Mónica es una joven de veintidós años, fuerte y decidida. Tiene una pequeña de cuatro años por la cual lucha día a día.
Leonardo es un exitoso empresario de unos cuarenta y cinco años. Diferentes circunstancias llevan a Mónica y Leonardo a pasar tiempo juntos y comienzan a sentirse atraídos uno por el otro.
Esta es una historia sobre un amor inesperado, segundas oportunidades, y la aceptación de lo que el corazón realmente desea.
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Sombras del pasado
El sol del atardecer pintaba la ciudad de tonos dorados mientras Mónica caminaba hacia la disco con sus amigos, buscando una noche de diversión y desconexión. Había pasado mucho desde la última vez que habían salido todos juntos, y aunque Mónica no era de las que disfrutaba mucho de las salidas nocturnas, ese día se permitió relajarse. Sofía estaba con Inés, segura y feliz como siempre, y Mónica sabía que se merecía un descanso.
Dentro de la disco, la música vibraba con energía, y el ambiente estaba lleno de risas y movimiento. Cintia, siempre la más animada del grupo, la arrastró a la pista de baile, y por un momento, Mónica se dejó llevar por la diversión.
-¡Moni, tienes que relajarte más seguido!- gritó Cintia sobre la música, riendo mientras bailaba.
-¡Lo sé, lo sé!- respondió ónica, riendo también- Pero con Sofi y el trabajo... no es fácil.
Los chicos del grupo se acercaron con bebidas, y todos compartieron bromas y risas. Sin embargo, después de un rato, Mónica sintió la necesidad de tomar un respiro. Se dirigió con las chicas al baño, y mientras se refrescaban, Cintia señaló algo.
-¿Vieron a ese grupo de hombres que acaba de entrar?- dijo con un tono emocionado- ¡El de la chaqueta de cuero es guapísimo!
Mónica, curiosa, miró hacia la puerta de la disco. Solo alcanzó a ver la espalda de uno de los hombres, un tipo alto y atlético, con el cabello oscuro peinado hacia atrás y una chaqueta de cuero negra que resaltaba su figura imponente.
-No está mal de espaldas- comentó una de las otras chicas, guiñando un ojo.
-Podría ser un actor de cine- añadió Alicia , siempre la más entusiasta.
Mónica sonrió débilmente y trató de seguir la conversación, pero algo en su estómago empezó a revolverse. Algo en esa figura le resultaba vagamente familiar, aunque no podía ubicar de dónde.
Al regresar a la pista de baile, Mónica lo vio. Allí, en uno de los reservados privados, estaba sentado el hombre de la chaqueta de cuero, y junto a él, otros tres hombres, entre ellos su jefe. Mónica sintió como si el tiempo se detuviera. El hombre giró la cabeza para hablar con uno de sus acompañantes, y su rostro se reveló por completo.
Era Ryan.
La sangre de Mónica se congeló. El aire pareció desaparecer de la sala, y por un momento, todo lo que podía escuchar era el latido acelerado de su propio corazón.
Ryan... No podía ser él. ¿Qué hacía allí? ¿Cómo era posible que estuviera en la misma ciudad?
Con la garganta seca y las manos temblorosas, Mónica trató de apartar la mirada, pero sus ojos seguían fijos en él, en ese rostro que había logrado borrar de su memoria por tanto tiempo. Ryan no había cambiado mucho desde la última vez que lo había visto: su mandíbula fuerte, sus ojos azules fríos y calculadores, y esa sonrisa que, aunque a muchos podría parecerle encantadora, a Mónica le evocaba una mezcla de miedo y desconfianza.
En ese momento, su mente comenzó a trabajar a toda velocidad. No podía permitir que Ryan la viera. Si él descubría que estaba allí, si llegaba a enterarse de la existencia de Sofía... Mónica no podía ni imaginarlo. El simple pensamiento de que pudiera acercarse a su hija la aterraba.
-Chicas, creo que... creo que me voy- dijo de repente, interrumpiendo la conversación animada de sus amigas.
-¿Qué? ¿ Por qué?- preguntó Cintia, sorprendida- ¡Pero si apenas estamos empezando la noche!
-Lo siento, pero extraño a Sofía y estoy cansada- se excusó Mónica, tratando de no sonar demasiado nerviosa.
-Bueno, si estás segura...- respondió Cintia, aunque se notaba claramente decepcionada.
Mónica asintió rápidamente, sin esperar más, y salió de la disco. Afuera, el aire frío la golpeó de lleno, pero no hizo nada para calmar la sensación de inquietud que la invadía. Tomó un taxi y se dirigió directamente a casa, con la mente aún procesando lo que había visto.
Durante el trayecto, su cabeza era un torbellino de pensamientos. ¿Qué hacía Ryan con su jefe? ¿Era solo una coincidencia? No podía ser... ¿verdad? Intentó calmarse, diciéndose que tal vez solo era un encuentro casual, pero algo en su interior le decía que no era así.
Al llegar a casa, Mónica encontró a Sofía dormida plácidamente, abrazada como siempre a la camiseta de Diego. La imagen de su hija durmiendo tan inocente la llenó de una mezcla de amor y protección feroz. No podía dejar que nada ni nadie la alejara de esa paz.
El lunes, cuando Mónica volvió al trabajo, ya había tomado una decisión. No podía correr riesgos. Si Ryan estaba de alguna manera relacionado con su jefe, entonces lo mejor era mantenerse lo más lejos posible de esa situación. A pesar de lo mucho que amaba su trabajo, su prioridad era Sofía.
Entró en la oficina, aún con la idea de que debía investigar qué estaba pasando. Pero justo cuando las puertas del ascensor se abrieron, vio al mismo hombre desconocido que había estado con Ryan en la disco. Su corazón dio un vuelco, y sin pensarlo dos veces, corrió al baño más cercano. Cerró la puerta detrás de ella, intentando calmar su respiración.
-Esto no puede estar pasando- susurró para sí misma, con el rostro entre las manos.
Esperó unos minutos hasta que estuvo segura de que ya no estaban en el pasillo, y luego salió del baño, tratando de actuar con normalidad. Se acercó a una de sus compañeras, fingiendo casualidad.
-Oye, ¿sabes quiénes son esos hombres que estuvieron con el jefe?- preguntó, tratando de sonar despreocupada.
-Ah, sí. Creo que son posibles socios para un nuevo proyecto de la empresa- respondió la compañera- Han estado en reuniones importantes estas últimas semanas.
Mónica sintió cómo se le revolvía el estómago nuevamente. El miedo se asentaba más profundamente en su pecho. Esto no era solo una coincidencia. Ryan estaba involucrado de alguna manera, y eso solo significaba una cosa: debía alejarse cuanto antes.
Esa misma tarde, Mónica fue directamente a la oficina de su jefe. Estaba decidida a tomar medidas. No podía permitir que Ryan se acercara ni un centímetro más a su vida, y mucho menos a Sofía.
-¿Puedo hablar contigo un momento?- dijo, tratando de mantener la calma mientras cerraba la puerta detrás de ella.
-Claro, Mónica, dime ¿qué sucede?- preguntó su jefe, levantando la mirada de unos papeles.
-Es sobre el puesto que mencionaste... El de tu amigo en la otra ciudad. ¿Todavía está disponible? - preguntó, su voz más firme de lo que esperaba.
Su jefe levantó una ceja, claramente sorprendido por la pregunta.
-¿Estás interesada ahora? Pensé que habías decidido quedarte aquí...
-Las cosas han cambiado- dijo Mónica, sin entrar en detalles- ¿Podrías averiguar si sigue disponible?
Su jefe la miró en silencio por un momento, como si tratara de entender qué la había hecho cambiar de opinión tan repentinamente. Pero finalmente, asintió.
-Está bien, lo averiguaré. Te avisaré en cuanto tenga noticias.
Mónica asintió con agradecimiento, sabiendo que había tomado la decisión correcta. Mientras salía de la oficina, solo podía pensar en una cosa: proteger a Sofía a toda costa. No importaba lo que tuviera que sacrificar.