Tras el entierro de su hermano mayor, Kate busca cumplir su sueño de ser doctora en una sociedad que la desafía por ser mujer. En su camino se cruza con Keith, quien busca respuestas sobre el hermano de Kate. A medida que crece la atracción entre ellos, deberán enfrentar los obstáculos de un pasado que los une de manera inesperada desafiando su futuro juntos.
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REENCUENTRO (parte 1)
Al llegar frente a la puerta, el profesor se detuvo y se volvió hacia el grupo con una expresión de orgullo y seriedad.
—Bienvenidos a la Escuela de Medicina de nuestra amada Academia Serenelle. Lugar donde se forjarán como futuros doctores y enfermeras que servirán a nuestra sociedad con dedicación y habilidad. Aquí pasarán los próximos tres años de sus estudios, adquiriendo conocimientos fundamentales y habilidades prácticas que serán la base de su formación médica.
El profesor procedió a detallarnos la distribución de las instalaciones. Nos mostró los salones de clases que estaban equipadas con pizarras de tiza y mesas de estudio en media luna, donde recibiríamos instrucción teórica sobre anatomía, fisiología, herbología y otras materias médicas fundamentales. Para los salones de prácticas, el profesor nos explicó que en esos espacios los estudiantes tendríamos la oportunidad de aplicar nuestros conocimientos en un entorno más realista, preparándonos para enfrentar los desafíos clínicos que encontraríamos en el futuro.
Luego de ello, dirigió su mirada hacia los dormitorios, indicándonos que estaban divididos en secciones separadas para hombres y mujeres, garantizando la comodidad y la privacidad de todos los estudiantes durante nuestra estadía. Nos explicó que los dormitorios estaban amueblados con camas con dosel, cómodas para guardar pertenencias personales y escritorios para estudiar. También señaló el área reservada para enfermeras y doctores residentes, donde tendríamos la oportunidad de colaborar en equipos multidisciplinarios y aprender de la experiencia práctica de profesionales médicos en ejercicio. Finalmente, el profesor se despidió de nosotros, y nos dio unas últimas palabras de aliento y buenos deseos.
Henry y yo nos despedimos. Me encaminé hacia los dormitorios femeninos, donde compartiría cuarto con otra estudiante. El pasillo estaba iluminado por antorchas que lanzaban sombras danzantes sobre las paredes, creando un ambiente misterioso, pero acogedor. Mientras ello, observé las puertas de madera decoradas con símbolos y grabados que denotaban la individualidad de cada habitación. El silencio era interrumpido solo por el suave crujir de las antorchas y el eco de mis pasos. Finalmente, llegué a la puerta con el número que coincidía con el de mi cuarto. Giré el picaporte y al entrar me encontré con una silueta familiar.
—¡Kate! —gritó Marian a penas, me vio y luego corrió para abrazarme.
—¿Marian? —dije aturdida ante la sorpresa, dejando caer mi equipaje.
—¡Qué alegría verte! —exclamó, muy contenta— ¿En verdad eres tú?
Era la primera vez que veía a Marian muy emocionada y habladora. La razón por la que ella sea mi compañera se debe a que, de un selecto grupo en el Centro de Estudios Médicos, solo 24 mujeres hemos sido aceptadas para estudiar aquí. Sin embargo, surgió un pequeño inconveniente debido a que la Escuela de Medicina solo disponía de dormitorios masculinos. Todas nosotras debíamos permanecer temporalmente conviviendo con las nuevas estudiantes de enfermería hasta que se completaran las instalaciones que por razones desconocidas no habían sido culminadas.
El interior de la habitación estaba decorado con sencillez y buen gusto, con dos camas con dosel cubiertas por cortinas de terciopelo que proporcionaban privacidad a cada ocupante. Marian me contó que había llegado durante la hora del almuerzo y ya había escogido una de las camas e instalado sus cosas. Luego
me señaló hacia el armario izquierdo y me pidió que lo abriera. Dentro, encontré dos conjuntos de uniformes dispuestos con orden y precisión. El primer conjunto era el uniforme estándar para las clases, diseñado para ser cómodo y funcional. Estaba compuesto por una blusa blanca de manga larga y una falda azul noche de corte clásico. El tejido era resistente pero ligero, ideal para largas jornadas de estudio y prácticas en el campo médico. No era un uniforme llamativo ni ostentoso, reflejando la seriedad y profesionalismo requeridos. El segundo conjunto era el uniforme destinado a eventos importantes o ceremonias especiales. Consistía en un vestido sencillo, pero elegante: una falda larga de color blanco, con una blusa negra de cuello alto y mangas delicadamente plisadas. El diseño era refinado y discreto, transmitiendo una imagen de formalidad sin exageraciones.
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La mañana siguiente, me vestí con el uniforme de gala y me sujeté el cabello con un lazo negro en una cola alta, dejando unos pequeños mechones en frente. Marian terminaba de peinarse sus dos trenzas ya vestida con su uniforme blanquecino. Salimos y nos unimos al grupo de nuevos estudiantes para la ceremonia de bienvenida.
El evento se llevó a cabo en un salón majestuoso dentro de la Real Academia, decorado con tapices antiguos y candelabros colosales que iluminaban el lugar con luz tenue y cálida. Grandes ventanales de cristal permitían que la luz matutina se filtrara. El director de la Escuela de Medicina, un hombre mayor de aspecto distinguido, con una barba blanca vestido con una larga túnica azul y bordada con hilos de plata, dio inicio a la ceremonia con un discurso que parecía interminable. Su voz ronca resonaba en el salón, llenando cada rincón con palabras de sabiduría y expectativas para los nuevos estudiantes. La mayoría luchaban por mantener la atención ante el discurso extenso y detallado del director, que parecía abarcar todos los aspectos de la profesión médica, las responsabilidades de los estudiantes, entre otras. Finalmente, al concluir su discurso, el director hizo una mención especial a las 24 estudiantes mujeres
que habíamos sido aceptadas, expresando su alegría y gratitud por nuestra elección de dedicarnos a la vocación médica. Sus palabras fueron recibidas con aplausos y sonrisas de parte de todos los presentes, incluidos los docentes masculinos que se encontraban en la ceremonia. Entre los docentes presentes, también estaba el doctor Wren.
Después, nos dejaron la tarde libre para que termináramos de instalarnos, recibir nuestros horarios, libros, etc. Henry, Marian y yo fuimos a explorar los rincones de la Real Academia durante el resto del día, disfrutando de la arquitectura imponente y los paisajes históricos. El sol comenzó a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos y dorados para dar pase al anochecer. En ese momento, cuando regresábamos a los dormitorios, noté que había perdido algo muy importante: la pluma favorita de
mi hermano. Estaba segura de que la había guardado luego de usarla cuando escribimos cartas a nuestros familiares.
«Maldita sea, cómo puedo ser tan descuidada y perder algo así» me regaño entre dientes.
Henry y Marian notaron mi desesperación y se ofrecieron a ayudarme a buscar lo que había perdido, pero si ellos hacen eso, Henry se dará cuenta de que vengo de la familia del Marqués Brown porque la pluma un detalle de mi familia. Fui muy cuidadosa cuando escribíamos nuestras cartas para que no sospecharan nada y ahora estoy en problemas.
—Los veré después… —dije, dando unos pasos hacia atrás y me voy corriendo.
—¡Espera…! —habla Henry, intentando detenerme.
—¡Kate! —exclama, Marian.