"Mi vida cambió en un abrir y cerrar de ojos. Tenía todo lo que siempre había deseado: padres amorosos, una hermana que era mi mejor amiga y un novio que se suponía que me amaba desinteresadamente. Pero un día, al descubrir secretos ocultos que giraban en torno a mí, sentí que el suelo se desvanecía bajo mis pies. ¿Cómo podría haber estado tan ciega?, ¿cómo puede confiar tanto en esas personas?; estos secretos estaban a punto de sacudir los cimientos de mi familia y destruir mi relación."
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Capitulo II El desconocido
Mi cabeza estaba hecha un lío, no podía quedarme en aquella cena, no podía quedarme en aquella casa, por muy fuerte que fuera una persona esa situación la afectaría gravemente haciendo que su coraza se le quebrara. Disimuladamente, pedí disculpas y subí a la que era mi habitación, tenía que controlar mi rabia y las ganas de romperle la cara a Leo y a mi hermana. Una vez estuve sola en mi antigua habitación, unas cuantas lágrimas salieron de mis ojos, mis manos temblaban y en mi pecho se sentía un gran dolor, era desgarrador, como si me lo hubieran sacado del pecho y yo viendo cómo lo apuñalan, con la poca dignidad que me quedaba busque mi mejor atuendo, peine mi hermoso cabello negro, me maquille resaltando el negro de mis ojos, escogí un vestido rojo, bastante sugerente, me puse mis tacones más altos y salí de la habitación con cartera en mano. No pensaba quedarme en esa casa, esa noche quería ahogarme en el alcohol y olvidar lo que esos dos traidores me habían hecho.
Caminé a la sala donde estaban reunidos brindando por el compromiso de porquería, y con una voz dominante y firme me dirigí a ellos. “Siento no poder acompañarlos en su celebración, pero nadie me avisó y ya tenía planes. Sigan disfrutando de su maravillosa velada”.
Leo quería devorarme con la mirada. Parecía que iba a saltar encima de mi en cualquier momento y esa era precisamente la idea, que viera lo que se iba a perder por imbécil y traidor. Sin decir una palabra más salí de aquel lugar lleno de farsantes, tenía tantas ganas de golpear a alguien que sentía que explotaría en cualquier momento. Pedí un taxi y este me llevo a una zona exclusiva de la ciudad, al entrar las luces me cegaron por un momento y el ruido del lugar era ensordecedor, realmente no estaba acostumbrada a lugares así, pero tenía la certeza de que el ruido y las luces me harían olvidar lo que estaba pasando en casa de mis padres.
Me senté en la barra y le pedí una bebida fuerte al barman, el chico con una sonrisa amable me atendió y me dio lo que le pedí, empecé a beber poco a poco de aquel vaso, muy poco bebía, así que tampoco era que me iba a emborrachar e irme a acostar con el primer idiota que se me atravesará, no soy tan estúpida. El chico empezó a sacarme conversación y como no lo conocí le conté un poco de mi historia. Estaba sintiéndome cómoda hablando con él, hasta que un estúpido me tomo del brazo y me jalo hacia él.
“Cariño, ¿qué haces aquí?, te dije que me esperaras en la sala que reserve para nosotros”.
Entrecerré los ojos tratando de adivinar que estaba pasando, este hombre era un total y completo extraño para mí, aunque estaba bien bueno por lo que pude sentir al estar tan cerca de él y tocar sus abdominales bien marcados. Reaccione rápidamente e intenté alejarme, pero como era obvio el tipo era mucho más fuerte que yo.
“Cálmate, da gracias que te estoy salvando, ahora sígueme la corriente y ven conmigo”, el hombre me susurro al oído mientras me abrazaba.
Estaba confundida y de pronto todo empezó a darme vueltas, el desconocido me tomo entre sus brazos y me saco de aquel lugar, después de eso no supe más de mí.
Punto de vista de Gabriel.
Soy Gabriel Linares, tengo veintiocho años, me gusta el orden y que las cosas se hagan como yo digo, no me gusta que me lleven la contraria y en cuestiones de mujeres me gustan calladitas y que obedezcan. He regresado al país después de un largo viaje de negocios, llegue cansado, con ganas de despejar mi mente y ya tengo planes para hacerlo. Mi amigo y hermano Fabricio me tiene según él a una hermosa mujer para que me relaje. Estaba distraído hablando con mi amigo por teléfono, cuando de la nada una muchacha que se veía bastante desorientada tropieza conmigo y cae al suelo. El lugar quedó en un silencio absoluto. Era inaudito que las personas anduvieran por ahí como si solo existieran ellos, así que enojado le dije unas cuantas cosas de la manera más fría que pude. Pero con lo que no contaba era con que ella me respondiera con tanta altanería y sin una pizca de miedo hacia mí; en este país todo el mundo sabía quién era yo y por eso las personas mantenían su distancia, no obstante, está joven simplemente me reto y luego se fue dejándome con la palabra en la boca. Fabricio empezó a reírse, ya que había escuchado la discusión con la joven a través del teléfono.
“Ja, ja, ja, veo que te pusieron en tu sitio”, sus risas resonaban en mis oídos lo que acrecentó mi rabia.
“Nos vemos en el club”, respondió cortando la llamada. Fabricio podía ser una persona muy irritante cuando se lo proponía.
Una vez llegué al club, un mujeron me estaba esperando, tenía: cabello rubio, labios gruesos, ojos azules, mirada sensual, era bastante voluptuosa, tan y como a mí me gustaban. Fabricio sabía bien mis gustos. Me encontraba muy agusto entre los brazos de esa mujer. Cuando vi entrar a alguien conocido, no podía existir tanta casualidad en el mundo, ahí estaba la insolente que me tropezó en el aeropuerto. Tenía ganas de vengarme por su desplante en el aeropuerto, así que empecé a mirarla con ojo de halcón, “hoy le enseñare a esa niña quien es Gabriel Linares, dije en un susurro. Sin embrago, la vi pidiendo tragos al barman quien se echaba algunas miradas con Sergey. Mi mayor enemigo, sabía que estaban planeando algo en contra de la joven y como quería arruinarle la noche al imbécil ese decidí intervenir, vi cuando el barman le echo algo en la bebida a la desorientada, rode los ojos como diciendo, si que es estúpida. Sin perder más tiempo deje a la maravillosa rubia y fui por la pelinegra, que no estaba mal, pero no era mi tipo. Me acerqué a ella y después de unas palabras se desmayó en mis brazos. Mire con arrogancia a Sergey y le dedique una sonrisa de triunfo. Llevando a la joven en brazos salí del club y la subí a mi auto. Nadie se atrevería a interponerse en mi camino, pues todos me conocían como un demonio sin sentimientos. Sin más remedio la lleve a mi casa, ya que no sabía dónde vivía y tampoco la iba a dejar por ahí tirada.