Patricia Álvarez siempre ha creído que con trabajo duro y esfuerzo podría darle a su madre la vida digna que tanto merece. Esta joven soñadora y la hija menor más responsable de su familia no se imaginaba que un encuentro inesperado con un hombre misterioso, tan diferente a ella, pondría su mundo de cabeza. Lo que comienza como un simple encuentro se convierte en un laberinto de secretos que la llevará a un mundo que jamás imaginó.
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Una mentira convertida en verdad
Punto de vista de Patricia
El beso de Alejandro fue como un cortocircuito, una chispa inesperada en medio del caos. Me alejé de él, no porque quisiera, sino porque necesitaba aire, necesitaba recordarme que esta situación no era un cuento de hadas. Estaba en el apartamento de un hombre que, hacía unos segundos, me había amenazado con su obsesión. Y, sin embargo, sus labios se sentían tan bien, tan correctos.
Sin idea de lo que pasaba por la mente de Alejandro, decidí que era mejor salir del apartamento. Pensé que en cualquier momento se podría arrepentir y obligarme a hacer para lo que me había traído aquí.
—Debo regresar a mi casa, mi mamá necesita cuidados y no sé si Alicia lo hará bien —dije en un susurro.
Alejandro solo se quedó mirándome, como si quisiera decir algo que no se atrevía.
—La mejor manera de conocernos es... si vivimos juntos —sus palabras me dejaron en shock. Abrí los ojos, sorprendida por lo que estaba diciendo.
—Creo que escuché mal —comenté con incomodidad.
—No, no escuchaste mal. Quiero que te vengas a vivir conmigo.
—Dijiste que no me presionarías y ahora sales con esto. La verdad no sé qué pensar, estás actuando muy extraño.
—No te estoy presionando, solo quiero que me des la oportunidad de que me conozcas y esto me parece la mejor idea —dijo con seguridad.
—Estás loco. No puedo venirme a vivir contigo, mi mamá me necesita y no puedo decirle que me voy de la casa de la noche a la mañana.
—Te daré un poco de tiempo para que hables con ella.
—No voy a venirme a vivir a tu departamento. Mejor salgamos, conozcámonos y que el tiempo nos diga si esto funcionaría —mi voz salió en una súplica.
Alejandro se quedó en silencio, como si estuviera sopesando las opciones.
—Está bien, lo haremos como tú dices. Pero serás mi novia y me presentarás como tal.
—Ok. Ahora llamaré a un taxi que me lleve a mi casa.
—De ninguna manera —me interrumpió. —Yo llevaré a mi hermosa novia a donde ella quiera.
Tomó una de las tantas llaves que tenía en un perchero y, tomándome de la mano, me arrastró fuera del apartamento. No me opuse; solo quería llegar a mi casa y respirar algo de paz.
Llegamos al estacionamiento y Alejandro me guio a través de autos muy lujosos. Eran impresionantes, pero cuando nos detuvimos frente a un auto negro de alta gama, me quedé paralizada. Este auto era más de lo que podía imaginar en toda mi vida.
—Suba, señorita —comentó abriendo la puerta.
—Ustedes, los millonarios, no saben qué hacer con su dinero —comenté mientras subía del lado del pasajero.
Alejandro rodeó el coche, con un estilo dominante. Subió al lado del conductor para luego acercarse peligrosamente a mí, haciéndome temblar. Ya empezaba a molestarme que mi cuerpo reaccionara así cada vez que estaba tan cerca.
—Debes abrochar tu cinturón —con un suave movimiento, pasó la cinta del cinturón de seguridad por encima de mí hasta que lo abrochó. —No quiero que te lastimes —dijo con sensualidad.
Mordí mi labio inferior al sentir su aliento fresco sobre mi piel y el roce de sus dedos en mi cintura.
—Aunque tu boca diga lo contrario, tu cuerpo me grita que me deseas tanto como yo a ti. —Se alejó de mí, dejándome con ganas de sentir sus labios sobre los míos. ¿Qué me estaba pasando?, me pregunté.
El sonido del motor me sacó de mi trance, haciendo que recuperara la compostura. Volteé a verlo y vi en su rostro una sonrisa triunfal, como si hubiera ganado un premio.
—Me gustaría verte esta noche, ¿crees que sea posible? —preguntó.
—Me gustaría descansar un poco, estos días he estado en la clínica…
—No es necesario que des más explicaciones. Nos veremos mañana entonces.
Salimos del estacionamiento y, en el camino a casa, hablamos de nuestros intereses, de lo que nos gusta y, en mi caso, de mis sueños de estudiar. Él me escuchaba atentamente, como si analizara cada una de mis palabras. Por primera vez desde aquella noche, no me sentí presionada y pude hablar con Alejandro abiertamente con otra persona que no fuera Daniela.
Llegamos a mi casa y le di las gracias por haberme llevado, pero cuando estaba por bajar, él me tomó de la mano, deteniéndome.
—¿Te irás así sin más? —preguntó, con su voz ronca haciéndome estremecer.
—¿A qué te refieres? —no entendía.
—Invítame a tomar un vaso de agua, una taza de café —sugirió. —Muero por conocer tu mundo.
Su declaración me hizo sentir una calidez en el corazón. Fue inevitable compararlo con Richard, quien la única vez que había visitado mi casa fue para revolcarse con mi hermana. Sonreí con timidez.
—¿Te gustaría pasar a tomar algo? —pregunté nerviosa.
—Claro que sí —su respuesta fue inmediata.
—Solo déjame advertirte que mi casa no es un palacio. Es muy distinta a tu apartamento.
—Eso no me importa, solo quiero estar a tu lado más tiempo.
No podía evitar sonreír ante el caballero que me estaba mostrando, nada que ver con el hombre frío de hacía un par de horas.
Bajamos del auto y, tomados de la mano, entramos a mi casa. En la pequeña sala estaban Daniela, Alicia y, desgraciadamente, Richard. Fruncí el ceño cuando lo vi.
—¿Qué haces aquí? —pregunté molesta.
—Vine a visitar a mi novia —respondió Richard, mirando mi agarre con Alejandro.
—Creo que quedó claro que tú y yo no somos nada. Ahora, por favor, márchate —respondí furiosa.
—No te creas tan importante, hermanita, él dijo que venía a visitar a su novia, no a ti… Y su novia soy yo. —Quedé de piedra al escuchar las estupideces de Alicia. ¿Acaso no se daba cuenta de lo que estaba haciendo? ¿O lo hacía a propósito?
—Amiga, vamos a otro lado. Deja que estos dos se envenenen con su propio veneno —intervino Daniela rápidamente.
Pero los planes de Alejandro eran otros.
—Creo que fui claro cuando te dije que no quería verte cerca de mi mujer —su voz resonó en las cuatro paredes de mi pequeña casa.
Mi mamá salió de su habitación con apenas fuerzas. Al verme, sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Entonces, es cierto lo que dijo Alicia. Tú te vendiste a ese hombre.
—¡Mamá!, no debiste salir de la cama, eso te puede hacer daño —Alicia corrió a su lado, mostrando una preocupación fingida.
—Yo estoy bien, cariño. Y pensar que casi muero por no querer creer lo que me dijiste ese día. Pero ahora que la veo de la mano de ese sujeto, me doy cuenta de la verdad.
—¿De qué hablas, mamá? Yo no he hecho nada de lo que Alicia dice.
—¡Cállate! —gritó, con la voz quebrada. —Quiero que te vayas ahora mismo de mi casa. Hubiera preferido morir a enterarme de que una de mis hijas anda con cuantos hombres se le atraviesan solo por dinero. ¿Pensaste que nunca me enteraría?
—Las cosas no son así... —intenté explicar.
—¡Dije que te callaras! Cuando Alicia me dijo que te metiste con su novio no lo creí, pero ahora sé que eres capaz de cualquier cosa…
Mi madre casi cae al suelo, pero Richard se apresuró a ayudarla.
—Tranquilícese, suegra. No vale la pena. Mejor la llevo a su habitación.
—Gracias, hijo. Y tú, Patricia, vete de mi casa. No quiero volver a verte.
Richard ayudó a mi madre a ir a su habitación, seguido por Alicia, quien antes de irse me mostró una sonrisa burlona.
Que buena está la novela