Nuestro genio Máximo Santibáñez, se enfrentará al reto más difícil de su vida. Él deberá luchar con toda su inteligencia, para vencer todos los obstáculos y convertirse en el héroe de su pequeño hijo. Máximo Jr. un niño genio que supera por mucho la inteligencia de su padre.
¿Podrá Máximo Santibáñez estar a la altura de las circunstancias?
¿Logrará ganarse el corazón de su pequeño hijo?
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CAPÍTULO 23
Celina se sintió aliviada de haber quitado la mitad de la carga de su conciencia. Ahora solo le quedaba la más importante, pero también la más pesada.
Ella levantó la barbilla de su hijo y lo miró a los ojos.
—Él va a adorarte aún más. Ya él te ama y ahora solo tendrá la seguridad de que nadie puede separarte de él. Por lo menos dejará de pelearse con los doctores por ti.
—¿Por mí? Será por ti. Mami él te mira con la misma cara de cachorro que te mira, mi padrino. Yo lo he observado. —le dijo el pequeño, mostrando una sonrisa traviesa.
—No digas eso, Máximo Jr. Jhonson usted solo tiene dos años. No debe hablar de amor.
El pequeño se sonrió y el ambiente lúgubre se dispersó, solo por un momento.
Ellos se abrazaron y continuaron hablando de otras cosas. Celina quería disfrutar todo lo posible de su pequeño.
Mientras tanto en Italia...
Una familia entera se preparaba para recibir a su primogénito.
Genoveva estaba doblemente emocionada. Ella se encontraría con su hijo y a su vez encontraría una pista sobre su nieto.
Cristiano trataba de calmarla. Ella estaba impaciente y caminaba de un lugar a otro, esperando la llamada de su hijo. Ella quería recibirlo en el aeropuerto, pero él le pidió que lo esperara en su casa
Algunas horas más pasaron y el gran portón se abrió.
Genoveva corrió hacia la entrada y se sonrió al ver un Jeep militar estacionarse en su puerta.
Máximo trataba de disimular su tristeza, él se había llenado de ilusiones de llegar con su pequeño soldado. Pero no descansará hasta convencerlo.
Él había llegado con su familia y estaba feliz, sobre todo de ver a su abeja reina, pero también quería regresar y estar con su nueva familia.
—¡Hijo! Mi pequeño tesoro. —le dijo Genoveva, corriendo hacia él y abrazándolo.
Los soldados que acompañaban a Máximo, mordieron sus labios para no burlarse de su superior.
—Te amo mi Reina —le dijo Máximo, levantándola en sus brazos y girando con ella.
Después, Máximo saludó a su padre, a su padrino y a sus hermanos, menos a Sebastián que se había alejado, porque estaba molesto con su hermano, o mejor dicho, aún estaba celoso.
Máximo buscó con la mirada al tonto, pero no lo encontró. Entonces, caminó hacia el gimnasio y ahí lo encontró golpeando la bolsa de boxeo.
—¿Sabes que es cobarde, golpear a quien no puede defenderse? —le dijo Máximo a su hermano.
Entonces, Sebastián se abrazó a la bolsa para tratar de recuperar el aire. Estaba exhausto de tanto descargar su enfado.
—También es de cobarde traicionar a tu mejor amigo. —le dijo Sebastián, con un tono de reproche.
—Vamos Sebas. No te comportes como un niño pequeño.
—Déjame en paz, vete con tu nuevo mejor amigo y no molestes. —le dijo su hermano, alejándose de él.
—Sebastián te ves tan ridículo, peleándote con un niño de seis años. Es mi pequeño soldado.
—¿Un niño? ¿Tú me dejas cuidando a tus hijos y te vas a cuidar de hijos ajenos? —le preguntó Sebastián con un tono de burla.
—Este niño es mío, me lo regaló la vida. Y pronto será tuyo también. Porque quiero tenerlo conmigo.
—¿Acaso has enloquecido? Tú dijiste, que aún no quieres hijos. Ahora resulta que tienes un hijo, ¿o será que su madre es hermosa y quieres enamorar al pequeño primero? —le preguntó Sebastián, señalándolo con el dedo.
Máximo no pudo evitar reír por la actitud tan infantil de su hermano. Aunque había acertado en algo. La madre del niño era hermosa.
—Sebastián, no voy a decirte nada, porque eres un soplón, pero podrás acompañarme cuando regrese con él.
—¿Lo prometes? Solo así te perdonaré, pero le dejaré claro a ese niño que no puede robarle el lugar a su tío. Él puede ser tu mejor hijo, pero solamente yo puedo ser tu mejor amigo.
—Ja, ja, ja. Lo prometo. Ahora cierra la boca y vamos con los demás.
Los dos hermanos regresaron abrazados a la sala y Genoveva les sonrió.
Después de arreglar el malentendido, todos se sentaron a almorzar y Máximo se sentía feliz estando con su familia. Sin embargo, había un gran vacío que no lo dejaba sonreír. Él sabía bien, que era la ausencia de su nueva familia, lo que lo agobiaba.
Por eso, él fingía cada sonrisa que les brindaba, mientras trataba de escapar de la mirada inquisitiva de su madre. Él sabía, que lo estaba analizando y que le esperaba una larga conversación con ella y la mirada de compasión de su padrino le advertía que estaba en problemas.
Toda la comida transcurrió entre risas y bromas.
Sus hermanos estaban felices de tenerlo de regreso. Ellos disfrutaban de la compañía de su sargento gruñón.
Después, todos se reunieron alrededor de la piscina y Máximo no pudo evitar imaginar a su pequeño soldado, disfrutar de ese lugar y del calor de su familia.
Esto lo llenó de nostalgia, hasta que una mano se posó en su hombro.
—¿Qué pasa mi pequeño genio? ¿A qué se debe, ese rastro de tristeza, en tus ojos?
Máximo sonrió al ver que nada se le escapaba al gran Cristiano Santoro.
Máximo observó a ambos lados, para confirmar que nadie más estaba escuchando.
Entonces dejó ver su sonrisa de tonto enamorado y se confesó con su padrino.
—Padrino, debo felicitarte. Porque definitivamente eres un experto en el amor. Debo confesarte que conocí a una mujer que me trae en las nubes.
—¡How!, y ¿por qué no la trajiste contigo?
—Porque está un poco indispuesta, pero apenas se recupere. La conocerás y lo mejor es que tiene un pequeño bebé que se robó mi corazón. Tienes 6 años y es mi mejor soldado. Y mi primer hijo.
Cristiano no podía creer lo que estaba escuchando. Esta conversación iba en el sentido contrario de la que habían tenido anteriormente y en este sentido Cristiano se sentía satisfecho, de que una mujer penetrara esa dura coraza del corazón de su pequeño genio.