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La Sombra Del Olvido

La Sombra Del Olvido

Status: En proceso
Genre:Casos sin resolver
Popularitas:2k
Nilai: 5
nombre de autor: Camila Vegas

En un remoto pueblo donde la niebla nunca se disipa, se encuentran vestigios de un antiguo secreto que atormenta a sus habitantes. Cuando Clara, una joven periodista, llega en busca de respuestas sobre la misteriosa desaparición de su hermana, descubre que cada residente guarda un oscuro pasado.

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Capítulo 7: Los sonidos del Pasado

Clara despertó lentamente, sintiendo cómo el frío de la noche había dado paso al calor de la mañana. Abrió los ojos y vio el cielo despejado, el azul sereno que le parecía extraño después de los eventos de la noche anterior. A su alrededor, el bosque de San Everardo había cambiado. Los árboles, que antes parecían doblarse bajo el peso de una oscuridad latente, se alzaban ahora erguidos y brillaban con el rocío matutino. El aire estaba cargado de frescura, sin el olor a humedad y decadencia que siempre había acompañado a la presencia de la sombra.

Se incorporó con dificultad, su cuerpo agotado y adolorido, como si hubiera librado una batalla física y no solo espiritual. Al girar la cabeza, vio que el amuleto roto seguía en el suelo, sus fragmentos de piedra negra esparcidos entre la hierba. Cada pedazo aún emanaba un leve resplandor, como una chispa que se apagaba lentamente.

Con un suspiro, Clara se inclinó para recoger los fragmentos y guardarlos en su bolsillo. No sabía si alguna vez tendría que explicar a alguien lo que había ocurrido, pero sentía que esos pedazos eran un recordatorio de lo que había sacrificado y de lo que había ganado. Mientras se levantaba, vio que la anciana estaba de pie al borde del claro, observándola con una mezcla de asombro y algo parecido al respeto.

—Lo lograste —murmuró la anciana, con la voz entrecortada por la emoción—. El pacto ha sido roto, y la sombra ya no está. Has liberado a San Everardo, Clara.

Clara asintió, aunque sentía una pesadez en el pecho. La presencia de la sombra se había desvanecido, y con ella, también la posibilidad de volver a ver a Sofía, aunque fuera solo en visiones. Aún recordaba la última sonrisa de su hermana, un eco en su mente que la reconfortaba y la entristecía al mismo tiempo.

—¿Qué pasará ahora? —preguntó Clara, mirando a la anciana a los ojos—. El bosque ya no está maldito, pero... ¿cómo le explicamos al pueblo lo que ha pasado? ¿Qué significará esto para ellos?

La anciana sonrió con una ternura melancólica.

—San Everardo tiene una oportunidad de renacer, de ser libre de esa carga que nos mantenía atrapados. Pero algunos de los que han vivido aquí no recordarán cómo vivir sin el miedo. A muchos les costará aceptar que la sombra ya no está. Tendremos que encontrar un nuevo propósito... y eso tomará tiempo.

Clara sabía que la anciana tenía razón. El miedo había sido una sombra que se extendía no solo sobre el bosque, sino también sobre las mentes de los habitantes del pueblo, moldeando su forma de vivir, de pensar, de rezar. Sin esa amenaza constante, muchos de ellos se sentirían perdidos. Pero Clara también sintió un atisbo de esperanza, una chispa de renovación que no había sentido desde que Sofía desapareció.

—Quizás pueda ayudarles a encontrar ese nuevo propósito —dijo Clara, más para sí misma que para la anciana—. Tal vez mi hermana y yo... aún podemos hacer una diferencia, aunque ella ya no esté.

La anciana asintió lentamente, y sus ojos se nublaron con una lágrima que no llegó a caer.

—Ella estaría orgullosa de ti, Clara. Has hecho lo que muchos no se atrevieron a intentar. Has traído la paz a su alma, y a las almas de los que fueron tomados. No la olvides, pero tampoco te olvides de ti misma. Tú también mereces encontrar la paz.

Las palabras de la anciana resonaron en el corazón de Clara. Sabía que el duelo por Sofía no desaparecería de inmediato, que siempre habría una parte de ella que anhelaría la presencia de su hermana. Pero por primera vez en mucho tiempo, sintió que la vida le ofrecía algo más que preguntas sin respuesta y noches en vela. Había un futuro por delante, uno que ella misma podría moldear.

—Gracias —dijo Clara, su voz quebrada por la emoción—. No sé si podré hacerlo sola, pero... haré lo que pueda.

La anciana le tomó la mano y la apretó con una fuerza inesperada para alguien de su edad.

—No estás sola, Clara. No más.

El silencio que siguió fue reconfortante, y Clara sintió que la carga que había llevado por tanto tiempo se aligeraba un poco más. Juntas, regresaron al pueblo, caminando entre los árboles que ahora se sentían más acogedores, como si las hojas susurraran agradecimientos por la liberación.

Al llegar a San Everardo, los habitantes las recibieron con miradas curiosas y desconcertadas. Algunos notaron la diferencia en el ambiente, el cambio sutil en el aire, como si el pueblo mismo respirara más ligero. Clara y la anciana compartieron su historia, omitiendo algunos detalles que sabían que la gente no entendería. Hablaron de un antiguo mal que había sido derrotado y de un nuevo amanecer para todos.

El pueblo reaccionó con una mezcla de escepticismo y esperanza. Algunos se aferraron a su incredulidad, incapaces de aceptar que la oscuridad que había acechado durante generaciones ya no estaba. Pero otros, los que más habían sufrido las pérdidas, encontraron consuelo en las palabras de Clara y la anciana, y comenzaron a imaginar un futuro diferente para San Everardo.

Con el tiempo, el claro donde Clara enfrentó a la sombra se convirtió en un lugar de encuentro para el pueblo, un sitio donde se celebraban ceremonias de recuerdo y renacimiento. Clara visitaba el claro con frecuencia, sentándose junto al árbol donde había sentido la presencia de Sofía por última vez. Siempre llevaba consigo los fragmentos del amuleto, como un símbolo de la lucha que había librado y de la conexión con su hermana.

Una tarde, mientras el sol se ponía, Clara sintió una brisa suave que acariciaba su rostro, y escuchó un susurro en el viento, un sonido apenas perceptible que le resultó familiar:

*"Gracias, Clara. Siempre estaré contigo."*

Clara cerró los ojos, dejando que las lágrimas rodaran libremente, pero esta vez eran lágrimas de aceptación y no de dolor. Sabía que Sofía se había ido, pero su esencia vivía en los rincones luminosos de su memoria, y en cada nueva esperanza que florecía en San Everardo.

Clara miró al cielo teñido de tonos naranjas y rojos, y supo que la sombra había sido vencida no solo en el bosque, sino también en su corazón. El futuro estaba lleno de incógnitas, pero ya no le temía a la oscuridad. Había descubierto que incluso la sombra más densa podía ser desafiada, y que, con valentía, podía encontrar la luz en medio de las tinieblas.

San Everardo, ahora libre de su maldición, empezaba a transformarse. Clara también, y mientras caminaba de regreso al pueblo, sonrió con la certeza de que había encontrado su lugar, su propósito, y una paz que nunca había creído posible.

El ciclo había sido roto, y con ello, la historia de la sombra se desvanecía en las páginas del pasado. Pero el recuerdo de Sofía, la fuerza de Clara y el nuevo comienzo de San Everardo perdurarían, como un faro de esperanza, más allá de cualquier oscuridad.

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Francia Silva de Luna
Excelente
Liand AR
Excelente historia ❤️
karen B: Gracias 🙂
total 1 replies
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