una novela de 4 adolecentes estudiantes 2 chicas y dos jóvenes que eran parejas de novios pero a medida del tiempo 2 de ellos se dieron cuenta que estaban con la pareja equivocada porque ellos se gustaban
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### Capítulo 3: Confidencias
### Capítulo 3: Confidencias
La semana siguiente a la conversación entre Vanessa y Tomás transcurrió con una mezcla de emociones. Aunque habían logrado abordar sus problemas, el aire entre ellos seguía siendo tenso. Tomás intentaba estar más presente, pero había una parte de Vanessa que aún se sentía vulnerable y desconectada. En medio de esta confusión emocional, Santiago se convirtió en un refugio inesperado para ella.
Era una tarde lluviosa cuando Vanessa, sintiéndose abrumada por sus pensamientos, decidió buscar a Santiago. Había algo en su forma de ser que siempre la hacía sentir cómoda. Su risa y su optimismo eran como un bálsamo para su alma.
Santiago estaba en la biblioteca, sumergido en un libro sobre guionismo, cuando recibió el mensaje de Vanessa. “¿Podemos hablar? Necesito desahogarme”. Sintió una punzada de preocupación, pero también una emoción de saber que ella confiaba en él. Respondió rápidamente: “Claro, ¿dónde te encuentro?”
Unos minutos después, se encontraron en una pequeña cafetería cerca del campus. El lugar tenía un ambiente acogedor, con luces tenues y el aroma del café recién hecho que llenaba el aire. Vanessa llegó, empapada por la lluvia, y se sentó en la mesa que habían utilizado varias veces antes.
—¡Hola! —dijo Santiago, esbozando una sonrisa mientras le ofrecía una servilleta para que se secara. —¿Cómo has estado?
—Un poco mejor, pero todavía con muchas cosas en la cabeza —respondió Vanessa, con un suspiro.
Santiago notó que había algo en su tono que le indicaba que necesitaba hablar. —¿Qué ha pasado? Estoy aquí para escucharte.
Vanessa miró por la ventana, observando cómo la lluvia caía en hilos delgados. —Es sobre Tomás —comenzó, sintiendo que era más fácil abrirse a Santiago. —Hemos tenido algunas conversaciones, pero todavía hay un peso entre nosotros.
Santiago se inclinó hacia adelante, prestando atención. —¿Te sientes mejor después de hablar con él?
—Sí, pero no sé si estamos completamente en la misma página. A veces, siento que estamos tratando de resolver las cosas, pero algo sigue sin encajar. —Vanessa se sintió aliviada al compartir sus pensamientos.
—Es normal que las relaciones pasen por altibajos. ¿Te gustaría que te ayudara a encontrar una forma de comunicarte mejor? —Santiago ofreció, sintiéndose útil.
Vanessa lo miró y sonrió. —Eso sería genial. A veces, solo necesito alguien que me escuche y me dé su perspectiva.
A medida que conversaban, la conexión entre ellos se volvía más fuerte. Santiago compartió algunas anécdotas sobre sus propias experiencias en relaciones pasadas, y Vanessa se sintió agradecida por su apertura. Era un alivio poder hablar con alguien sin la presión de ser juzgada.
—Una vez, salí con una chica que parecía increíble —comenzó Santiago, riendo. —Pero nunca me prestaba atención. Siempre hablaba de sus propios problemas y nunca se detenía a escucharme. Al final, eso nos separó.
Vanessa asintió, entendiendo lo que quería decir. —Me siento así a veces. Quiero que Tomás me escuche, pero parece que hay una barrera entre nosotros.
—La comunicación es clave, y a veces, las personas solo necesitan un empujón para abrirse. Si le explicas cómo te sientes, puede que se dé cuenta de lo que le falta. —Santiago sonrió, intentando alentarla.
La conversación continuó fluyendo, y Vanessa se sintió cada vez más cómoda. Compartió sus miedos y frustraciones, y Santiago escuchó atentamente, haciendo preguntas y ofreciendo su apoyo. A medida que hablaban, Vanessa empezó a darse cuenta de cuánto valoraba su amistad.
En ese momento, algo cambió dentro de Santiago. No solo estaba siendo un confidente; también estaba desarrollando sentimientos hacia Vanessa que no había reconocido antes. La forma en que hablaba, la pasión en su voz, la manera en que su risa iluminaba el lugar, todo ello lo hacía sentir una conexión más profunda.
—Gracias por estar aquí, Santiago. Realmente aprecio que me escuches —dijo Vanessa, mientras una sonrisa genuina se dibujaba en su rostro.
Santiago sintió un ligero rubor en sus mejillas. —Siempre estaré aquí para ti. Eres una gran amiga, y quiero que estés bien.
La tarde pasó rápidamente y, antes de darse cuenta, la lluvia había parado. Decidieron salir a caminar un poco, disfrutando del aire fresco y del aroma de la tierra mojada. Vanessa se sentía más ligera, como si una carga se hubiera levantado de sus hombros. Hablar con Santiago había sido un bálsamo para su alma.
Mientras caminaban, se detuvieron en un pequeño parque que estaba cerca de la cafetería. Se sentaron en un banco, y el sol comenzó a asomarse entre las nubes. La belleza del momento hizo que Vanessa sintiera una oleada de gratitud.
—A veces, solo necesito momentos como este —dijo Vanessa, mirando a su alrededor. —Es fácil olvidarse de lo que realmente importa en medio del caos de la vida.
Santiago la observó, sintiendo que cada palabra que decía resonaba en su corazón. —Tienes razón. La vida puede ser abrumadora, pero siempre hay espacio para la amistad y la conexión.
Vanessa lo miró a los ojos, sintiendo una chispa en el aire. Había algo especial en la forma en que se entendían, una conexión que iba más allá de lo superficial. Sin embargo, ambos eran conscientes de que no podían permitir que esos sentimientos se interpusieran en su amistad.
—Gracias por ser mi confidente, Santiago. No sé qué haría sin ti —dijo Vanessa, sintiéndose más cercana a él que nunca.
—Siempre estaré aquí para ti. —Santiago sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de calidez.
A medida que los días avanzaban, la relación entre Santiago y Vanessa continuó profundizándose. Se encontraban con regularidad, compartiendo risas y confidencias. Cada vez que hablaban, Santiago se daba cuenta de que sus sentimientos por ella se volvían más intensos, pero no sabía cómo manejarlo. Era su amiga, y no quería arriesgar lo que tenían.
Un día, mientras estaban en la biblioteca, Santiago encontró a Vanessa sentada en una mesa, concentrada en un proyecto de diseño gráfico. Se acercó y le preguntó:
—¿Cómo va el proyecto?
—Bastante bien —respondió Vanessa, levantando la vista y sonriendo al verlo. —Estoy tratando de capturar la esencia de lo que quiero transmitir.
Santiago se sentó a su lado, curioso. —¿Puedo ver?
Vanessa le mostró su trabajo, y él se quedó impresionado por su talento. —Eres increíble en esto, Vanessa. Tienes un ojo excepcional para los detalles.
—Gracias. A veces me siento insegura, pero cuando recibo elogios, me motiva a seguir adelante. —Vanessa sonrió, sintiéndose apoyada.
Mientras revisaban su trabajo, Santiago no pudo evitar sentirse atraído por la pasión que Vanessa mostraba en todo lo que hacía. Era contagioso. En ese momento, se dio cuenta de que quería ser parte de su vida de una manera más significativa.
—¿Te gustaría que trabajáramos juntos en algún proyecto? —sugirió, intentando mantener la conversación ligera. —Podríamos combinar nuestras habilidades.
—Esa es una gran idea. Podríamos hacer algo creativo, como un cortometraje o un video —respondió Vanessa, entusiasmada.
Ambos comenzaron a discutir ideas, y la conversación fluyó de manera natural. Cada risa y cada mirada compartida los acercaban más. Santiago sintió que su corazón latía más rápido al pensar en la posibilidad de compartir una experiencia creativa con ella.
Mientras estaban en la biblioteca, Vanessa se detuvo un momento y dijo: —¿Sabes? Me siento afortunada de tenerte en mi vida. Siempre has sido un gran amigo y un apoyo constante.
Santiago sintió un nudo en el estómago. —Yo también me siento afortunado. Eres una persona increíble, Vanessa.
Ambos se miraron, y en ese instante, la tensión en el aire fue palpable. Santiago sintió la necesidad de confesar lo que sentía, pero la duda lo detuvo. ¿Valía la pena arriesgar su amistad?
Los días continuaron y, a medida que trabajaban juntos en sus ideas, la conexión entre Santiago y Vanessa se hacía más fuerte. Compartían risas, sueños y temores, y cada vez que estaban juntos, se sentían más cómodos el uno con el otro.
Una tarde, mientras caminaban por el campus, Vanessa compartió sus aspiraciones futuras. —Siempre he soñado con crear un proyecto que inspire a otros. Me gustaría hacer algo que impacte sus vidas.
Santiago la observó, sintiendo que su admiración por ella crecía. —Tienes el talento y la pasión para hacerlo. Estoy seguro de que lograrás grandes cosas.
—Gracias, Santiago. Tu apoyo significa mucho para mí. —Vanessa lo miró a los ojos, sintiendo una conexión especial.
A medida que la noche caía, se detuvieron en un mirador que ofrecía una vista panorámica de la ciudad. Las luces brillaban como estrellas en la tierra, y el momento era perfecto. Santiago sintió que era el instante adecuado para abrirse, pero la inseguridad lo retenía.
—¿Sabes? A veces pienso en lo que sería nuestra vida si tomáramos riesgos. —Santiago se atrevió a decir, sintiendo que sus palabras resonaban en el aire.
—¿A qué te refieres? —preguntó Vanessa, intrigada.
—A veces, pienso que deberíamos arriesgarnos más. La vida es corta y, a veces, hay que aprovechar las oportunidades. —Santiago se sintió vulnerable al compartir sus pensamientos.
Vanessa lo miró con curiosidad. —Es cierto. A veces nos aferramos a lo seguro y nos perdemos la posibilidad de algo increíble.
Santiago sintió que su corazón latía con fuerza. —Tal vez deberíamos ser un poco más valientes.
Mientras la conversación continuaba, ambos se sintieron más cerca el uno del otro. Era evidente que había una conexión especial, pero también había un temor subyacente a cruzar esa línea que separaba la amistad del amor.
A medida que las semanas avanzaban, Santiago se encontró atrapado entre sus sentimientos por Vanessa y su deseo de proteger su amistad. Sin embargo, no podía evitar pensar en ella de maneras que nunca antes había considerado.
Una tarde, después de una larga conversación sobre sus proyectos creativos, Vanessa se volvió hacia Santiago y dijo: —Gracias por ser siempre tan comprensivo. Realmente aprecio que pueda hablar contigo.
Santiago la miró, sintiendo que era el momento de ser honesto. —Vanessa, hay algo que quiero decirte. —Su voz tembló ligeramente, y sintió que la tensión en el aire aumentaba.
Sin embargo, en ese momento, su teléfono sonó, interrumpiendo el momento. Era un mensaje de Tomás, preguntando cómo estaba Vanessa. Santiago sintió que la oportunidad de abrirse se desvanecía, y decidió esperar.
—Parece que Tomás quiere saber de ti. —dijo Santiago, sintiendo que la incertidumbre lo consumía.
Vanessa asintió, sintiendo que su corazón se detenía un momento. —Sí, supongo que debería responderle.
Mientras Vanessa respondía a Tomás, Santiago sintió una mezcla de emociones. Estaba feliz de ser el confidente de Vanessa, pero también sentía celos de la relación que ella compartía con Tomás. Era un torbellino de sentimientos que lo dejaba confundido.
A medida que avanzaban los días, la amistad entre Santiago y Vanessa se fortalecía, pero también se complicaba. Mientras compartían historias y confidencias, Santiago se dio cuenta de que sus sentimientos estaban creciendo, y la lucha interna entre lo que quería y lo que debía hacer se volvía más intensa.
Una noche, mientras estaban sentados en un banco del parque, Santiago decidió que era hora de ser honesto con sus sentimientos. Miró a Vanessa y dijo: —Quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti, sin importar lo que pase.
Vanessa lo miró con una mezcla de sorpresa y calidez. —Eso significa mucho para mí, Santiago. No sé qué haría sin tu apoyo.
En ese instante, Santiago sintió que debía dar el paso. Pero la duda lo frenó una vez más. ¿Y si arruinaba su amistad? ¿Y si todo cambiaba?
La noche avanzó, y ambos se sintieron más cercanos a medida que compartían sus pensamientos. Sin embargo, la tensión no resuelta entre ellos seguía presente, creando un aire de incertidumbre que los rodeaba.
Finalmente, mientras se despedían, Santiago decidió que era hora de hacer frente a sus sentimientos y hablar con Vanessa sobre lo que realmente sentía. Sabía que, independientemente de lo que sucediera, la conexión que habían construido era valiosa y merecía ser explorada.
—Vanessa, hay algo que necesito decirte —comenzó, sintiendo que el momento había llegado.
Pero antes de que pudiera continuar, el sonido de su teléfono interrumpió nuevamente, y Santiago tuvo que contener su frustración. Era un mensaje de Laura, preguntando cómo estaban. Sintiendo que la oportunidad se desvanecía una vez más, se dio cuenta de que el momento perfecto siempre parecía escapar de sus manos.
A medida que se alejaban, Santiago se sintió dividido. La amistad que había construido con Vanessa era importante, y sus sentimientos estaban enredados en un torbellino de emociones. Pero, a pesar de la confusión, sabía que su conexión era única, y que era solo cuestión de tiempo antes de que tuvieran que enfrentar la verdad.
Con cada confidencia compartida, la línea entre la amistad y el amor se desdibujaba un poco más, y Santiago se preguntaba cuánto tiempo podría seguir siendo solo un confidente antes de que su corazón se desbordara por completo.