LA TENTACIÓN DE LA BESTIA.

En el comedor, Oriana desayuna en compañía de Lina, y el duque, quien, en ese momento se extrañó de no ver a Silvia con ellos, así que mando a la doncella a buscarla.

—papi, no la quiero aquí, yo solo quiero desayunar contigo y mamá.— pide la niña.

—la señorita Sephiran es mi prometida, debe de estar presente.— responde el duque.

—no, no quiero, mamá no debe de estar cerca de ella.— suplica.

—tranquila bebé, es normal que papá quiera estar con su prometida, y debes respetar.— interviene Oriana.

—no mamá, no quiero que te haga mas daño.— expresa con tristeza.

Y eso llamo la atención del duque, quien mira con total seriedad a Oriana.

—¿de que esta hablando Lina?, ¿hay algo que deba saber?, ¿otra vez volvió a molestarte?— pregunta el duque.

—n-no, no es nada...Lina, por favor.— pide Oriana.

—pero mamá, debes decirle a papi, para que sepa lo mala que es Silvia.— pide la niña.

—m-mas tarde cariño...— responde nerviosa.

El duque, asegura que la escuchara más tarde, pues quiere saber de que hablaba su hija. La doncella regreso, diciendo que Silvia se nego a bajar, porque no se sentía muy bien, incluso la doncella le hace saber al duque, que lleva dos días encerrada, puesto que el duque apenas regreso anoche de un viaje.

—oíste mamá, ella no vendrá, puedes estar tranquila.— expresa la niña.

El duque ordena que sirvan el desayuno, pero, después de desayunar, estaba pensando en ir a ver a Silvia, ya que no era normal que no saliera de su habitación.

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Más tarde, cuando ya salían del comedor, vieron que había había maleta en la entrada, así que, el duque pregunta si ha llegado alguna visita, ya que según sabe, no se esperaba a nadie.

—nadie vino, es solo que me largo.— Silvia estaba al pie de las escaleras. Finalmente había tomado una decisión, se largara de esa mansión y cuando obtenga el suficiente poder, volverá para eliminar a esa familia, en agradecimiento a la verdadera Silvia por donarle su cuerpo.

El duque frunce el ceño al escuchar las palabras de la pelirroja. Mientras que Oriana sonríe discretamente y Lina es quien rompe ese pequeño momento de silencio.

—si, vete, no te quiero, eres mala, me quitaste a mi mamá...pero ella ya volvió...— reclama Lina.

El duque voltea hacía a Lina.—¿de que estas hablando?, Oriana...¿dime ahora mismo que esta pasando?— pregunta molesto.

—n-no quería decir nada...por qué se que no me creerás...— balbucea con preocupación.

—si, si, di lo que quieras.— interrumpe Silvia.— en fin, yo me largo.— camina hasta su maleta y la carga.

—no puedes irte, necesito una explicación...— le sostiene el brazo.— señorita Sephiran...

—papá...ella...Silvia vendió a mamá a hombres malos que la hicieron sufrir.— grita la pequeña niña.

Silvia rueda los ojos con fastidio. El duque mira a Oriana y esta asiente para después cubrirse el rostro con ambas manos y llorar.

—es verdad...me vendió...para acercarse a ti...Javier.— descubre su rostro lloroso.— ella trabaja para los esclavistas...dijo que yo era un estorbo, que te quería y me entrego a esos hombres...no sabes cuantas cosas horribles he pasado...

Lina abraza a su mamá mientras llora también al verla así. El duque no podía creer lo que escuchaba, apretó con fuerza el brazo de Silvia al voltear hacía ella.

—¿en verdad has hecho eso?, ¿como has podido?, yo creí en usted...responde...¿es verdad?— levanta la voz sin dejar de apretar su brazo.

Silvia rueda los ojos con fastidio, ante ese teatro tan ridículo que se ha montado Oriana, pero lo más absurdo, es ver como el estúpido del duque, le ha creído.

—¿para que responder?, usted ya ha tomado un bando...— se arrebata.— yo me voy y con la conciencia limpia.

Acto seguido, le tiro en la cara el anillo de compromiso que el duque le había dado a la verdadera Silvia, un anillo que ella siempre atesoro, que incluso cuando fue echada de la mansión, se llevo y guardo con cariño, que mujer mas patética. Silvia siguió su camino fuera de la casa, pero Javier reacciona, y tras recoger el anillo va tras ella.

—no puedes irte sin ningún explicación...¿de verdad lo hiciste?, en verdad alejaste a Oriana de nuestro lado.— insiste en preguntar.

—piensa lo que quieras, me da igual.— sin hacerle caso, Silvia siguió su camino, no le importaba tener que caminar mucho, no se pensaba quedar en esa casa ha soportar berrinches y a ese duque imbecil. Que malos gustos tenía la protagonista.

El duque quiso ir de tras de ella nuevamente, pero escucha el grito de su hija, y regresa dentro de la casa, viendo a Oriana desmayada y a las doncellas tratando de ayudarla. Javier ordena llamar al médico y es quien carga a Oriana para llevarla a una habitación. Más tarde, el doctor les dice que estará bien, y que es desmayo debió emociones fuertes.

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Tras caminar por algunas horas, se detuvo a descansar bajo un árbol, saco una manzana para comer mientras, se piensa en que hará ahora, solo salió de esa casa por puro impulso, y es que no pensaba quedarse ahí para vivir todo un drama, además, no esta interesada en el duque, y no le importa la hija de este.

En la novela, Silvia regresa al convento, pero, ¿que haría ella en un convento?, no es muy amigable con los niños, y conseguir un empleo siendo mujer, en un mundo machista, será muy difícil, a menos que, haga cosas ilegales, como en su vida pasada.

Tras su descanso, empezó a caminar de nuevo, pero, pareciera que nunca llegaría a la civilización. De repente escucha el sonido de los cascos de los caballos, así que, corre hacía el bosque, para esconderse, pues aun no esta en condiciones de enfrentar a nadie, y por esos lugares, deben de haber bandidos. Estando escondida, ve pasar varios hombres a caballo, y por el uniforme que llevan, debe de tratarse de los caballeros de la mansión Mercer, así que es mejor que no la vean.

—no debe de haberse ido muy lejos, tienen que encontrarla.— ordena Javier quien venía con los caballeros.

Al ver que el duque estaba con ellos, se apresura a adentrarse más al bosque, lo que menos quiere es enfrentarse a ese hombre, sabe que, aunque sea un estúpido, es bueno para las batallas.

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