de verdad.

—Joder, Dylan… eres tan jodidamente estrecho —gruñí, mi voz ronca, llena de deseo—. Me aprietas como si no quisieras soltarme .

Sus gemidos se volvieron más altos, más desesperados, y supe que estaba cerca, que su cuerpo estaba al borde.

—¿Te gusta, gatito? —susurré contra su oído, moviéndome más rápido, más profundo.

Sus uñas se clavaron en mis hombros y su respiración se volvió irregular, entrecortada. No necesitó responder. Su cuerpo lo hacía por él.

Aceleré el ritmo apenas un poco más, mis movimientos firmes, controlados.

Su espalda se arqueó, los gemidos escapando entre jadeos hasta romperse en un sonido ronco, puro, cuando el orgasmo lo alcanzó.

Su cuerpo tembló bajo el mío, y esa visión me arrastró con él.

—Joder, Dylan… —gruñí, mi voz quebrándose mientras me dejaba ir dentro de él, sintiendo el calor, el temblor, el pulso que nos unía.

Caí sobre su pecho, aún respirando fuerte.

El silencio se llenó solo con nuestros latidos.

Dylan se quedó dormido antes que yo, con la respiración calmada contra mi cuello. Yo, en cambio, no podía cerrar los ojos.

Con la voz baja, casi contra su piel, le susurré:

—Eres mío, gatito. No pienso dejarte ir.

1
Belen Peña
recién la empecé a leer y ya e encanta😭😭
Mel Martinez
por favor no me digas que se complica la cosa no
Mel Martinez
que capitulo
Mel Martinez
me encanta esta novela espectacular bien escrita y entendible te felicito
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