Mi nombre es Isabel del Castillo y, a la edad de dieciocho años, mi vida experimentó un cambio radical. Me vi obligada a contraer matrimonio con Alejandro Williams , un hombre enigmático y de gran poder, lo que me llevó a quedar atrapada en una relación desprovista de amor, llena de secretos y sombras. Alejandro, quien quedó paralítico debido a un accidente automovilístico, es reconocido por su frialdad y su aguda inteligencia. Sin embargo, tras esa fachada aparentemente impenetrable, descubrí a un hombre que lucha con sus propios demonios.
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Objeto sexual
༺ Narra : Alejandro ༻
La casa se encuentra en un profundo silencio, interrumpido únicamente por el tic-tac del reloj en la pared. Estoy sentado en el sofá, con la mente inquieta. Mi padre entra en la sala, mostrando una expresión de fatiga, pero se detiene al notar mi presencia.
—¿Cómo va todo, hijo? —me pregunta.
—Papá, necesito hablar contigo.
Se detiene en seco, y su rostro refleja una combinación de curiosidad e inquietud.
—¿Qué sucede? ¿Está todo bien? —pregunta.
—No, no está bien —le respondo. Él queda enigmáticamente en silencio, aguardando a que continúe. —Quiero cancelar mi compromiso con Giselle.
—¡Estás loco! ¿Por qué querrías cancelar el compromiso de la nada?... No lo haré a menos que me des una razón que realmente sea válida —su mirada se torna más severa, evidenciando su incredulidad y preocupación.
—Bueno, la descubrí en una habitación de hotel... nada más y nada menos que en compañía de Frederick. ¿Te parece una razón suficiente para anular mi compromiso?
Su expresión cambia rápidamente primero muestra sorpresa, luego incredulidad y, finalmente, se torna en furia.
—¿Con tu hermano? —pregunta, mientras su mandíbula se tensa visiblemente, revelando su indignación. —¡Eso no puede ser posible!
En ese instante, la puerta se abre y Frederick entra en la habitación, luciendo despreocupado y con una sonrisa en el rostro, como si nada estuviera sucediendo.
—¡Familia! ¿Cómo se encuentran todos? —dice en un tono ligero, despreocupado, casi como si estuviera ignorando el conflicto grave que se avecina.
Papá, con pasos lentos pero decididos, se dirige hacia él. Su rostro está teñido de un rojo intenso, producto de la ira contenida. Sin previo aviso, le propina una fuerte bofetada.
—¿Qué te pasa, como está eso de que te metiste con la prometida de tu hermano? —grita, su voz retumbando en la sala, llenando el ambiente de una tensión palpable.
Frederick, con una mano apoyada en su mandíbula, se masajea suavemente mientras esboza una sonrisa cargada de ironía.
—Vaya manera de recibir a tu propio hijo —comenta, su tono desafiante impregnado de desprecio.
—¡Responde! —grita papá, su voz repleta de furia y descontrol. —¡Eres un desvergonzado!
Frederick, sin mostrar signos de inquietud, lo observa de arriba abajo con una mirada altanera y despectiva.
—¿Desvergonzado? ¿Acaso es eso lo que piensas? —replica, dejando entrever un tono provocador en su voz—. Yo soy un hombre y ella es una mujer. —Sus ojos destilan sarcasmo mientras continúa—. Además, no soy responsable de que mi hermanito no sepa cómo satisfacer las necesidades de su prometida.
—¡Cállate! —grita, su voz resonando con fuerza en toda la sala, llenando el ambiente de tensión. —¡No tienes ni la más mínima idea de lo que estás diciendo!
Frederick, en cambio, esboza una sonrisa nauseabunda, disfrutando claramente del momento de caos que ha propiciado.
—Deberías aprender a moverte; te será útil en la cama. Ups, perdón, se me pasó por alto que tú no puedes. —Su risa es sarcástica y burlona, y es evidente que se está regocijando por lo que estoy atravesando.
Mi padre, al borde de la desesperación, lanza un grito hacia él:
—¡Frederick, no tienes respeto por nada ni por nadie!
—¿Respeto? ¿Qué sabes tú sobre el respeto? —su voz es baja y está impregnada de sarcasmo—. Tu querido hijo es un completo inepto en la intimidad. Tal vez deberías enseñarle cómo ser un verdadero hombre.
—¡Basta! —grita papá, esforzándose por mantener la compostura—. No puedo creer que estés tan indiferente ante lo que has hecho.
Frederick se ríe, deleitándose con el caos que ha generado.
—¿Indiferente? No, esto es simplemente la realidad.
—No puedo creer que hayas hecho esto.
Frederick, con una sonrisa sarcástica dibujada en su rostro, le responde.
—Papá, debes comprender que tengo mis propias necesidades, así como ella también las tiene.
—Suspira—. Después de tanto hablar, me ha dado mucha hambre. ¿Prepararon algo de comer? —comenta, mostrando una expresión de cansancio.
— Ah, entonces afirmas que la única forma de mantener a una mujer contenta es en la intimidad, ¿verdad? ¿Así que confirmas que ella solo te busca por cuestiones sexuales? ¿Eres considerado su... objeto sexual? —expresé con ironía— Por supuesto, eso suena muy romántico. Bueno, no te juzgó, aparte de eso no tienes nada más que ofrecerle
Papá se gira hacia él, con una expresión de firmeza en sus ojos que no deja lugar a dudas.
—Está bien, entrégame tus tarjetas y también las llaves de tu automóvil. A partir de este momento, deberás trabajar y ganarte tu propio dinero.
Frederick suelta una risa incredulidad, pensando que se trata de un chiste.
—¿Qué? ¿Estás bromeando, verdad?
—Por supuesto. No voy a continuar sosteniendo a alguien que no respeta a nuestra familia.
Frederick arruga el entrecejo, y la sonrisa que antes iluminaba su rostro se desvanece por completo.
—¿Y qué es lo que planeas hacer? ¿Vas a dejarme sin nada? ¿Vas a permitir que tu hijo se quede en la calle?
—No, no te voy a dejar en la calle. Pero necesitarás aprender a depender de ti mismo. Ha llegado el momento de que asumas tus responsabilidades.
—Esto es absurdo. —Frederick se cruza de brazos, esforzándose por mantener una postura desafiante.
—Lo que realmente es absurdo es tu actitud. No puedes continuar de esta manera, ignorando las consecuencias de tus actos.
—¿¡No puedes hacerme esto!?
—Oh, sí puedo. En mi casa, mis reglas, mis condiciones —respondió papá con firmeza.
—Quedas destituido de tu puesto como vicepresidente. A partir de ahora, trabajarás como cualquier otro empleado y estarás bajo la supervisión de tu hermano.
Frederick, claramente frustrado, toma de manera brusca su saco que está tirado sobre el sofá y, antes de que alguien pueda decir algo, se dirige hacia la puerta.
—¡Esto es ridículo! —grita mientras abre la puerta con fuerza, cerrándola de un golpe al salir.
El estruendo asusta a Mirna, la niñera, quien baja rápidamente las escaleras, angustiada.
—¿Qué ha sucedido? —preguntó, mirando a papá con preocupación.
Papá, aún en proceso de recuperarse, respiró hondo y le respondió.
—No te preocupes, Mirna. Todo está bien.
Ella lo observó con desconfianza, pero asintió lentamente, todavía con la inquietud reflejada en sus ojos.
Papá se dejó caer en el sofá, fatigado, y se pasó una mano por el rostro.
—No puedo creerlo. Giselle parecía ser una persona tan decente... ¿cómo pudo haber hecho esto? ¡Esa familia! Es realmente decepcionante.
—A veces, las apariencias pueden ser engañosas, papá—le comento.
—Lo sé, hijo, pero nunca imaginé que esto podría suceder. Siempre creí que habíamos hallado a la persona idónea para ti.
—Las personas a menudo ocultan mucho tras una buena fachada.
Papá asiente, con la mirada distante.
—Es desalentador. No solo por ti, sino por todo lo que hemos construido como familia.
—Frederick nunca ha sido una persona fácil, pero esto... esto es excesivo —responde, percibiendo la tensión en el ambiente—. Lo más preocupante es que parece no mostrar ningún tipo de interés. —Papá se levanta y comienza a caminar de un lado a otro—. Es como si disfrutara del caos que genera.
—Así es —afirmé—. Le gusta ser el centro de atención, aunque sea de la manera equivocada.
Papá se detiene y me mira con seriedad.
—Mañana por la mañana, iré a cancelar cualquier tipo de relación que tengamos con esa familia —declara con determinación.
de la que ocurrirá con esta historia