LA MARCA DEL ALFA
Lena despertó esa mañana con una sensación extraña en el pecho, como si algo importante estuviera a punto de suceder.
La luz del amanecer se filtraba por las cortinas de su habitación, creando un resplandor dorado que iluminaba su pálida piel .
Se incorporó lentamente, intentando sacudirse esa sensación de anticipación que se había instalado en su estómago.
No era el tipo de persona que prestaba demasiada atención a su cumpleaños, pero algo en el aire esa mañana la hacía sentir que este cumpleaños sería diferente.
El reloj en su mesita de noche marcaba las 7:00 AM, un recordatorio de que su rutina diaria no se detendría solo porque era su cumpleaños.
Con un suspiro, Lena apartó las sábanas y se dirigió al baño. El agua caliente de la ducha la envolvió, relajando sus músculos tensos, pero no lograba calmar esa inquietud interna.
Mientras el vapor llenaba el pequeño cuarto, su mente comenzó a vagar hacia pensamientos de lo que podría estar causando esa sensación, pero ninguna explicación parecía adecuada.
Después de vestirse, Lena bajó las escaleras hacia la cocina, donde el aroma del café recién hecho la recibió cálidamente.
Su madre, una mujer de mediana edad con el cabello aún oscuro y ojos llenos de sabiduría, estaba ocupada en la cocina, como de costumbre.
—Feliz cumpleaños, cariño —dijo su madre con una sonrisa suave mientras colocaba una taza de café frente a Lena.
Lena le devolvió la sonrisa, aunque seguía sintiendo ese peso inexplicable en su pecho.
—Gracias, mamá. ¿Hay algún plan especial para hoy? Su madre se encogió de hombros.
—Nada fuera de lo normal. Pensé en preparar una cena especial esta noche, y tal vez podrías invitar a algunos amigos si quieres.
Lena asintió, agradecida por la oferta, aunque sabía que no tenía la energía para una gran celebración.
Sus amigos en la universidad eran agradables, pero ninguno de ellos la conocía lo suficiente como para entender lo que estaba sintiendo en ese momento.
Después del desayuno, Lena salió de casa para dirigirse a la universidad.
Esa mañana el cielo estaba nublado, y una brisa fría anunciaba la llegada inminente del otoño.
Mientras caminaba hacia la parada de autobús, el viento jugaba con su cabello largo y castaño, y la sensación en su pecho se intensificaba.
Lena intentó ignorarla esa sensación, enfocándose en el sonido de sus pasos sobre las hojas caídas y el suave murmullo distante del tráfico.
El día en la universidad transcurrió de manera normal. Las clases transcurren una tras otra, llenas de notas y presentaciones, pero Lena no podía concentrarse.
Su mente seguía volviendo a esa extraña sensación de anticipación. A medida que el día avanzaba, esa sensación comenzó a transformarse en algo más tangible, como una energía latente que burbujeaba justo debajo de su piel.
Durante la última clase del día, Lena sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, haciendo que se estremeciera involuntariamente.
Su compañera de clase, Sarah, que estaba sentada a su lado, la miró con preocupación.
—¿Estás bien? Pareces un poco... apagada hoy —comentó Sarah en voz baja.
Lena asintió con una sonrisa forzada.—Sí, estoy bien. Solo un poco distraída.
Sarah frunció el ceño pero no presionó más, y Lena agradeció el silencio.
El profesor continuaba hablando sobre la importancia de las fuentes primarias en la investigación histórica, pero las palabras se mezclaban en la cabeza de Lena, sin que pudiera concentrarse en el tema.
Finalmente, la campana sonó, señalando el final del día en la universidad.
Lena recogió sus cosas y salió del aula, sintiendo que necesitaba aire fresco. La sensación en su pecho había crecido tanto que ahora parecía una presión constante, como si algo intentara abrirse camino desde adentro.
En lugar de dirigirse directamente a casa, Lena decidió caminar hasta un parque cercano. Siempre había encontrado consuelo en la naturaleza, y pensó que tal vez un paseo entre los árboles podría ayudarla a despejar su mente.
El parque estaba casi desierto, lo cual le parecía perfecto. El sonido de las hojas crujiendo bajo sus pies y el suave murmullo del viento entre las ramas parecían calmarla, aunque solo un poco.
Se dirigió a su lugar favorito, un claro escondido entre los árboles donde el sol se filtraba a través de las ramas, creando patrones de luz y sombra en el suelo.
Se sentó en el césped, cerrando los ojos y respirando profundamente. El aire fresco llenó sus pulmones, pero la presión en su pecho no disminuyó.
De hecho, se intensificó, volviéndose casi dolorosa.De repente, Lena sintió una oleada de energía recorrer su cuerpo, como una corriente eléctrica que la hizo jadear y abrir los ojos de golpe.
El claro a su alrededor parecía haber cambiado, los colores más brillantes, los sonidos más nítidos. El viento acariciaba su piel como si estuviera vivo, y Lena se dio cuenta de que podía sentir la energía de la tierra bajo ella, el latido constante del suelo, la vida palpitando en cada hoja y cada hierba.
Asustada, Lena se levantó de golpe, tambaleándose ligeramente. El mundo a su alrededor seguía vibrando con esa energía, y ella no sabía cómo detenerlo.
Su respiración se aceleró mientras intentaba controlar lo que estaba sucediendo.
¿Qué era esa sensación?
¿Qué le estaba pasando?
Cerró los ojos de nuevo, tratando de concentrarse, pero la energía dentro de ella continuaba creciendo, extendiéndose por sus extremidades, hasta que sintió que no podía contenerla más.
Un grito silencioso resonaba en su mente, y entonces, sin previo aviso, Lena levantó las manos y la energía explotó fuera de ella en una ráfaga de luz cegadora.
El claro se iluminó como si el sol mismo hubiera descendido sobre la tierra. La energía salió disparada de Lena en todas direcciones, arrasando con las hojas caídas y haciendo que los árboles se inclinaran ante su fuerza.
Lena sintió que algo dentro de ella se liberaba, un poder que siempre había estado allí, pero que nunca había reconocido.
Era como si una barrera se hubiera roto, permitiéndole acceder a una parte de sí misma que había estado oculta todo este tiempo.
Cuando la luz finalmente se desvaneció, Lena cayó de rodillas, jadeando por el esfuerzo. El claro estaba en silencio, como si el mismo bosque estuviera en estado de shock.
El viento había cesado, y no se escuchaba ni un solo sonido, ni siquiera el canto de los pájaros. Lena se quedó allí, temblando, tratando de entender lo que acababa de suceder.
—¿Qué... qué fue eso? —susurró para sí misma, su voz temblorosa.
No había nadie allí para responderle, pero Lena supo en su corazón que algo había cambiado.
El poder que había sentido no era normal, no era algo que una persona común debería experimentar. Y sin embargo, lo había sentido, lo había liberado.
¿Pero por qué? ¿Qué era lo que había desencadenado esa explosión de energía?
Con dificultad, Lena se levantó, sus piernas temblorosas por la experiencia. El claro a su alrededor parecía intacto, aunque el aire estaba cargado de una electricidad residual.
Se sentía diferente, como si una parte de ella hubiera despertado, una parte que no sabía que existía.
Miró a su alrededor, esperando que alguien hubiera presenciado lo que acababa de ocurrir, pero el parque estaba tan desierto como cuando llegó.
Nadie más había visto la explosión de luz, nadie más había sentido la energía que ella había liberado. Lena se abrazó a sí misma, sintiendo un frío que no era causado por el clima.
Algo estaba mal, algo dentro de ella había cambiado, y no sabía si era para bien o para mal.
Con pasos vacilantes, Lena salió del claro y se dirigió a casa. Mientras caminaba, intentaba ordenar sus pensamientos, pero la experiencia la había dejado demasiado aturdida para pensar con claridad.
¿Qué haría ahora? No podía simplemente ignorar lo que había pasado, pero tampoco sabía a quién acudir para obtener respuestas.
Cuando finalmente llegó a casa, el sol ya comenzaba a ponerse, y las luces cálidas de la casa la recibieron con un alivio inesperado.
Al entrar, fue recibida por su madre, que estaba ocupada preparando la cena en la cocina.
—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó su madre sin levantar la vista de la estufa.
Lena se quedó en silencio por un momento, debatiéndose entre contarle la verdad o simplemente decir que todo estaba bien. Finalmente, optó por lo segundo.
—Estuvo bien —respondió, aunque su voz sonó vacía incluso para sus propios oídos.
Su madre le dirigió una breve mirada, notando el cansancio en sus ojos, pero decidió no presionar.
Sabía que su hija era reservada y no quería forzarla a hablar, pero ella sabía exactamente lo que habia pasado.
—Bueno, la cena estará lista en unos minutos. ¿Por qué no te relajas un poco mientras termino aquí.
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