En Amor en la Sombra de la Mafia, Dante Lucchesi, un despiadado jefe de la mafia, ha aprendido a mantener su corazón frío y sus emociones bajo llave. Nada en su mundo es más importante que el poder y el control... hasta que conoce a Isabella, una mujer que, por accidente, se cruza en su peligroso camino. Atrapada entre deudas y enemigos, Isabella no tiene otra opción más que aceptar la protección de Dante, aunque pronto descubre que bajo su fachada de acero se oculta un hombre atormentado por su pasado. A medida que sus vidas se entrelazan, la pasión y el peligro crecen a la par, llevándolos a enfrentar enemigos implacables y sentimientos que ninguno de los dos esperaba. Pero, ¿podrá Dante realmente proteger a Isabella sin perderse a sí mismo en el proceso? El amor verdadero no será fácil de conquistar en este oscuro mundo de traiciones y sombras.
NovelToon tiene autorización de Litio para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 19: La Traición en la Sombra
El amanecer asomaba débilmente sobre la ciudad mientras el apartamento seguro se mantenía en un silencio inquietante. Ricci descansaba en una de las habitaciones, sus heridas aún frescas, pero al menos estaba a salvo. Dante se encontraba de pie en el balcón, su mirada perdida en la neblina que cubría las calles desiertas. Isabella se unió a él, sintiendo la tensión en sus hombros mientras lo observaba.
—Has estado en silencio, —murmuró ella, acercándose y apoyando una mano en su brazo—. ¿En qué piensas?
Dante no respondió de inmediato, sus ojos seguían fijos en algún punto lejano del horizonte. Finalmente, se giró hacia ella, y su expresión era sombría.
—No puedo dejar de pensar en lo que vendrá después, —dijo, su voz baja pero cargada de preocupación—. Hemos acabado con Moretti, pero… tengo la sensación de que esto no ha terminado.
Isabella asintió. Sabía que Dante siempre había sido un hombre de pocas palabras, pero ahora, la gravedad en su tono la preocupaba aún más.
—No podemos relajarnos, —continuó él—. Los aliados de Moretti no desaparecerán tan fácilmente. Es solo cuestión de tiempo antes de que intenten tomar represalias.
—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Isabella, su tono lleno de determinación—. No podemos quedarnos aquí indefinidamente.
Dante la miró, apreciando una vez más la valentía de Isabella. A pesar de todo lo que habían pasado, ella seguía firme, dispuesta a enfrentarse a cualquier cosa por él.
—Tienes razón, —dijo Dante—. No podemos quedarnos aquí. Pero tampoco podemos salir sin un plan. Necesito asegurarme de que Ricci esté fuera de peligro, y luego tenemos que desaparecer por un tiempo. Debemos encontrar un lugar donde puedan perder nuestra pista.
Isabella frunció el ceño, preocupada por lo que eso significaba.
—¿Desaparecer? —preguntó—. ¿Por cuánto tiempo?
—El tiempo que sea necesario, —respondió él con firmeza—. No permitiré que te lastimen, Isabella. No dejaré que pagues por mis decisiones.
Isabella apartó la mirada, sus pensamientos enredados en el miedo y la incertidumbre. Desaparecer significaba dejar atrás todo lo que conocían, alejarse de la vida que habían construido, por más peligrosa que fuera.
—Estoy dispuesta, —dijo finalmente, volviendo a mirarlo—. Si es lo que tenemos que hacer, lo haremos juntos. No hay nada que me ate a este lugar más que tú.
Dante se acercó y tomó su rostro entre sus manos, acariciando su mejilla con los dedos.
—No sé qué hice para merecerte, —murmuró—. Pero te prometo que haré todo lo que esté en mi poder para protegerte.
Isabella sonrió débilmente, aunque sus ojos estaban llenos de preocupación.
—Estamos en esto juntos, Dante. Recuerda eso.
...
Pasaron las horas y el sol se alzó por completo. La ciudad comenzó a despertar, y con ella, el peligro que los rodeaba. Dante había recibido noticias a través de uno de sus contactos: algunos de los hombres de Moretti seguían buscando venganza, y ya había movimientos sospechosos cerca del apartamento seguro. El tiempo se acababa.
Isabella se encontraba revisando el equipo que habían traído consigo cuando escuchó una conversación desde la habitación donde Ricci descansaba. Dante estaba hablando en voz baja con él, pero la preocupación en su tono era evidente.
—No podemos quedarnos más tiempo aquí, —decía Dante—. Te llevaré a un lugar seguro. Después, Isabella y yo tenemos que desaparecer.
—Lo entiendo, —respondió Ricci, su voz ronca por el esfuerzo—. Pero tienes que tener cuidado. Sabes que Moretti tenía más enemigos de los que creías. Incluso algunos dentro de tus propias filas.
Dante frunció el ceño ante esas palabras.
—¿Qué estás insinuando? —preguntó, su tono cargado de sospecha.
—Solo digo que no puedes confiar en nadie en este momento, —contestó Ricci, mirando a Dante con una expresión de advertencia—. Incluso los más cercanos a ti podrían estar buscando una oportunidad para tomar el control ahora que Moretti no está.
Dante permaneció en silencio por un momento, evaluando lo que Ricci acababa de decir. Sabía que en su mundo, la traición era común. Pero pensar que alguien de su propio círculo pudiera estar involucrado lo llenaba de una inquietud que no podía ignorar.
Isabella, que había escuchado todo desde el pasillo, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que Dante tenía enemigos, pero la posibilidad de que hubiera traidores dentro de su propio equipo era aterradora.
Cuando Dante salió de la habitación, su expresión era impenetrable, pero Isabella pudo ver el peso de las decisiones que estaba tomando.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó ella, acercándose a él.
—Tenemos que movernos, —dijo Dante, con voz grave—. Pero no solo por los hombres de Moretti. Ricci me ha advertido que podría haber más traidores de lo que pensaba.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Isabella, sorprendida.
—Significa que ya no podemos confiar en nadie más, —respondió él—. Solo en nosotros mismos. Cualquier persona de mi equipo podría estar buscando una oportunidad para derrumbarme y tomar el control ahora que Moretti ha caído.
Isabella asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Si incluso las personas en las que Dante había confiado estaban en su contra, su mundo era aún más peligroso de lo que había imaginado.
—Entonces tenemos que irnos, —dijo ella, reafirmando la decisión que ambos ya habían tomado.
Dante asintió y se giró hacia Ricci, quien aún descansaba en la habitación.
—Llevaré a Ricci a un lugar seguro primero. Después, tú y yo desapareceremos, —dijo—. Pero necesitamos un plan para deshacernos de cualquier rastro que puedan seguir.
Isabella lo miró con determinación.
—Lo haremos juntos, —dijo—. Estoy lista para lo que venga.
...
Salieron del apartamento seguro poco después del mediodía, moviéndose con cautela para evitar ser detectados. Dante había conseguido un nuevo vehículo, uno que no estaba registrado en ninguno de sus nombres, para asegurarse de que no pudieran ser rastreados fácilmente.
Condujeron en silencio, sabiendo que cada minuto contaba. Ricci estaba débil, pero consciente, y aunque su rostro mostraba el dolor de las heridas, no se quejaba.
El destino era una pequeña casa de campo en las afueras de la ciudad, un lugar que Dante había usado en el pasado como refugio temporal. Sabía que no podían quedarse allí mucho tiempo, pero sería suficiente para que Ricci pudiera recuperarse mientras él e Isabella planificaban su próximo movimiento.
Cuando llegaron, Dante y Isabella ayudaron a Ricci a entrar en la casa. Isabella fue rápida en preparar un lugar cómodo para que Ricci pudiera descansar, mientras Dante se encargaba de revisar los alrededores, asegurándose de que no hubiera señales de que los hubieran seguido.
—Estaremos seguros aquí por ahora, —dijo Dante al regresar a la casa, su tono más relajado—. Pero no podemos bajar la guardia.
Isabella asintió, aunque el cansancio comenzaba a hacer mella en ella. Las últimas horas habían sido un torbellino de tensión, y sabía que lo peor aún podía estar por llegar.
—Descansa un poco, —dijo Dante, acercándose a ella—. Yo vigilaré.
Isabella lo miró con gratitud, pero antes de poder responder, el teléfono de Dante sonó. Él lo tomó rápidamente, su rostro endureciéndose al ver el número que aparecía en la pantalla.
—Es uno de mis hombres, —dijo, respondiendo la llamada.
La conversación fue breve, y cuando Dante colgó, su expresión era grave.
—Tenemos problemas, —dijo, su voz tensa—. Alguien ha filtrado nuestra ubicación.
Isabella lo miró con el corazón acelerado.
—¿Qué vamos a hacer?
Dante tomó su mano, su mirada intensa.
—Nos preparamos para luchar.
y el fin no puede quedar así
escritora si es la primera vez va enrutada pero falta ese algo que inquieta