Corro cansada y ya sin fuerzas la verdad es que ya no puedo más estoy completamente agotada y casi desmayada los golpes aún me arden, pero lo tenía que hacer nos separamos mientras huimos y después de un rato me doy cuenta de que al menos que nos separemos nos van a atrapar, corro al bosque y veo a la persona frente a mí, niega, pero después de mucho discutir le entrego algo seguro y escapa mientras que sigo distrayéndolos miro a la nada sonriendo satisfecha, porque solo alguien que sabe que es vivir la traición de parte de dónde menos lo esperas sabe lo que es proteger y cuidar a la única persona que sí estuvo allí.
Yo solía ser una princesa de esas que viven en una burbuja y quieren todo lo que pide, una chica que creía tener su vida perfecta, una joven que creía en un príncipe, en un cuento de hadas en el amor bonito, pero después de solo conocer el dolor te aferras a una rosa que sabes que aunque te va a pinchar quieres tener su aroma, o con el fuego que es asombroso pero te quema
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La perdí.
Alecksander.
Días maravillosos, esos fueron mis días con mi conejita, tenerla me hace volver, a ser el Alecksander de antes, ese que tanto mi hermana Liza amaba, ella es luz en mi oscuridad y la he amado mil y una veces, jamás me cansaría de hacerla mía ella es mi paz es mi todo.
Nuestros días aquí eran de pasear, bailar, cenar afuera, hacerle el amor, amarnos porque sí, yo amo a esa coneja bonita, traviesa, risueña y adorable que me enloquece y decidí alargar las vacaciones para disfrutar más de mi princesa, así que seguí llenándola de todo el amor que ella merece.
Termino de hacerle el amor a mi coneja y una vez se duerme me levanto desnudo a contestar los miles de llamadas de Jimena, de verdad que no se rinde, camino a la terraza y cojo una toalla para cubrirme mientras hablo con ella.
—Aló Jimena, que sucede, creí haberte dicho que no me llamaras — le digo de manera fría y algo molesto por su insistencia.
—Aleck mi amor, debes volver ya— dice insistente y le pregunto.
—Por qué Jimena, estoy con mi esposa y no quiero irme de aquí — le digo y contesta.
—Tu esposa... Espero no te hayas enamorado de esa asesina Aleck, si como lo oyes ella mató a liza, encontré el puñal de tu hermana en sus cosas y sé que es el de ella por qué el tuyo lleva un dragón.— dice y abro mis ojos.
—De que hablas Jimena, habla de una vez.— Digo y me envía un vídeo del puñal y de donde estaba.
Me llené de rabia ese puñal ella no lo dejaba jamás y si ella lo tiene fue por qué lo guardo como trofeo después de matarla y para burlarse, corté la llamada y la vi tan dulce, tan hermosa y tan mentirosa no la dañaría de nuevo aunque se lo merecía no la volvería a golpear, hice que regresáramos y llamé a la orden para que le hicieran las pruebas en cuanto llegáramos quería que pagara, pero no sería yo el ejecutor, no podía tenerla cerca, como podía amar a la asesina de mi hermana era una deshonra para la memoria de mi familia.
Llamé a que me trajeran al que investigó todo y no hay rastros de él como si se lo hubiese tragado la tierra, salí a tomar ese día para no hacerle el amor como un loco y perdonarle todo con tan solo ver esa dulce sonrisa que me derrite.
Estuve toda la noche en el bar, Jimena quería que me fuera con ella y me negué, no quería a nadie más solo a esa coneja mentirosa y cruel.
Al día siguiente la vi con esa hermosa sonrisa y llamándome amor casi caigo, pero no lo hice, llamé a la orden y ella fue a su prueba y yo quedé preocupado, ya que la misión era matar aún hombre poderoso y aunque era buena con eso salir era casi imposible, quería pedirle que no fuera así que me fui de la casa para no caer, Jimena no paro de pedirme intentarlo y le dije que estaba bien solo para que me dejara pensar tranquilo, me avisaron que ella había pasado la prueba así que solo faltaba la mía, no la iba a enfrentar ahora si ella sobrevivía lo haría después porque de hacerlo yo tendría que hacer esa prueba peligrosa.
Me fui al despacho y Jimena comenzó a hablar y a pedirme que le dijera y cuando le estaba diciendo el porqué no lo hacía aún, ella me enfrentó, se veía hermosa a pesar de los golpes en su cara, vi qué tenía un disparo y quería abrazarla, pero la rabia me ganó y discutimos, cuando ella me dijo que ese puñal era de su amiga una idea retorcida paso por mi cabeza sería posible... Pero fuimos interrumpidos.
Un guardia de la orden entró y ella accedió a irse como era posible que pasara por mi prueba sabiendo lo que le hice, esta mujer cada vez me sorprendía más, intenté que me explicará, pero se negó y las últimas palabras que me dijo quedarían marcadas en mi mente para siempre, Odette salió al centro de la sala, vi a Antuan implorarle que no lo hiciera y la rabia acompañada de los celos me ganó, moría por saber que él la deseaba.
La orden envió a su verdugo, la giraron y ya tenía una ropa deportiva y su bata, la bajó y el hombre terriblemente corpulento con un látigo comenzó a golpearle su espalda ella aguantaba y gemía de dolor cuando alguno se escapaba de su boca, como hacía con ese disparo al que solo cubrieron con una venda, luego le pusieron electricidad y ella gritaba mientras yo apretaba mis ojos, no quería ver me acerqué al líder y pedí relevarla y se negó, dijo que ya había empezado, después de eso fue rociada con alcohol y calló de rodillas por el dolor aunque se recompuso y con su mentón en alto y sus dientes apretados lo aguantó ahora sí venía la prueba.
La verdadera prueba era pelear con hombres sanguinarios, fueron tres hombres grandes y corpulentos, uno era piel morena, clara y cabello castaño, de metro ochenta, él otro era de piel oscura, de metro ochenta, y algo era más alto que el anterior y tenía su cabello negro y rizado, el tercero era de piel clara, cabello rubio y largo, de un metro noventa o más y tenía el cuerpo lleno de cicatrices, la iban a matar.
Odette comenzó siendo derribada, le dieron patadas y yo sufría con ella, quería entrar, pero era sostenido por dos guardias de la orden, ella se levantó y como si de danza se tratara comenzó a golpearlos y derribó al primero, como la batalla era libre esta agarró de la mesa de armas varios cuchillos y acabó con el de piel oscura quedando solo con el rubio, siguieron peleando y ella atacaba en sus piernas una vez allí lo golpeó de una patada, vaya no sabía eso de ella.
el hombre agarró una daga grande y comenzó a querer apuñalarla, pero ella era más rápida, la pequeña agarró un cuchillo y se lo lanzó tirándolo al suelo, pero entonces una voz Resonó en la sala, mis ojos se abrieron al igual que los de Antuan, cuando ella escuchó la voz giró dándole la espalda a su oponente, una joven rubia, hermosa y muy preocupada corrió para acercarse a ella.
—Qué sucede, hermana, por qué estás aquí, vámonos— gritó la joven y Odette se desesperó.
—No amiga, no hermana, huye, ellos te quieren matar, huye, corre, gritaba desesperada, vi la desesperación en su cara, el canalla de su oponente, la atravesó con un enorme cuchillo parecido a una espada, ella Aún preocupada por su amiga se arrancó el cuchillo y se lo enterró en la garganta dejándolo en el sitio y se giró para con la misma arma proteger a su amiga, la colocó en su espalda cuando me acerqué.
—Aléjate no dejaré que la dañes— dijo y flaqueó un poco, la herida le botaba mucha sangre, vi al líder supremo de la orden querer agarrarla, pero ella seguía protegiendo a su amiga.
—No te dejaré matarla, mátame a mí, no me la quites, tienes razón, yo maté a tu hermana, fui yo, mátame a mí, sígueme torturando a mí, a ella no.— gritó desesperada haciendo formar un nudo en la garganta, quería agarrarla, pero no dejaba, de repente cayó, la sangre que había botado era mucha le cayó en los brazos a Elizaveta.
Sí, liza, mi hermana era la amiga que tanto ella protegía, yo la torturé y la martirice por un maldito malentendido, me odié esa noche, mi hermana gritaba con ella en sus brazos y me miró con rabia y decepción, Antuan la abrazó y besaba su frente desesperado.
—Angelita, no te vayas por favor, Angelita, mi pequeña, no te vayas por favor— gritaba como loco, el líder supremo también se arrodilló cerca de ella y lo vi llorar y gritar de dolor, yo me acerqué, pero liza no me dejó.
—No la toques bestia, aléjate de mi hermana— gritó como loca.
—Rápido un médico— ordené desesperado, pero mi hermana dijo.
—No hay tiempo, hay que sacarla de Aquí — el del concejo se la llevó en brazos y los tres se fueron, no me quisieron decir a dónde iban, tuve que perseguir el auto, pero era tarde había perdido a mi conejita.