En el lujoso mundo de los negocios, donde el poder y la codicia son la regla, surge una historia de amor llena de traiciones, celos y secretos ocultos. "Sombras de Pasión" narra la vida de Sofía Valente, una joven mujer independiente y decidida, que lucha por cumplir sus sueños en un mundo controlado por hombres de hierro. A lo largo de la novela, su vida se entrelazará con la de Gabriel Ríos, un empresario frío, calculador y exitoso, cuya única pasión parece ser el dinero y el control.
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Capítulo 13: Jugando con el Fuego
Al día siguiente, el ambiente en la oficina de Valente era sorprendentemente relajado. El eco del escándalo de Lucas aún resonaba en los pasillos, pero las cosas habían comenzado a estabilizarse. Sofía había pasado la mañana entre reuniones, mensajes y correos, manteniendo el barco a flote. Sin embargo, a pesar de la aparente calma en la empresa, dentro de ella había una tormenta.
Su mente volvía, una y otra vez, a la conversación con Gabriel. No podía dejar de pensar en su mirada, en cómo sus palabras parecían cargadas de más significado del que mostraban en la superficie. ¿Qué quería realmente Gabriel de ella? Y más importante aún, ¿qué quería ella de él?
Justo cuando estaba a punto de sumergirse en otro correo interminable, alguien llamó a la puerta de su oficina.
—Adelante —dijo Sofía, intentando parecer ocupada.
Gabriel apareció, esta vez con una sonrisa ligeramente distinta, menos calculada, más relajada.
—Espero no estar interrumpiendo tu reino —dijo con una pizca de sarcasmo.
Sofía levantó la vista de la pantalla, arqueando una ceja.
—Si no fuera porque estoy ocupada salvando una empresa, tal vez hasta disfrutaría tu sentido del humor.
Gabriel se rió, caminando hasta su escritorio con la confianza de alguien que no conocía límites. Se sentó frente a ella sin ser invitado y dejó un sobre de color crema en la mesa.
—¿Qué es esto? —preguntó Sofía, mirando el sobre como si fuera una bomba a punto de explotar.
—Una invitación. —Gabriel se acomodó en la silla, cruzando una pierna sobre la otra—. Cena esta noche. No es nada oficial, solo un par de empresarios que deben compartir ideas. Y quizás una copa de vino.
Sofía lo miró, intentando descifrar sus intenciones. Sabía que cada movimiento de Gabriel tenía una razón detrás, y este no sería la excepción.
—¿Cena? —repitió, escéptica—. ¿Negocios o placer?
Gabriel inclinó la cabeza, sonriendo de lado.
—Lo que prefieras. Pero te aseguro que ambos la pasarán bien.
Sofía lo observó por un momento, sopesando la invitación. Sabía que había algo más detrás de la oferta, pero también sabía que no podía resistir la tentación de descubrirlo. Gabriel era un hombre complicado, pero si algo la definía era su capacidad para enfrentarse a los desafíos.
—Está bien —dijo finalmente, tomando el sobre con una mano firme—. Pero si esto es algún tipo de truco, Gabriel, lo sabré. Y no me gusta que jueguen conmigo.
Él sonrió más ampliamente, como si hubiera esperado esa respuesta.
—Lo tendré en cuenta. —Se levantó de la silla—. Nos vemos esta noche. Y no te preocupes, prometo comportarme.
Sofía se reclinó en su silla, observándolo salir. Sabía que, aunque las palabras de Gabriel sonaran inocentes, había más en juego. Y esta cena sería algo más que una simple conversación entre empresarios.
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Esa noche, Sofía se preparó con más cuidado del habitual. Se dijo a sí misma que solo era una cena, un encuentro profesional. Pero mientras se miraba en el espejo, su mente no podía evitar pensar en lo que esa noche podría traer. ¿Era solo su imaginación, o realmente había algo entre ella y Gabriel que iba más allá de los negocios?
Llegó al restaurante unos minutos antes de lo acordado. El lugar era elegante, íntimo, iluminado con luces tenues que creaban una atmósfera seductora. Gabriel ya estaba allí, esperándola en una mesa cerca de una ventana que ofrecía una vista impresionante de la ciudad nocturna.
—Puntual, como siempre —dijo él, levantándose para saludarla.
—No me gusta hacer esperar a la gente —respondió Sofía, mientras él le retiraba la silla.
—Eso lo sé. —Gabriel la observó sentarse, sus ojos recorriéndola con una mezcla de admiración y algo más que Sofía no supo descifrar del todo—. Espero que este lugar esté a la altura.
—Es bonito. Aunque no es lo que esperaba de ti —comentó ella, mirando alrededor—. Pensé que serías más de lugares ultramodernos y fríos.
Gabriel rió suavemente.
—A veces, las apariencias engañan.
La cena comenzó tranquila, hablando de cosas superficiales, compartiendo algunos detalles sobre el estado de Valente y sus planes a corto plazo. Sin embargo, conforme la noche avanzaba, las barreras entre ellos parecían desvanecerse. Las conversaciones de trabajo se fueron desvaneciendo y, de alguna manera, comenzaron a hablar de temas más personales, más íntimos.
—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó Gabriel, después de un sorbo de vino—. No me refiero solo a Valente, sino a cómo te convertiste en quien eres. Es una historia interesante, estoy seguro.
Sofía se quedó pensativa por un momento. Era raro que alguien le preguntara sobre su vida de esa manera, y menos alguien como Gabriel.
—Supongo que soy lo que siempre he tenido que ser. —Jugó con el borde de su copa de vino—. Mi familia, Valente, todo me ha empujado en esa dirección. Aprendí rápido que, en este mundo, o luchas por lo que es tuyo, o alguien más lo toma.
—Lo sé bien —dijo Gabriel, su tono más serio de lo habitual—. Aunque no me imagino que sea fácil para ti.
—¿Y para ti lo es? —Sofía lo miró fijamente—. No me digas que tu vida ha sido simple. No llegas a donde estás sin romper algunos corazones por el camino.
Gabriel sonrió, pero era una sonrisa más amarga esta vez.
—Digamos que he aprendido a jugar. Pero eso no significa que no haya dejado algunas cosas atrás. O personas.
Sofía sintió que, por un breve momento, Gabriel había bajado su guardia. La fachada impenetrable que siempre llevaba puesta parecía desmoronarse, aunque fuera solo por un segundo. Y en ese segundo, ella lo vio de manera diferente: no solo como el hombre calculador y frío, sino como alguien que también había tenido que luchar por cada centímetro de su éxito.
—Todos hemos perdido algo —dijo ella suavemente.
El silencio que siguió no fue incómodo, sino cargado de significado. Las palabras no dichas entre ellos comenzaban a tomar forma, y aunque ninguno de los dos estaba listo para admitirlo, la tensión era palpable.
Finalmente, Gabriel rompió el silencio, levantando su copa.
—Por Valente, entonces. Y por nosotros, los que hemos tenido que luchar para estar donde estamos.
Sofía levantó su copa, sus ojos fijos en los de Gabriel.
—Por Valente —dijo, aunque en el fondo, sabía que brindaba por algo más.
El tintineo de las copas resonó en el aire, un sonido que marcaba el inicio de algo nuevo entre ellos. Mientras la noche avanzaba, la sensación de que algo más profundo estaba por suceder se hacía más fuerte. Las palabras fluyeron con más facilidad, las miradas se alargaron, y la distancia entre ellos se fue reduciendo.
Sofía no estaba segura de hacia dónde la llevaría este juego con Gabriel, pero sabía que lo descubriría. Y, por primera vez en mucho tiempo, no le importaba correr el riesgo.