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Mi Suggar Es Un Mafioso

Mi Suggar Es Un Mafioso

Status: Terminada
Genre:Romance / Amor prohibido / Posesivo / Mafia / Diferencia de edad / Completas
Popularitas:2M
Nilai: 5
nombre de autor: Celina González ♥️

En las calles vibrantes, pero peligrosas de Medellín, Zaira, una joven brillante y luchadora de 25 años, está a tres semestres de alcanzar su sueño de graduarse. Sin embargo, la pobreza amenaza con arrebatarle su futuro. En un intento desesperado, accede a acompañar a su mejor amiga a un club exclusivo, sin imaginar que sería una trampa.

Allí, en medio de luces tenues y promesas vacías, se cruza con Leonardo Santos, un hombre de 49 años, magnate de negocios oscuros, atormentado por el asesinato de su esposa e hijo. Una noche de pasión los une irremediablemente, arrastrándola a un mundo donde el amor es un riesgo y cada caricia puede costar la vida.

Mientras Zaira lucha entre su moral, su deseo y el peligro que representa Leonardo, enemigos del pasado resurgen, dispuestos a acabar con ella para herir al implacable mafioso.
Traiciones, secretos, alianzas prohibidas y un amor que desafía la muerte.

NovelToon tiene autorización de Celina González ♥️ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 9

El sol del mediodía golpeaba sin piedad el patio central de la universidad, tiñendo las baldosas grises de un blanco enriquecedor. El aire olía a papel viejo, café derramado y sudor juvenil. Entre murmullos de estudiantes y el zumbido lejano de un cortacésped, Zaira caminaba deprisa, sus libros apretados contra el pecho, su mirada fija en el suelo como si con eso pudiera hacerse invisible.

El mensaje que había recibido de Tatiana, lo había dejado sin responder, seguía sin ánimos de escuchar sus disculpas falsas.

El calor la sofocaba, pero lo que más le pesaba era la sensación de que alguien la seguía. Un escalofrío le recorrió la espalda antes de escuchar la voz que más temía en ese momento.

—Zaira... —la llamó una voz femenina, apenas un susurro tenso entre la algarabía.

Se detuvo en seco. Cerró los ojos un instante, deseando no haber escuchado, pero el corazón, traicionero, ya le latía con violencia.

Cuando se giró, la vio.

Tatiana, parada a unos metros, vestida con unos jeans rotos, una blusa corta que dejaba al descubierto su ombligo y unas gafas enormes que no lograban ocultar el nerviosismo en su postura. Masticaba chicle de manera compulsiva, su pierna temblaba ligeramente.

—¿Qué quieres? —preguntó Zaira con voz seca, endureciendo la expresión para protegerse.

Tatiana se acercó, apartándose un mechón de cabello rubio del rostro con una mano temblorosa.

—Solo... quería hablar —balbuceó, bajando la voz al acercarse más—. ¿Tanto me odias? ¿Tan mal te trato ese hombre?

Zaira sintió como si un cubo de agua helada le cayera encima. Sus labios temblaron un segundo antes de apretarlos con fuerza. Quiso gritarle, escupirle todo el dolor, pero su garganta se cerró. En lugar de palabras, vinieron imágenes: las luces parpadeantes del club, el aliento agrio de desconocidos, las manos de Leonardo sujetándola, el sabor metálico del miedo en su lengua.

Un estremecimiento involuntario le recorrió el cuerpo, y su piel se erizó bajo la tela barata de su camiseta.

Tatiana lo notó. Se quitó las gafas de sol, revelando unos ojos castaños donde brillaba una mezcla de culpa y astucia.

—¿Ves? —murmuró, ladeando una sonrisa torcida—. No fue tan malo... No fuiste la única, Zaira. Solo fue una noche. Podrías tenerlo de nuevo... pero esta vez mejor.

—Se inclinó un poco, bajando la voz hasta convertirla en un susurro seductor—. Piénsalo. Como un Sugar Daddy. No te faltaría dinero jamás.

Zaira parpadeó, horrorizada.

—¿Qué... qué dices? —exclamó en voz baja, sintiendo cómo la rabia le hervía en las venas—. ¡No soy una puta, Tatiana! ¡No quiero vivir así!

Un par de estudiantes que pasaban cerca voltearon a mirar, curiosos. Zaira bajó el tono, pero sus ojos lanzaban chispas.

Tatiana suspiró, encogiéndose de hombros con fingida indiferencia.

—No es vivir así —dijo, haciendo un gesto vago con la mano—. Es aprovechar lo que tienes. Una cara bonita, un cuerpo que le gusta... podrías sacarle provecho. Mejor eso que matarte sirviendo cafés por un salario de mierda.

Las palabras se clavaron en Zaira como dardos envenenados. Bajó la mirada a sus zapatos viejos, sintiendo la miseria de su vida aplastarla, peso sobre peso. La rutina agotadora, la pobreza, la impotencia de ver a su madre envejecer antes de tiempo.

Pero al mismo tiempo, algo dentro de ella se rebelaba.

No quería ese camino. No quería ser como Tatiana, perdida en un mundo sucio de fiestas, hombres y dinero manchado.

Y sin embargo...

La imagen de Leonardo se filtró en su mente, traicionera.

Su rostro sombrío, su boca recorriendo su piel, sus manos grandes que la atrapaban, que la consumían. y por primera vez, sin la niebla del alcohol, su corazón dio un brinco de algo que no se atrevía a llamar deseo, pero tampoco era solo miedo.

—Piénsalo —repitió Tatiana, dando un paso atrás, sabiendo que había sembrado la semilla—. Me avisas.

Se colocó de nuevo las gafas de sol, giró sobre sus talones y se alejó, dejando detrás de sí el eco de sus tacones contra el pavimento caliente.

Zaira se quedó clavada en el mismo lugar, con los nudillos blancos de tanto apretar los libros contra su pecho. Las manos le temblaban, no solo de frío, sino de rabia contenida. Sentía que su piel ardía mientras por dentro una voz repetía, firme aunque rota.

—No soy una puta —murmuró entre dientes, apenas audible, como si al decirlo en voz alta pudiera sellar la verdad en su pecho.

Lo repitió una y otra vez, como un rezo sagrado, como un mantra desesperado que le impidiera desmoronarse. Pero cada palabra se le clavaba en la garganta como astillas, secándole la boca y empañándole los ojos.

El día continuó su curso indiferente. En el aula, las voces del profesor y los compañeros eran solo un zumbido lejano, como si estuviera sumergida bajo el agua. Los apuntes se acumulaban frente a ella, pero las letras danzaban sin sentido. Su bolígrafo se deslizaba torpemente sobre el papel, dejando garabatos vacíos, manchas de tinta y ansiedad.

La cafetería olía a grasa vieja, a café recalentado, a desesperanza. Zaira lavaba tazas con manos enrojecidas por el agua caliente y el jabón barato. El vapor empañaba los vidrios rotos del ventanal y se le pegaba al cabello y la piel como una segunda capa de cansancio. Cada vez que sonaba el timbre del horno, su estómago se contraía. Cada vez que escuchaba una risa masculina, sentía que una sombra le recorría la espalda.

Y aun así, la idea volvía. Persistente. Venenosa. Como una espina clavada en el pensamiento.

¿Verlo otra vez?

No para venderse. No para entregarse. Eso se lo repetía con fuerza, apretando los dientes hasta doler.

Quería enfrentarlo. Quería sostenerle la mirada sin bajar los ojos. Quería decirle, clara, firme, que ella no era un objeto. Que no podían comprarla. Que no podían ensuciar lo poco que le quedaba: su dignidad.

Esa noche, de regreso a su pequeña casa, el aire estaba denso, saturado de humo de autos y humedad. Entró, cerró la puerta con fuerza y se dejó caer sobre el colchón desvencijado en el suelo. Olía a polvo, a soledad.

Abrazó la almohada contra el pecho para no oír el goteo insistente de la gotera del baño, ese sonido que le martillaba la cabeza cada noche como si se burlara de su vida. A través de la ventana, apenas cubierta por una cortina deshilachada, entraban luces mortecinas de los postes de la calle. Su silueta se dibujaba temblorosa sobre la pared.

El corazón le latía en el pecho con fuerza, como si quisiera escapar. Como si presintiera lo que ella aún no podía nombrar.

—Tengo que ir —susurró al techo agrietado.

No era solo por él. Era por ella. Necesitaba dejarle claro que ella no se vendía.

Y sin embargo, muy en el fondo, había algo más. Algo que no quería admitir. Una corriente eléctrica, peligrosa, expectante.

¿Era miedo? ¿Era rabia? ¿Era deseo de saber quién era ese hombre?

Cerró los ojos con fuerza, como si pudiera apagar ese pensamiento con la oscuridad. Pero incluso la negrura de su cuarto parecía pesada esa noche. Densa. Cargada de un presagio que le oprimía el pecho.

1
Veronica Barrionuevo
Excelente novela. Pero me hubiera gustado que Tatiana viviera. Que Zaira y Leonardo la ayudasen con su adicción y me hubiera gustado también que quedara con Marcelo.
Vycthorya Go
🤗😀gracias escritora sigue escribiendo historias fabulosas como esta
Vycthorya Go
excelente historia bonito final
Vycthorya Go
hermosa historia muy bien hecha excelente enlace entre un capítulo y otro gracias escritora
Vycthorya Go
excelente historia
Vycthorya Go
Leonardo merece ser feliz y volver a formar un hogar
Vycthorya Go
ojalá y Leonardo pueda salir de ese modo de vida y vivir en paz
Vycthorya Go
es duro perder a un amigo en el camino, pero lamentablemente Tatiana tomó malas decisiones en su vida
Vycthorya Go
tal vez este herido o este limpiando todo lo que ha pasado para limpiar su pasado
Vycthorya Go
pobre Tatiana terminó con su vida solo por no luchar no aprendió de su mejor amiga a no darse por vencida y luchar duro para obtener lo que se necesita
Vycthorya Go
wow impactante capítulo
Vycthorya Go
por dios que todo salga bien de esta situación
Vycthorya Go
me pregunto siempre de que sirve estudiar, si no se te abren los ojos ni tu razonamiento de que algo no está bien caray aquí si me decepcione de la historia
Margarita Garcia
muy buena la redacción y hermosa gracias
Reina Martínez
hay no Zaire no te vallas a poner cómica...Ya te dijeron que el no sabia
sonya martz
encantadísima con la historia, muchas gracias autora
Yolanda Moreno Castaño
Bebé a bordooooo /Tongue//Tongue//Tongue//Tongue/
sonya martz
tienes que amarlo porque es sangre de tu sangre, y aunque no lo fuera, lleva la sangre de la mujer que amas...
sonya martz
que se puede esperar de Tatiana, ya vendió una vez a su amiga 🤷🏻‍♀️
Rubí Guillen
pronto va a descubrir que su vida está por cambiar completamente gracias a Leonardo es uno de los mejores libros que e leído /Heart/
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