En un mundo asediado por la oscuridad, Elara y sus amigos, Kael, Lila y Thalion, se embarcan en una peligrosa expedición para invocar el poder del dragón y descubrir un antiguo artefacto en el Valle de la Luz, con la esperanza de proteger su hogar, Eldoria, de las sombras que amenazan con regresar.
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Capítulo 3: La Llamada de la Magia
El amanecer llegó con un resplandor dorado que iluminó el pueblo de Eldoria, dispersando la niebla de la noche y trayendo consigo un nuevo día lleno de promesas. Elara se despertó en su cabaña, sintiendo la energía vibrante que la rodeaba. Sabía que hoy era el día en que comenzaría su búsqueda para despertar al último dragón.
Se vistió rápidamente y salió al exterior, donde el aire fresco de la mañana la recibió. Lila ya la esperaba en la plaza, con un mapa desplegado sobre una mesa de madera.
“¡Buenos días, Elara!” saludó Lila, sonriendo. “He estado revisando el mapa. Según las leyendas, la montaña de fuego está al norte, más allá del río y del bosque.”
“¿Y las criaturas que se dicen que la habitan?” preguntó Elara, preocupada. “¿Cómo nos protegeremos de ellas?”
“Podemos usar trucos de magia elemental,” sugirió Lila, entusiasmada. “Podrías crear una barrera de protección temporal o algo similar. Pero primero, necesitamos saber cómo llegar.”
“Está bien,” dijo Elara, acercándose al mapa. “Si seguimos este camino, deberíamos llegar al río en un par de horas. Después, la montaña estará a nuestra vista.”
En ese momento, Kael apareció, con su armadura de cuero desgastada y su espada a la cadera. “¿Listas para partir?” preguntó, su voz grave resonando en el aire. “La montaña no esperará.”
Elara y Lila compartieron una mirada de determinación. “Sí, estamos listas,” dijo Elara, sintiendo que la emoción burbujeaba dentro de ella.
“Entonces, vámonos,” ordenó Kael, señalando el camino hacia el norte. “No tenemos tiempo que perder.”
Mientras caminaban, el trío se adentró en el bosque, donde los árboles altos creaban un dosel que apenas dejaba pasar la luz del sol. Elara se concentró en la magia que la rodeaba, sintiendo cómo vibraba en el aire. Había algo especial en este lugar, algo que parecía resonar con su propia energía.
“¿Sientes eso?” preguntó Elara, deteniéndose un momento. “Es como si el bosque estuviera vivo.”
“Es la magia del lugar,” respondió Lila, sonriendo. “Nunca subestimes el poder de la naturaleza.”
“Cuidado con lo que tocas,” advirtió Kael, su tono severo. “No todas las criaturas de este bosque son amistosas.”
A medida que avanzaban, Elara comenzó a practicar algunos de los hechizos que había aprendido. Extendió su mano y un pequeño destello de luz emergió de sus dedos, iluminando el camino frente a ellos.
“Eso es increíble, Elara,” exclamó Lila, admirada. “Tu control sobre la magia está mejorando.”
“Gracias,” respondió Elara, sintiéndose más segura. “Pero aún tengo mucho que aprender. Quiero ser lo suficientemente fuerte como para despertar al dragón y proteger a mi hogar.”
“Lo serás,” dijo Kael, aunque su voz estaba cargada de seriedad. “Pero recuerda que la magia puede ser tanto un aliado como un enemigo. Mantente enfocada.”
Después de un rato de caminar, llegaron al río. El agua cristalina fluía serenamente, y el sonido del agua era tranquilizador. “Necesitamos cruzar,” dijo Kael, mirando a ambos lados. “¿Cómo lo haremos?”
“Puedo crear un puente de agua,” sugirió Elara, sintiendo la magia fluir a su alrededor. “Solo necesito concentración.”
“Hazlo,” animó Lila, observando con expectación.
Elara se concentró, extendiendo sus manos sobre el río. Con un susurro, invocó la magia del agua, y una serie de corrientes comenzaron a unirse, formando un puente etéreo que conectaba ambas orillas. Cuando terminó, se giró hacia sus compañeros con una sonrisa triunfante. “¡Listo!”
“Eso es impresionante,” dijo Lila, cruzando el puente con cuidado. “Nunca había visto algo así.”
Kael la siguió, sus ojos fijos en el camino. “No te distraigas. Aún estamos en riesgo.”
A medida que cruzaban, Elara sintió una sombra moverse en el agua. “¿Qué fue eso?” preguntó, inquieta.
“No lo sé, pero mantente alerta,” respondió Kael, mirando hacia el río. “Podría ser cualquier cosa.”
Una vez que llegaron a la otra orilla, continuaron su camino por un sendero que se adentraba en el bosque. Las sombras parecían alargarse a su alrededor, y Elara no podía evitar sentir que algo las observaba.
“¿Estás bien?” preguntó Lila, notando su preocupación.
“Sí, solo… tengo un mal presentimiento,” admitió Elara. “Siento que hay algo más aquí.”
“Eso no me gusta,” dijo Kael, frunciendo el ceño. “Sigamos avanzando, pero mantengamos la guardia.”
De repente, un sonido sordo resonó entre los árboles. Era un crujido, como si algo grande se moviera en la maleza. Elara se detuvo, su corazón latiendo con fuerza.
“¿Lo escucharon?” preguntó, mirando a sus compañeros.
“Sí,” respondió Kael, su mirada aguda. “Prepárense.”
En un instante, una criatura emergió de la sombra: un lobo enorme, con ojos brillantes y pelaje negro como la noche. Sus colmillos eran afilados, y un rugido bajo resonó en su garganta.
“¡Retrocedan!” ordenó Kael, colocando su mano en la empuñadura de su espada.
“¿Qué vamos a hacer?” preguntó Lila, temblando de miedo.
“Déjamelo a mí,” dijo Elara, sintiendo la magia burbujear dentro de ella. “Puedo intentar calmarlo.”
“¡Es peligroso!” gritó Kael, pero ya era demasiado tarde. Elara se acercó un poco, levantando las manos.
“Escucha, amigo,” dijo Elara, su voz suave y calmada. “No venimos a hacerte daño. Solo buscamos pasar.”
El lobo se detuvo, sus ojos fijos en ella, como si estuviera evaluando la situación. Elara cerró los ojos, concentrándose en la energía que emanaba de la criatura.
“Siento tu dolor,” murmuró, sintiendo cómo la magia comenzaba a rodearla. “No somos enemigos. Estamos aquí para ayudar.”
El lobo se acercó lentamente, su rugido disminuyendo hasta convertirse en un suave gruñido. Elara extendió la mano, y el lobo, después de un momento de duda, se acercó y la olfateó.
“¡Lo lograste!” exclamó Lila, sorprendida.
“Es solo un lobo,” dijo Kael, aún en guardia. “No debemos bajar la guardia.”
“¿Ves? No está aquí para atacarnos,” dijo Elara, sonriendo al lobo. “Probablemente solo está protegiendo su territorio.”
El lobo inclinó la cabeza, como entendiendo la conexión que Elara estaba formando. Su mirada se suavizó, y finalmente se sentó, manteniendo los ojos fijos en ella.
“¡Increíble!” dijo Lila, dando un paso hacia adelante. “¿Puedes comunicarte con él?”
“Creo que sí,” respondió Elara, sintiendo la magia fluir entre ellos. “Puedo sentir su tristeza. Ha perdido a su manada.”
“Quizás podamos ayudarle,” sugirió Lila, entusiasmada. “Si lo llevamos con nosotros, podría unirse a nosotros y ser un aliado.”
“Es una buena idea,” dijo Kael, sintiéndose un poco más relajado. “Pero debemos asegurarnos de que no nos traicione.”
Elara se agachó, acercándose al lobo. “Si decides unirte a nosotros, seremos amigos,” prometió. “Te ayudaremos a encontrar a tu manada.”
El lobo la miró intensamente, como si entendiera cada palabra. Luego, inclinó la cabeza de nuevo y, para sorpresa de todos, dio un paso hacia Elara, aceptando su oferta.
“¡Lo logró!” gritó Lila, emocionada. “Ahora tenemos un compañero.”
“Vamos a llamarlo Sombras,” sugirió Elara, sonriendo. “Por su pelaje oscuro y porque puede ser nuestra guía en la oscuridad.”
“Sombras,” repitió Kael, cruzando los brazos. “Eso suena adecuado.”
Con su nuevo aliado a su lado, el grupo continuó su camino. Elara se sentía más segura ahora, con la presencia de Sombras a su alrededor. La conexión que había formado con el lobo le daba confianza, y su magia parecía fluir más libremente.
“¿Qué sigue?” preguntó Lila, mirando el mapa que todavía sostenía. “La montaña de fuego está más cerca, pero todavía tenemos un largo camino por recorrer.”
“Debemos encontrar un lugar seguro para descansar antes de continuar,” dijo Kael, mirando a su alrededor. “No quiero arriesgarme a que nos sorprendan en la oscuridad.”
“Podemos intentar llegar a un claro que conozco,” dijo Elara, recordando un lugar que había visitado en su infancia. “Es un lugar tranquilo, perfecto para descansar.”
“Entonces, vayamos,” dijo Kael, dirigiéndose en la dirección que Elara indicaba. “Mantened los ojos abiertos.”
El grupo se movió con cuidado, manteniendo la vigilancia mientras avanzaban. Elara sentía que la confianza en su magia aumentaba con cada paso. Cada vez que Sombras se movía a su lado, la conexión entre ellos se fortalecía.
Finalmente, llegaron a un claro rodeado de altos árboles. Un arroyo serpenteaba a través del lugar, y el sonido del agua era reconfortante. Elara sonrió al ver el espacio tranquilo.
“Este es el lugar,” dijo, aliviada. “Podemos descansar aquí.”
“Bien,” asintió Kael, mirando a su alrededor. “Pero manténganse alertas. Aún no estamos a salvo.”
Lila se sentó en una roca cerca del arroyo. “¿Qué tal si hacemos un fuego? Podríamos cocinar algo y compartir historias.”
“Eso suena bien,” dijo Elara, sintiéndose aliviada por un momento de tranquilidad. “Puedo usar magia para encenderlo.”
“Hazlo,” animó Kael, cruzando los brazos. “Pero asegúrate de que no llame la atención de criaturas no deseadas.”
Elara se concentró, extendiendo sus manos hacia el suelo. Con un susurro, invocó una pequeña llama que danzó frente a ella, iluminando el claro. Pronto, el fuego crepitaba suavemente, creando un ambiente cálido y acogedor.
“¡Qué magia tan hermosa!” exclamó Lila, mirando las llamas con admiración. “Esto es perfecto.”
“Sí,” dijo Kael, sentándose en el suelo, una expresión más relajada en su rostro. “Ahora podemos hablar con más calma.”
“¿Qué tipo de historias quieres escuchar?” preguntó Elara, sintiéndose más a gusto.
“Cuéntanos sobre tu vida en el pueblo,” sugirió Lila. “Siempre he querido saber cómo era antes de que te conectaras con la magia.”
Elara sonrió, recordando. “Crecí jugando en el bosque, siempre explorando y buscando aventuras. Siempre supe que había algo diferente en mí, algo que me hacía sentir más conectada con la naturaleza.”
“¿Y tus padres?” preguntó Kael, curiosidad asomando en su voz.
“Eran hechiceros,” respondió Elara, sintiendo una punzada de nostalgia. “Me enseñaron sobre la magia elemental y cómo conectarme con el mundo que me rodea. Pero perdí a mi madre cuando era muy pequeña, y mi padre se volvió un poco… distante después de eso.”
“Lo siento,” dijo Lila, su voz suave. “Debió ser difícil.”
“Lo fue,” admitió Elara. “Pero fue su legado el que me impulsó a aprender más sobre la magia. Quiero honrar su memoria y usar mis habilidades para hacer el bien.”
“Eso es admirable,” comentó Kael, mirándola con respeto. “No todos tienen el valor de seguir el camino de sus padres.”
“Y tú, Kael, ¿qué hay de ti?” preguntó Lila, cambiando de tema. “¿Por qué te desterraron?”
Kael miró el fuego, su expresión volviéndose seria. “Cometí errores en el pasado. Estaba tan enfocado en la batalla y la venganza que perdí de vista lo que realmente importaba. Perdí amigos, y al final, fui expulsado del pueblo por mis acciones.”
“¿Venganza?” repitió Elara, intrigada. “¿Quién te hizo esto?”
“Eso no importa,” respondió Kael, su voz dura. “Lo que importa es que he aprendido de mis errores. No quiero volver a caer en la oscuridad.”
Elara sintió que había algo más detrás de sus palabras, algo que lo atormentaba. “Todos tenemos sombras en nuestro pasado,” dijo suavemente. “Lo importante es cómo elegimos enfrentarlas.”
Kael la miró, sorprendiendo a Elara por un momento. “Tienes razón. Quizás estoy demasiado centrado en mi pasado. Quizás este viaje sea una oportunidad para redimirme.”
“Y lo será,” dijo Lila, sonriendo. “Juntos, podemos enfrentarlo todo.”
“Sí,” asentió Elara, sintiendo que el fuego crepitante simbolizaba su nueva amistad. “No estamos solos en esto.”
Mientras el fuego iluminaba el claro, el grupo compartió historias y risas, creando un vínculo que los unía más allá de sus pasados. Elara sintió que, a pesar de los desafíos que aún tenían por delante, tenían la fuerza necesaria para enfrentar cualquier cosa que se interpusiera en su camino.
La noche avanzó, y aunque el camino hacia la montaña de fuego aún estaba lleno de incertidumbres, Elara sabía que su viaje apenas comenzaba. Con Sombras a su lado, y sus amigos dispuestos a luchar junto a ella, la magia que emanaba de su interior parecía más fuerte que nunca.