El Renacer Del Duque Exiliado.

Carlisle ha llegado a un edificio, este era un sitio donde suelen ir los hombres nobles, era una especie club donde se reúnen para hablar de negocios. Al entrar, los nobles de edad avanzada saludaban a Carlisle con respeto, demostrando lo apreciado que era el Duque.

—Duque Heijden, finalmente tengo el honor de conocerlo.— saluda un hombre con una falsa sonrisa.

Este era un hombre en sus veinte, castaño y alto, con una experiencia presuntuosa. Carlisle al tenerlo de frente, supo de quien se trataba, este era Jabel Foretier, el esposo de Rania. Carlisle sonríe.

—un gusto...— hace una pausa.— aunque me temo que no lo conozco.

—Jabel Foretier, el actual Marqués Foretier.— ofrece la mano.

—claro, había escuchado que su padre finalmente le paso el título. Bienvenido al mundo de los adultos.— comenta Carlisle sin corresponder el apretón de manos.

Otros nobles se acercan para hablar con Carlisle, así que, no le presta atención al Marqués, cosa que esto le hace enojar. El conde Cazzaro no tardo en llegar, era su primera vez asistiendo a ese evento, todo gracias al Marqués Foretier, el ser invitado a ese lugar, era un de los grandes beneficios de emparentar con una familia de alto estatus.

—parece que llegó alguien importante esta noche.— comenta el conde al Marqués.

—solo es el Duque Heijden, un presumido, que se vale solo por sus logros en la guerra.— responde con molestia.

—¿e-el Duque Heijden?— pregunta nervioso. El conde recuerda lo que su esposa le había contado días atrás sobre sus sospechas de que Carl era el Duque Heijden y que este solo se burlo de ellos al no darle el lugar de Duquesa que le correspondía a Rania. Le enseñó toda la investigación de sus espías dejándolo también con la duda.

—venga, le presento a mis socios.— le ofrece el Marqués.

—sería muy descortés no saludar al Duque...— responde.

El conde se apresura a ir hacía donde esta el Duque acompañado de otros nobles más importantes. El conde saluda a cada uno haciendo saber que es un invitado del Marqués Foretier, pues es el esposo de su hija. Sus saludos finalmente lo llevaron a estar frente al Duque, y si, ese era Carl, el yerno que tanto despreció, ese plebeyo que lucia ropas handrajozas, y ahora, luce un traje elegante adornado de joyería cara.

—n-no es posible...tú no puedes ser el Duque...estás usurpando un lugar que no te corresponde...— balbucea.

—¿mm?, ¿acaso lo conozco?, ¿por qué dice asegura que no soy el duque?— pregunta curioso.

—eres solo un plebeyo...¡escuchen!, este chico no es un noble, no es el Duque, solo es un sirviente del palacio Heijden.— señala el conde.

—¿como se atreve a insultar de esa manera el Duque?— pregunta otro noble, ofendido por las palabras del conde.

—¿quien trajo a este hombre sin educación? Sus acusaciones son serias conde, esta insultando al Duque...— reclama otro.

Ante el escándalo el Marqués se acerca y sujeta del brazo al conde.—¿que cree que hace?, lo invite para que tenga conexiones, no para que me humille.— reclama.

—es que ese hombre.— señala a Carlisle.— es un plebeyo haciéndose pasar por el Duque.

—¿y como asegura eso?, todos aquí conocemos al Duque desde su infancia, ¿como se atreve a insultarlo de esa manera?— reclama uno de los ancianos.

—lo juro señor...ese hombre es un plebeyo...uno que trato de seducir a mi hija para subir de estatus.— insiste el conde.

—Marqués Foretier, su invitado esta incomodando.— el anciano dirige su mirada al Marqués, ignorando las acusaciones del conde.— espero no vuelva a traerlo a esta reunión.—advierte.

—por supuesto excelencia...no se preocupe.— agacha la cabeza el Marqués.

—después de mucho tiempo sin venir y miren que espectáculo se arma.— comenta divertido Carlisle.

Los mayores ríen por ese comentario, mientras que el Marqués y el conde se marchan de aquel salón, pero fuera de este, Jabel le reclama al conde por su falta de respeto hacía el Duque, siendo este, alguien muy respetado incluso entre los mayores.

—acaba de arruinar su oportunidad de encajar y encima, me ha humillado.— grita furioso.

Al conde no le agrado nada que alguien más joven lo regañara, así que mantiene la frente en alto con una expresión seria.

—no me hables así, tu estatus no te hace más que a mí y...—señala la puerta del lugar.— tengo mis razones para sospechar de ese supuesto Duque.

—tonterías, ¿sospechas de que?, todo noble conoce el rostro del Duque, como se nota que su familia no tiene importancia en nuestra sociedad.— responde Jabel.

Y antes que el conde pueda reclamar, el Marqués lo aparta para subirse a su carruaje y regresar casa.

—humillarme a mí...maldito anciano, he hice el favor de desposar a la inútil que tienes por hija y me pagas humillandome...esa perra me conocerá.— era la excusa perfecta para desquitar su enojo con su esposa.

Esa noche, la mansión del Marqués se lleno de gritos y súplicas de parte de Rania, cuando el Marqués la saco de la cama a tirones y expreso como el conde lo había humillado ante los ancianos, así que, a su lógica, quien merecía pagar por eso, era la hija del conde y aunque ella suplicara, nadie la ayudaba, los sirvientes jamás harían nada en contra de su señor o pueden perder su trabajo, o peor aún, ser castigados de la misma forma. Durante la mañana, Rania se miraba al espejo, su rostro demacrado por los golpes, eran evidencia de la furia de su esposo.

—señora...a estas alturas, creo que vivir como campesina, era mejor que esto.— comenta la doncella que la peinaba.

Esta chica era una de las jóvenes que trabajaban en la mansión del conde y vio como los condes trataban a Carl mientras que Rania solo disfrutaba de su vida, pidiendo a Carl que soportará todo hasta que sus padres lo acepten, pero, ahora, por despreciar a un buen chico, ahí estaba, llena de moretones viviendo de la peor manera, porque, las joyas y los vestidos de lujo, ahora tienen un precio bastante alto.

—Carl...es un buen hombre...— agacha la mirada apretando la falda de su vestido.— quiero verlo...

—no diga eso señora, ahora es usted una mujer casada, ¿que cree que hará su esposo si usted sale en busca de Carl?— pregunta la chica.

Rania se sobresalta, porque sabe que lo de anoche no sería nada comparado con lo que le haría si se entera que salió en busca de otro hombre, aunque de todos modos, el Marqués le tiene prohibido salir.

—además, a estas alturas, Carl ya debe de haberse casado con otra, es mejor no involucrarlo.— murmura la chica, pero, se le dibuja una sonrisa burlona. Sin duda estaba disfrutando ver el arrepentimiento de Rania.

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Arya estaba de pie en el balcón, la brisa de la noche era agradable, pero, en el bosque, ella sabe que una bestia se mueve sigilosa, observando a distancia y es posible que no se detenga a menos que acabe con Carlisle o que Carlisle acabe con él. Por lo que ha observado, ese licantropo quiere eliminar a Carlisle.

Lo ha pensado por años, probablemente ese licantropo la transformó para que sea su pareja. Cerro los ojos, recordando esa noche, lejos de la frontera, cuando ella y sus tropas se infiltraron al territorio enemigo, esa noche todos descansaban y ella aprovecho para ir al bosque a bañarse en el largo que estaba cerca, pero, en su camino se encontró con esa bestia de ojos verdes.

El licantropo ataco, ella intento defenderse con su espada, pero, las garras del licantropo era filosas, este logro herirla en al espalda y la presionó contra el suelo, en ese momento, ella creyó que sería su fin, pero, solo sintió los caninos del licantropo hundirse en la piel de su hombre, la sangre brotava a chorros, la princesa ya presentía su fin y cerro los ojos. Poco después despertó de forma repentina, buscando las heridas de hombro y espalda, pero no había nada, era como si todo hubiera sido un mal sueño.

Durante las siguientes noches, escuchaba el aullido del licantropo, y ella soñaba verse en el espejo convertida en uno, después se veía corriendo por el bosque atacando soldados enemigos y devorando sus corazones. Poco después descubrió que no era un sueño, cuando ella y sus tropas encontraron los cuerpos de esos solados abiertos del pecho y sin corazón.

Ahí supo que algo malo estaba pasando, así que haciendo uso de su mana, busco detener ese instinto salvaje, era noche tras noche de desesperación, donde la bestia ganaba y ella se transformaba, fue así cuando finalmente se encontró ante el licantropo de ojos verdes, quien la llamaba y le hacía saber que ella era suya, fue así que lo comprendió, él la había maldecido para hacerla su pareja, pero Arya no estaba dispuesta a aceptar algo así, porque, para ella solo había un hombre digno de su amor y su atención, ese era Carlisle Van Der Heijden, el joven duque que le había gustado desde que lo vio por primera vez en el campo de batalla. Una noche, el licantropo de ojos verdes se presento ante ella, esta vez dejo ver su forma humana y le expreso su interés.

—te hice para mi, desde que te vi en batalla, supe que serías mía.— le ofreció la mano.

—jamás me tendrás...yo elijo a quien darle mi amor y ese alguien, no eres tú.— respondió la rubia.

—no puedes estar con nadie más, soy el único que te comprende y te puede ayudar, soy el único que no te verá como un monstruo.—

Arya sonrió.—como tú me veas no me importa, busca a tu pareja en otra, porque yo, ya elijo a la mía.

Dicho esto, ella escapo del bosque. Poco después, la misión acabo y ella regreso al campamento del imperio, y aquel licantropo parece haber perdido su rastro, hasta ahora que regresa a perturbar su paz.

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