Lena, una joven que siempre ha sentido que es diferente, sin saber por qué. En la noche de su vigésimo primer cumpleaños, su vida da un giro inesperado cuando descubre que es la Luna destinada del alfa de la manada más poderosa de la región, un hombre llamado Aiden, conocido por su ferocidad y liderazgo implacable.Aiden, marcado por una profecía ancestral, ha esperado años para encontrar a su Luna, la única persona capaz de calmar la bestia dentro de él y traer equilibrio a su vida. Sin embargo, Lena no está dispuesta a aceptar su destino fácilmente. Mientras lucha por comprender y aceptar el vínculo que la une a Aiden, descubre que su conexión va mucho más allá del amor: está vinculada a un oscuro secreto que podría destruirlos a ambos.En medio de luchas internas, conflictos con otras manadas, y una amenaza que podría desencadenar una guerra, Lena debe decidir si está dispuesta a aceptar la marca del Alfa y el destino que le ha sido impuesto, o seguir su propio destino
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Capítulo 20 El Despertar de la Bestia - Parte II
Lena sabía que no había tiempo que perder. Aidan estaba a punto de perderse para siempre en esa oscuridad que lo envolvía, y ella no podía permitirlo.
Su loba interior, aunque no completamente liberada, le proporcionaba la fuerza y el coraje que necesitaba. Sintiendo una conexión profunda con el ser que habitaba en su interior, Lena dio un paso adelante, acercándose lentamente a la bestia que antes había sido Aidan.
La criatura, que seguía luchando internamente, rugió con furia, como si intentara advertirle que se mantuviera alejada.
Pero Lena no se detuvo. Sabía que tenía que arriesgarlo todo para salvar al hombre que amaba. Con cada paso, sentía la energía oscura alrededor de Aidan intensificarse, como si intentara repelerla, pero ella no se dejó intimidar.
Finalmente, cuando estaba a solo unos pasos de él, Lena levantó las manos, concentrando toda la fuerza que su loba interior le estaba proporcionando.
El poder dentro de ella creció, envolviéndola en un círculo, era una luz cálida y brillante que contrastaba con la oscuridad que emanaba de Aidan.
Lena en un solo movimiento con sus manos, desató esa energía sobre la bestia, dirigiéndose hacia él como un rayo de luz.
Aidan soltó un rugido ensordecedor mientras la luz de Lena lo golpeaba fuertemente, su cuerpo temblando violentamente mientras intentaba resistirla.
Pero la luz era implacable, penetrando la oscuridad que lo había atrapado, luchando por liberar al hombre dentro de la bestia.
Lena sintió cómo la energía la abandonaba rápidamente, su cuerpo debilitándose mientras intentaba mantener la conexión.
Pero no podía ceder, no hasta que estuviera segura de que Aidan estaba a salvo.
Con un último esfuerzo, Lena canalizó todo lo que le quedaba, enviando una última ola de energía hacia él.
Finalmente, la oscuridad alrededor de Aidan comenzó a desvanecerse. Su cuerpo, que había sido el de una bestia, comenzó a retorcerse y encogerse, regresando lentamente a su forma humana.
Lena vio cómo los ojos de Aidan, que habían sido negros como la noche, volvían a su color natural, llenándose de confusión y dolor.
—Lena... —susurró Aidan, su voz ronca mientras caía de rodillas, por el agotamiento mientras su nariz sangraba.
Pero antes de que Lena pudiera responderle a aidan, sintió cómo sus propias fuerzas la abandonaban por completo.
Su visión se oscureció, y sus piernas cedieron bajo su peso.
El último pensamiento que tuvo antes de perder la conciencia fue que había logrado salvar a Aidan, aunque no sabía a qué costo.
Lena se sumergió en un mundo de oscuridad y sueños, su mente vagando en un limbo entre la realidad y la fantasía.
No estaba consciente del paso del tiempo, ni de lo que sucedía a su alrededor.
Su cuerpo y mente estaban en un estado de recuperación, tratando de sanar después del esfuerzo monumental que había realizado.
Días pasaron, o quizás varias semanas, antes de que Lena comenzara a despertarse.
Lo primero que sintió fue una calidez reconfortante, y el sonido lejano de voces conocidas.
Quiso moverse, pero su cuerpo se sentía pesado, como si estuviera atada a la cama.
Finalmente, con gran esfuerzo, abrió los ojos, parpadeando ante la luz suave que la rodeaba.
—Mamá... —murmuró, su voz débil.—¡Lena! —exclamó su madre, que estaba sentada junto a su cama, sosteniendo su mano—. Gracias a la Luna, finalmente despertaste.
Lena intentó sonreír, pero incluso ese gesto fue difícil. Su madre la miraba con una mezcla de alivio y preocupación, y Lena se dio cuenta de que debía haber estado inconsciente durante mucho tiempo.
—¿Cuánto tiempo... estuve fuera? —preguntó Lena, su voz ronca por la falta de uso.
—Días —respondió su madre, acariciando su frente con ternura—. Hemos estado tan preocupados por ti. Aidan no se ha movido de aquí desde que te trajeron.
Lena frunció el ceño, tratando de recordar lo que había sucedido. Poco a poco, los eventos de aquella noche volvieron a ella.
Recordó la oscuridad que había rodeado a Aidan, su transformación en una bestia, y cómo ella había utilizado todo lo que tenía para salvarlo.
—¿Está bien Aidan? —preguntó, ignorando el dolor que sentía en todo su cuerpo.
Su madre asintió, pero su expresión era grave.—Él está bien, gracias a ti. Pero todavía está preocupado por lo que sucedió.
Algo oscuro lo está acechando, y sabe que necesita encontrar una manera de controlarlo.
Lena suspiró, sintiendo una oleada de alivio al saber que Aidan estaba a salvo, pero también una profunda preocupación por lo que todavía podría estar acechando en su interior.
Quería verlo, asegurarse de que estaba bien, pero por el momento, apenas tenía la fuerza para mantenerse consciente.
—Necesito verlo —dijo Lena, intentando levantarse. Pero su madre la detuvo con suavidad, empujándola de nuevo hacia la almohada.
—No, Lena. Aún no. Necesitas descansar. Tu cuerpo ha pasado por mucho, y necesitas tiempo para recuperarte, recuerda que estas embarazada.
Lena quiso protestar, pero la debilidad en su cuerpo le hizo darse cuenta de que su madre tenía razón.
Cerró los ojos nuevamente, dejando que la fatiga la arrastrara de nuevo hacia el sueño.
Pero esta vez, sus sueños no fueron oscuros y caóticos. Sentía una paz extraña, sabiendo que había hecho lo correcto, aunque el futuro todavía estuviera lleno de incertidumbres.
Durante los siguientes días, Lena estuvo confinada a su cama, recuperándose bajo el cuidado constante de su madre, su padre, Aidan y Myra.
Aidan la visitaba frecuentemente, aunque las visitas eran breves, y siempre parecían llenas de una tensión silenciosa. Lena podía sentir que algo lo estaba perturbando profundamente, pero él no se lo decía, probablemente para no preocuparla.
Finalmente, después de una semana, Lena se sintió lo suficientemente fuerte como para levantarse y caminar por la casa. Su madre, aunque preocupada, no pudo detenerla, y Lena se dirigió a la sala donde sabía que encontraría a Aidan.
Lo encontró sentado cerca de la chimenea, mirando el fuego con una expresión pensativa.
Cuando oyó sus pasos, se levantó rápidamente y se acercó a ella.
—Lena, deberías estar descansando —dijo, su voz llena de preocupación.
—Estoy bien, Aiden. Solo necesitaba verte —respondió Lena, sonriendo débilmente—.
Hemos estado evitando esta conversación, pero no podemos seguir haciéndolo.
Aidan asintió lentamente, sabiendo que tenía razón. Ambos se sentaron en el sofá, y Lena lo miró, esperando que hablara.
—Lena... lo que sucedió aquella noche... —Aidan comenzó, pero su voz se apagó, como si no pudiera encontrar las palabras adecuadas.
—Lo sé, Aidan —dijo Lena, tomando su mano—. Pero necesitas contarme todo.
¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué es esa oscuridad que te está consumiendo?
Aidan apretó su mano, su expresión llena de conflicto. Finalmente, después de un largo silencio, comenzó a hablar.
—Es algo que he estado tratando de mantener oculto, incluso de mí mismo.
Desde que era un niño, he sentido esta... presencia dentro de mí. Algo oscuro, que se alimenta de mis miedos, mis inseguridades, y mi rabia.
Siempre he tratado de controlarlo, de mantenerlo a raya, pero aquella noche...
—Aidan hizo una pausa, apretando la mandíbula—.
Algo lo desató, y no pude detener.
Lena lo miró con ojos llenos de comprensión y tristeza.
Sabía lo que significaba luchar contra algo tan profundo y oscuro. Lo había visto en otros miembros de la manada, aquellos que habían perdido el control y se habían dejado consumir por sus lobos interiores.
—Aidan, lo que sucedió no es tu culpa —dijo Lena con firmeza—. Todos tenemos demonios con los que lidiar. Pero no estás solo en esto.
Te ayudaré a controlarlo, a luchar contra esa oscuridad.
Aidan la miró con una mezcla de gratitud y desesperación.
—No quiero lastimarte, Lena. Ni a ti, ni a nadie más. Si alguna vez pierdo el control de nuevo...
Lena lo interrumpió, tomando su rostro entre sus manos.—No vas a perder el control. No si estás conmigo.
Lo que pasó aquella noche no volverá a suceder. Vamos a encontrar una manera de lidiar con esto, juntos.
Aidan cerró los ojos, inclinando su cabeza hacia la de Lena, apoyando su frente contra la de ella.
—No sé qué haría sin ti —murmuró, su voz llena de emoción contenida.
ella sonrió, sintiendo el calor de su cercanía, y el alivio de saber que, a pesar de todo, estaban juntos en esto.