Soy Sandra Mehias mi familia era una de las mas poderosas del país, pero debido a un mal negocio hecho por mi padre quedamos sin nada, mi esposo Fabriccio Berlusconi un poderoso empresario dueño de empresas Berlusconi.
Nuestro matrimonio siempre estuvo cargado de amor, aunque en ocasiones teníamos problemas como en cualquier matrimonio habíamos logrado formar un hogar estable para nuestros hijos: Maria Alejandra de 16 años e Iker de 14 años, ambos la luz de mi vida.
Pero un día todo cambió el cuento de hadas que había creado desapareció y mi matrimonio de 20 años fue marcado por una tragedia. Acompáñame a descubrir secretos ocultos y traiciones que marcaron el fin y el inicio de mi vida
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Capítulo III La traición
El cuerpo de Fabriccio se encontraba en la funeraria. Mis hijos estaban desolados por la pérdida de su padre, mientras yo debía mantenerme fuerte por ellos.
Los padres de Fabriccio se mantuvieron en silencio todo el tiempo, usando lentes oscuros y guardando distancia del resto de las personas. Eran realmente personas muy extrañas.
Amanda estuvo a mi lado durante todo este tiempo, comportándose como una verdadera amiga. "Tus hijos son increíbles; se han mantenido tranquilos todo este tiempo", comentó mi amiga.
"No quieren mostrarse débiles delante de los presentes, según ellos. Pero en la intimidad de nuestra casa, las cosas son diferentes", respondí mientras miraba a mis niños.
Continué hablando con Amanda cuando, de repente, las puertas del salón donde nos encontrábamos se abrieron de par en par, dejando pasar a una mujer acompañada de dos jóvenes. Pensé que se había equivocado de lugar, pero mi sorpresa fue que saludó a mis suegros con familiaridad y ellos la recibieron como si fuera alguien muy querido.
La mujer, un poco más joven que yo, le calculaba unos treinta años. Me miró como si yo no valiera nada. Caminó tomada de las manos con los dos jóvenes idénticos, ya que eran gemelos, en mi dirección y detrás de ellos venían mis suegros. "Hijos, aquí está su padre", dijo en un tono alto para que todos los presentes la escucharan. "Por años les negué la oportunidad de decir públicamente que Fabriccio era su padre, pero creo que ha llegado el momento de que tomen el lugar que les corresponde".
En la habitación, todos quedaron en shock. Mis hijos me miraban desconcertados mientras yo no sabía qué pensar.
El silencio en la habitación era palpable. La mujer, con una sonrisa desafiante, observaba a mis hijos como si estuvieran a punto de recibir un regalo que nunca habían pedido. Mis pensamientos se agolpaban en mi mente mientras intentaba procesar la situación.
“¿Quién es esta mujer?”, me pregunté en silencio. Mis hijos, aún en estado de shock, intercambiaron miradas confusas. El Iker mi hijo menor, fue el primero en hablar: “¿Mamá, quién es ella? ¿Por qué dice que papá es… el padre de sus hijos?”.
Intenté mantener la calma, pero sentí que mi voz temblaba al responder: “No lo sé, cariño. Pero vamos a averiguarlo juntos”. Me dirigí hacia ellos llevando de las manos a mis hijos, buscando darles fuerzas en medio de la tormenta emocional.
La mujer continuó hablando sin esperar respuesta. “Siempre quise que supieran la verdad. Fabriccio y yo… tuvimos una historia desde hace mucho tiempo, nosotros nos amabamos. Pero esa mujer siempre fue una sombra entre nosotros”. Su tono era arrogante, como si disfrutara el caos que estaba causando.
Mis suegros estaban inmóviles, sus rostros ocultos tras los lentes oscuros. No podía creer que no dijeran nada para defenderme o aclarar la situación. Sentí una oleada de frustración y rabia.
“¿Y qué quieres ahora?”, le pregunté con firmeza, tratando de no dejar que mis emociones me dominaran. “¿Venir aquí a sembrar confusión en un momento tan doloroso?”.
Ella me miró con desdén y respondió: “Solo quiero que mis hijos tomen el lugar que les corresponde", respondió con altivez. Es hora de que tengan la oportunidad de ser parte del legado de su padre”.
En ese momento, mis hijos se acercaron más a mí, buscando protección. La tensión en el aire era insoportable. “Mamá”, dijo Mariale, con voz temblorosa. “¿Es cierto? ¿Papá tenía otra familia?”.
Baje un poco la mirada para estar a su altura y le acaricié el cabello. “No lo sé, mi amor. Pero lo que importa ahora es que estamos juntos y nos tenemos los unos a los otros”.
La mujer dio un paso adelante, como si estuviera lista para luchar por su lugar en esta historia desgarradora. “No estoy aquí para pelear contigo”, dijo con un tono amenazante. "Pero si me toca lo hare". Concluyó con una media sonrisa.
Mis pensamientos giraban sin control. ¿Qué significaba eso realmente? Esta mujer estaba aquí por algo que le pertenecía a mis hijos. Pero antes de que pudiera responder algo más, uno de los gemelos se atrevió a hablar: “¿Podemos ver a nuestro padre?". El ataúd de Fabriccio permaneció cerrado durante todo este tiempo, así lo pidió el cómo última voluntad. Pero la mujer se tensó al escuchar a su hijo.
"Tu papá no quería ser visto de esa manera, por eso siempre decía que cuando partiera no dejararon que lo vieran", sus palabras me sorprendieron, Fabriccio nunca había hablado conmigo sobre la muerte y mucho menos sobre su última voluntad. Estaba viviendo una pesadilla la cual estaba segura se volvería mucho peor
Los ojos de las personas presentes se posaron sobre mí, algunos con burla, otros con lástima. Pero yo no iba a permitir que de esta situación se formara una novela y mucho menos quería la lástima de nadie.
"Ya estuvieron aquí, ahora les pido que por favor se retiren", dije manteniendo mi puesto de esposa.
La mujer se volteó a mirarme como si aquí la amante fuera yo y ella fuese la que tuviera el papel de esposa. "Lo siento, pero en eso no puedo complacerte y si a derechos vamos nosotros tenemos más derecho de estar aquí, ya que Fabriccio a mí me amaba, mientras que contigo estaba por obligación".
Mi suegra tomo del brazo a la mujer y muy sutilmente le pidió que mantuviera la compostura. Fue entonces cuando me di cuenta que esa gente lo sabia todo, eran unos traidores solapadores. "Veo que ustedes conocen muy bien a la señora aquí presente", comente llena de rabia, sintiéndome traicionada y burlada por el hombre al cual amaba, al que le entregue mi vida entera, la verdad no quería seguir en ese lugar do de sentía que sobraba, era increíble que esta situación me hiciera sentir como la amante de mi esposo, estaba tan ciega por el amor que nunca vi las señales de su infidelidad, pero ahora las llegadas tardes, las noches sin ir a la casa y los viajes repentinos cobraban sentido, Fabriccio me engaño por muchos años, pero ya es tarde, ya no puedo reclamarle nada.
Ella tiene q andarse con cuidado, porq una resbalada y lamalvada exsuegra le quita los niños