Prisionera Del Ruso

—Señora por favor, cuénteme lo que le sucedió— Anika me ha estado persiguiendo un buen rato tratando de hacer que le diga lo que me ha ocurrido.

—Ya te dije que no pasó nada, Anika. Estoy bien— Fuera del hecho de un pequeño dolor en mi cuello, estoy bien. —Mejor busca en esas gavetas algún pañuelo y pásamelo.

Haciendo pucheros se marchó en busca de lo que le pedí, no creo que el maquillaje pueda ocultar estas marcas, lo único que se me ocurre es llevar bufanda y pañuelos y usar como excusa el frío.

—Aquí tiene— Me pasó de mala gana el pañuelo color ciruela. Aunque trate de parecer enojada con esto me queda claro que aún está pendiente de cada detalle. Escogió el pañuelo perfectamente a juego con mi vestimenta.

—Ya no estés enojada, Anika. No me gusta verte así.

—A mi no me gusta verla así señora. Se lo mucho que está sufriendo, usted es muy buena conmigo, con todos en realidad. No debería ser tratada así— Me acerqué a ella y la tomé de las manos.

—Esto será algo pasajero, Anika. Pronto volveré a mi casa, seré libre para poder volver a ser feliz—

—Paula— Tan pronto como se dio cuenta de la figura en la puerta observándonos separó sus manos de las mías nerviosa.

—¿Qué quieres Andrey? ¿Ya se te pasó la borrachera?

—No estoy aquí para pelear contigo, vámonos— ¿Vámonos? ¿a dónde? yo no pienso poner un solo pie fuera de esta casa con él. No si Diego no está conmigo.

—No voy a ir a ningún lado contigo— Ni siquiera tiene el descaro de pedirme disculpas, aunque dudo mucho que recuerde algo.

—Paula hazme las cosas sencillas quieres. Anika, ponle el vientre falso rápido, tenemos que irnos— Dejó de tocarse la comisura de la nariz y dio unos pasos hacia nosotras. —Esto es importante, así que, colócate el vientre falso y vámonos ya o te sacaré por la fuerza.

Se que es capaz de hacerlo, ya una vez me llevó a rastras hasta el comedor y viendo las circunstancias de anoche, no creo que debería enfurecerlo más.

—Está bien, vamos. Pero antes, quiero saber a dónde iremos— Al menos tengo que estar segura si vale la pena arriesgarme a ir con él sin luchar.

—A mi oficina. Y ya deja la preguntadera,— Anika fue en búsqueda del vientre falso y me lo colocó de prisa un poco nerviosa por la insistencia de Andrey. Cuando terminó, Andrey me tomó de la muñeca y me guio hasta fuera de la casa en donde estaba su auto esperándonos.

Parece que han pasado años desde la última vez que me subí a este auto con Andrey. Desde que mis ilusiones de casada se fueron por el caño al enterarme de quien es mi marido verdaderamente.

—¿A qué se debe tu repentino interés de que vaya a tu oficina?— Guardo silencio y se recostó en su asiento. —¿No vas a contestarme? ¿Quiero saber para qué me necesitas? Andrey, te estoy hablando, ¿Qué quieres hacer conmigo? Si te atreves hacerme algo te aseguro que...

—YA CÁLLATE, PAULA. Te juro que eres la mujer más desesperante y angustiante que he conocido.

—Si tanto te molesto, entonces déjame ir, déjame volver a mi casa, con mi madre.

—No no lo haré. No hasta que consiga lo que quiero.

—¿Tan importante son esos terrenos para ti? ¿Por qué no buscas otros? Esos terrenos de mi familia no tienen nada de especial.

—Los viñedos de tu familia son uno de los más famosos del mundo. Son la perfecta fachada para lo que tengo en mente.

—¿Pero porqué obtenerlos de esta forma? ¿Por qué no pediste comprarlos?

—¿Los habrías vendido?

—Por supuesto que no— Esos viñedos han pertenecido a mi familia por generaciones, tanto mi abuelo como mi padre se partieron el lomo por sacarlos adelante.

—Ahora entiendes. La única forma legal y voluntaria de obtenerlos era casándome contigo, no tuve otra opción.

—¿Desde cuando planeaste todo esto? ¿Alguna vez sentiste algo por mi? o ¿desde un principio todo fue falso?

—Hace mucho intenté comprarle esos terrenos a tu padre pero el muy arrogante se negó. Una vez que me enteré que había muerto y tu, su única hija, heredaste todo supe que era mi oportunidad.

—Eres un infeliz. Mientras yo viva me encargaré de que nunca obtengas esas tierras— No puedo creer como tenía todo calculado desde un principio. Para él yo solo fui una simple pieza de ajedrez en su juego.