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EL PRECIO DE MI MANO

EL PRECIO DE MI MANO

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad
Popularitas:6.4k
Nilai: 5
nombre de autor: N. Garzón

Abril es obligada a casarse con León Andrade, el hombre al que su difunto padre le debía una suma imposible. Lo que ella no sabe es que su matrimonio es la llave de un fideicomiso millonario… y también de un secreto que León ha protegido durante años.
Entre choques, sarcasmos y una química peligrosa, lo que empezó como una obligación se convierte en algo que ninguno puede controlar.

NovelToon tiene autorización de N. Garzón para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 22

León

Me desperté con el teléfono vibrando como si estuviera poseído. Era Mateo. Malo. Mateo llamando antes de las 9 am solo podía significar desastre financiero, emocional o gastrointestinal.

—¿Qué pasó? —contesté sin humor.

—Hermano, necesito que me compres 150 cabezas de ganado —dijo de una. Directo. Sudado. Desesperado.

Me tallé la cara.

—Mateo… ¿qué hiciste?

—Nada, León. Solo que necesito vender.

—Mañana estoy en la casa. Hablamos en persona. Pero me dices la verdad —advertí.

—Está bien… gracias, hermano.

Colgué y suspiré. Nada como empezar el día con indicios de ruina económica.

Le escribí a Abril:

“Te recojo a la 1 pm. Hablamos en el camino.”

Teniendo en cuenta el tráfico infernal de un domingo, esperaba que pudiéramos hablar… sin matarnos.

A la 1 en punto estaba frente a la casa de su madre. Abril salió con ese caminar elegante y ligeramente altanero que tiene, como si el mundo fuera su pasarela y yo su chofer asignado por obligación divina.

Subió a la camioneta.

—Hola —dije con naturalidad.

—Hola —respondió con la misma arrogancia de siempre, como si saludarme le diera acidez.

Respiré profundo.

Convivir un año con esta mujer serían retos olímpicos.

—¿Cómo sigues? —pregunté.

—Procesando la información —respondió seca.

—Procesas lento, muñeca —solté sin pensar.

Y ahí fue donde explotó.

—¡No me digas muñeca, León! —saltó—. No soy un accesorio, ni una Barbie, ni una figura de acción premium.

—Solo dije que procesas lento —repetí con calma.

—Pues tú procesas mal —me devolvió—. Eres como un archivo dañado: se congela, da error y reinicia con sarcasmo.

—Mi sarcasmo te mantiene entretenida —respondí.

—No, tu sarcasmo me mantiene cerca de cometer homicidio —dijo señalándome—. Y eso que necesitas sobrevivir mínimo un año.

Rodé los ojos.

De verdad era insufrible. Encantadora, pero insufrible.

Después de un rato, dejó de pelear sola y cambió de tema.

—No me quiero casar con ese viejito —dijo de la nada—. Podría ser mi abuelo.

—Serían buena pareja —respondí

—No empieces, Andrade.

—Está bien —levanté las manos—. ¿Qué quieres hablar del acuerdo matrimonial?

Ella suspiró hondo, como si lo que iba a decir necesitara coraje o estupidez. O ambas.

—Enséñame sobre negocios. Y ampliemos el plazo del divorcio a seis años.

—¿Seis años? ¿Estás loca? Eso es muchísimo tiempo.

—¿Te quieres casar con otra o qué? —disparó rápido.

—Abril, deja los celos. Ni siquiera quería casarme contigo.

—No son celos, León. Es que tengo un plan.

Ahí estaba. Lo temido.

Abril con un plan era igual a Mateo con una idea: peligro inminente.

—¿Me metiste en tu plan sin considerar mi vida? —pregunté.

—Tú fuiste el que fue a cobrar cuando mi padre falleció —me dijo como quien lanza un cuchillo.

—Hubiera preferido que Germán Barreneche llegara primero —respondí.

Ella me miró con esa sonrisa maquiavélica que usa cuando está a punto de darme donde más duele.

—Le diré a Johanna que tenemos que hablar, y que te haga todas esas preguntas incómodas —me amenazó.

Rodé los ojos.

—Eres insufrible.

—Y aun así me besaste —respondió, victoriosa.

—Tú me lo devolviste —repliqué.

Silencio.

De esos tensos.

De esos que te obligan a pensar en ese beso.

Y en lo que mi cuerpo había hecho después de ese beso.

Justo en ese instante, llegamos a la casa de la hermana de mi Nana. Ella se subió a la camioneta como siempre: calmada, dulce y directa.

—Ay, no… ¿otra vez están peleando? —dijo mientras se acomodaba—. Pensé que sería pelea de lenguas.

Casi me ahogo.

Y Abril se puso roja.

El resto del camino fue tranquilo… o tan tranquilo como puede ser cuando mi celular no dejaba de sonar porque Mateo me enviaba fotos del ganado. Ciento cincuenta fotos. Ciento. Cincuenta. Nadie manda tantas fotos si no está desesperado o perseguido por un toro.

Finalmente, llegamos a casa.

Al día siguiente, Abril y yo estábamos discutiendo otra vez sobre el acuerdo matrimonial. La discusión ya estaba entrando en fase volcánica cuando escuché la puerta.

Mateo.

Entró. Pero no solo.

Venía acompañado de la mujer más detestable que conozco. Esa cuya voz me taladra la cabeza, cuyo perfume me provoca alergia y cuyo simple nombre me arruina el día.

Perfecto.

Justo lo que necesitaba.

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Gómez Martínez juaniss
🥰😍😍😍😍👏
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