Esta es la historia de Sofía Bennet, una joven con un sueño muy grande, pero tuvo que dejarlo ir por una tragedia.
Leandro Lombardi un hombre acostumbrado a tener siempre lo que quiere con un pasado que le hizo mucho daño.
Dos personas totalmente opuestas pero con una química impresionante.
¿Podrán dejar fluir sus sentimientos o solo lucharán por evitarlos?
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2 — La Idea.
Leandro Lombardi.
Hoy ha sido el día más estresante que he vivido hasta ahora.
Mi madre, una vez más, ha comenzado con sus interminables sermones sobre la necesidad de que cambie mi estilo de vida.
La verdad es que no tengo intenciones de hacerlo; he perdido la confianza en las mujeres, y, como siempre, ella nunca logra comprenderlo.
— Hermanito, ¿qué pasó? ¿Quién se murió para que tengas esa cara? No es día de brujas para que me asustes — bromeó Luciano al entrar en mi oficina.
— No estoy de humor para juegos, Luciano. Mejor dime, ¿cómo va el casting para seleccionar a los nuevos talentos? — pregunté, deseando desviar la conversación y concentrarme en cuestiones más importantes.
— Bueno, las cosas no son como antes, hermano, ya no hay tantas personas con talento. Solo hay individuos que piensan que, por tener un buen aspecto y dinero, podrán triunfar en este mercado. — respondió con frustración.
Luciano siempre ha sido una persona muy accesible y resulta más fácil entablar una conversación con él, a diferencia de Federico, que es un poco más complicado en ese sentido.
— Es cierto, por eso he estado considerando... — no pude seguir hablando porque, de repente, apareció mi otro hermano con una sonrisa que, para mi gusto, era demasiado entusiasta.
— ¿Qué dicen el Rey de los amargados y el Defensor de la Justicia? — comenta de manera burlona.
Esa actitud es algo que realmente detesto de él.
— ¿Cuándo será el día en que logres madurar? — le pregunta Luciano con una mezcla de seriedad y reproche.
— Cuando el sol salga por el oeste, es decir, nunca — responde con una risa despreocupada, y siento que mi paciencia empieza a desvanecerse.
— Deja de lado tus tonterías y habla de una vez, ¿qué es lo que quieres? — dije con un tono firme, tratando de imponer seriedad.
— Ya relájate, pareces una anciana amargada, y eso que ni siquiera te has casado. — responde él, aún en un tono tranquilo.
— Federico, no empieces, sabes que a Leandro no le gustan tus bromas — le advierte Luciano con un aire de calma, intentando mantener el control de la situación.
— Eso sucede porque es una persona amargada, pero en realidad no era eso lo que quería comentarles. Lo que les traigo es una propuesta fantástica que estoy seguro les encantará — explica con gran entusiasmo.
— ¿De qué se trata? —le pregunté con curiosidad.
— Es muy sencillo, hermano mayor. ¿Qué les parece si organizamos un concurso para descubrir nuevos talentos? Piénsenlo, sería una excelente oportunidad para aquellos que no cuentan con los recursos necesarios para alcanzar sus sueños. ¿Qué opinan, les gusta? — dice mientras esboza una amplia sonrisa.
— A mí me parece excelente con esto tendremos más opciones para elegir personas que no sean ambiciosas ni avariciosas, sino que sean humildes y sencillas. Vaya, hermanito, te luciste. ¿Qué dices, Leandro? ¿Lo apoyamos? — me pregunta, y la verdad es que la idea me gusta.
— Para ser un bueno para nada, y además un idiota, tienes muy buenas ideas. Cuenta con mi apoyo. — le dijo con tranquilidad.
Él se levanta y me da un abrazo.
— Bien, ahora que les he hablado sobre la idea y han aceptado, es momento de pasar a lo siguiente.
— Lo sabía, todo parecía demasiado bueno para ser verdad — le digo mientras masajeo mi entrecejo.
— Ey, cálmate, no es algo malo. De hecho, ya hablé con una persona que puede ayudarnos a planear lo del concurso. Incluso, en su local se organizan shows de karaoke y baile. Según él, hay personas que se destacan por su gran talento, aunque no sean del país, pero de igual manera, vale la pena conocerlos — responde con tranquilidad.
— ¿Quién es? ¿Dónde vive? — pregunta Luciano.
— En Argentina, y a quien mencioné es a Gerardo Ferrer. — esto es una broma.
— No. No voy a hacer ningún trato con él, así que olvídalo. — le respondí, visiblemente molesto.
— Leandro, por favor, lo que sucedió con Gerardo fue hace dos años. Además, él no estaba al tanto de nada y pagó un precio muy alto por ello, tú lo sabes perfectamente.
Gerardo era el gerente de una de nuestras empresas. Cometió un error que casi nos cuesta perderla por completo.
Sin embargo, se descubrió que no tuvo nada que ver con el problema, pero a pesar de eso, perdió muchas cosas importantes en su vida y, debido a eso, decidió irse.
— Federico tiene razón. ¿Qué te parece si primero realizamos una investigación y luego vamos a hablar con él? Si al final no nos convence, podemos olvidarlo y buscar a otra persona. — dice Luciano con tranquilidad.
— De acuerdo, partiremos hacia Argentina en tres días y hablaremos con Gerardo. Ya veremos qué sucede pero si no me convence no quiero quejas. — declaré con firmeza.
— Perfecto. Hablaré con él para informarle, y así aprovechamos la ocasión para visitar a la tía Estela. ¿La recuerdan? — inquirió con una sonrisa.
¿Cómo no recordar a la tía Estela?
— Por supuesto, ella y la señora Clarisa eran muy buenas amigas de nuestra madre, por eso siempre les llamábamos tía — comenta Luciano con una sonrisa en el rostro, mostrando una alegría nostálgica.
— Sí, es cierto, aunque la señora Clarisa y su esposo perdieron la vida en un trágico accidente hace dos años. Tengo entendido que solo una de sus hijas logró sobrevivir, pero quedó con una discapacidad — responde Federico con tristeza.
Puedo notar la expresión de malestar en Luciano, quien también parece verse afectado por la noticia.
Lo comprendo, yo también tenía un gran cariño por ella.
— Lamentamos mucho lo que sucedió y creo que sería una buena idea invitar a nuestra madre a que nos acompañe. De esa manera, podremos brindarle nuestro apoyo. — les digo, y asienten con la cabeza, mostrando su acuerdo.
— Tienes razón, te das cuenta de que no ser tan pesimista te favorece, te hace ver atractivo no un ogro gruñón. — comenta Federico, y yo le lanzo una mirada fulminante.
Ante eso, él levanta las manos en señal de rendición, como si me pidiera que no me lo tomara a mal.
— Está bien, tranquilo. ¿Qué te parece si nos dirigimos de una vez a hablar con nuestra madre? — sugiere Luciano, y todos concordamos con la idea.
Los tres salimos de la oficina con dirección a nuestra casa.
Mientras caminamos, no puedo evitar seguir reflexionando sobre el viaje a Argentina.
Me invade la incertidumbre y trato de imaginar cómo será la experiencia.
A pesar de las dudas que me asaltan, deseo con todas mis fuerzas que todo salga bien y que pueda disfrutar de esa aventura al máximo.
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LEANDRO: