ANGEL + DEMON

Tal vez... el Inframundo no era tan malo como lo murmuraban.

Si se salía de los estereotipos de lo que era considerado bello; la luz del cielo, las flores de colores, los arcoíris en tonalidades pastel... pero eso no significaba que existiesen cosas igual de hermosas como lo eran los bosques nocturnos, auroras boreales y las aguas místicas.

Luna podía admitir que estaba encantada, se sentía un poco culpable porque seguía traicionando su moral al ver las tierras infernales desde esa perspectiva. Sin embargo, era imposible no aceptar que aquella experiencia cambió su forma de ver las cosas por mucho...

—Supongo que me debes, otra vez. —Le habló Alister, mientras cargaba a su hermanita dormida en brazos, retornando a la casa.

—Mi vida no estaba en riesgo, déjate de tonterías. —Rechistó la serafín.

Al llegar a la casa el demonio fue directo a dejar a Alison en la cama, la arropó y le permitió descansar junto a su conejito de peluche. La pequeña liberaba una inconsciente sonrisa de felicidad por haber superado los miedos que tenía.

—Bien, lo admito. —Dijo Alister apenas se reunió con Luna en la sala nuevamente. —Ya no sé qué excusas poner para que vengas, palomita.

Luna quedó anonadada con aquella confesión, incluso hizo lo posible para disimular su sonrojo. Todo lo contrario a Alister que la miraba con soltura y diversión, aspectos que para Luna eran irritantes, pero al mismo tiempo encantadores.

—Esto no es correcto. —Fue lo único que pudo decir la ángel en medio de esa situación incómoda para ella.

—¿Por qué? Se supone que es legal ahora...

—No, no es eso. —Luna no sabía como articular sus palabras. Honestamente, todo seguía siendo confuso. —¿Por qué eres así Alister? ¿Por qué conmigo? ¿Por qué... estás tan empeñado en tratar de salvarme?

Alister lo hacía porque ese era su trabajo, de eso vivía, suponía que era por costumbre. A su vez, el caso de Luna era similar al de Zero. No obstante, había algo en Luna totalmente diferente que llamaba la atención del demonio.

Lo primero que lo cautivó eran sus alas angelicales. Zero no tenía alas, le fueron arrancadas, por lo que era la primera vez que Alister pudo presenciar una cosa tan delicada y hermosa. Claro, lo hizo mientras ella estaba inconsciente.

Y lo segundo era su personalidad. No es que su palomita tuviese un carácter agradable, para nada, tenía una actitud completamente despreciable; terca, amargada, egoísta, prejuiciosa... pero dentro de todo eso destacaba una especie de pureza en Luna, una pureza que Alister se sentía tentado en romper.

—Solo me gusta tocarte. —Reveló el demonio desapareciendo la distancia entre él y la serafín. —Tus alas me llaman.

—¿Mis alas? O sea que solo te interesan mis alas.

—En realidad me interesa todo. —Murmuró Alister seductor. —Tus alas, tu piel e incluso tu mente me llaman hacia ti.

—E-Eres un asqueroso. —Tembló una Luna sonrojada de los nervios. —Ya quisieras poder propasarte conmigo.

—Nunca digas que de esta agua nunca beberé. —Dijo Alister de manera socarrona. —Pueden salir las cosas en tu contra.

La distancia entre ambos era tan corta que Luna pensó que en cualquier momento sus labios se juntarían. No obstante, pasó algo que Luna consideró "peor" que un beso. El médico se apartó para luego quitarse su camisa descaradamente ante los ojos de la ángel.

Las mejillas de Luna estaban a punto de explotar, no sólo el atractivo pecho del demonio llamó su atención, sino la aparición inesperada de dos alas con plumaje rojo y negro. Se notaba que a diferencia de las suyas aquellas alas eran más rústicas al tacto.

—¿T-Tu tienes alas? —Dudó Luna sorprendida.

—Suelen estorbar. —Mencionó el demonio indiferente. —Igual, antes del tratado de paz no se permitía que los demonios volaran si no querían ser cazados como patos.

—¿Dices que no sabes volar?

—¿Dónde podría? —Alister se alzó de hombros. —De todos modos no me molesta, caminar es bueno para la salud.

—Y... ¿No te gustaría aprender? —Comentó Luna.

—Me halaga que quieras enseñarme. —Contestó el médico con entusiasmo mientras se sentaba en un sillón individual, quedando de frente a la ángel.

—¡No, no, no! Yo nunca dije eso... —Negó Luna de inmediato, haciendo reír al demonio a carcajadas. —¡Deja de reírte de mi! ¡O me largo!

—No puedes irte hasta que acordemos la manera en que vas a pagarme, palomita. —Aclaró Alister sin borrar su sonrisa.

—¿No te basta con que cuide a Alison?

—Mañana me tomaré el día libre, y ahora que Alison conoce el exterior creo que es momento de inscribirla en una escuela. —Argumentó el demonio, tomando por sorpresa a la ángel. —Y me gusta que se varíen los pagos, palomita.

—¿Entonces qué es lo que quieres, idiota? —Confrontó Luna harta.

—Lo mismo que tú. —Pronunció Alister. —Pero al menos yo lo expresé sin sonrojarme.

Luna sintió como su corazón se ajetreaba de la vergüenza que sentía, con ambas manos se aprisionó sus mejillas a punto de explotar. ¿De verdad había notado su curiosidad por querer tocarlo? ¡Ahg, no iba a caer en su juego!

—T-Te equivocas, me da náuseas con solo pensar en tocarte. —Se abstuvo ella una vez más.

—Vamos a probarlo, tengo una medicina contra las náuseas por si las moscas.

—¡No! ¡Te has equivocado conmigo! —Se enojó. —No soy una maldita golfa o mujer pecadora de las tuyas, yo soy la serafín con el cargo más elevado del Coro de Ángeles ¡Conmigo no se juega, y no te debo absolutamente nada! ¡Hasta nunca!

—Nos vemos en tres días. —Añadió Alister irónicamente. —¿O acaso lo olvidaste?

—Vete al infierno. —Soltó Luna dándole la espalda para dirigirse a la salida.

—Aquí te espero. —Dijo Alister con gracia. —Tal vez y así tu alma deje de estar tan perturbada.

¿Qué quiso decir con eso?

Luna lo ignoró y se fue al cielo, no sin antes maldecir al médico de los demonios. Lo describía como un hombre manipulador, engatusador y narcisista, una de las peores facetas que podía tener una persona.

Aunque se trataba de un demonio, ¿Qué podía esperar sino eso?

Luna rezaba para que el día de la reunión no llegara jamás.