Elena Carter, una brillante y empoderada empresaria de Nueva York, ha construido su imperio tecnológico desde cero, enfrentándose a un mundo lleno de desafíos y competencia. Nada ni nadie ha logrado desviarla de su camino… hasta que aparece Damian Moretti. Rico, influyente y peligrosamente atractivo, Damian es un mafioso italiano con un oscuro pasado y un obsesivo interés por Elena.
Cuando Damian intenta infiltrarse en su vida a través de una tentadora propuesta de negocios, Elena se encuentra atrapada en una red de pasión y peligro. Su determinación por mantener el control choca con la implacable necesidad de Damian de poseerla, no solo en los negocios, sino en cada aspecto de su vida.
Entre celos, conspiraciones y una atracción que no pueden negar, ambos descubrirán que hay líneas que no pueden cruzarse sin consecuencias. ¿Podrá Elena resistir el encanto y el poder de un hombre que lo arriesgará todo por tenerla? ¿O terminará cayendo en la trampa de una obsesión peligrosa...?
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Capítulo 23: La Línea entre el Deber y el Deseo
La primera luz del amanecer se filtraba por las cortinas del apartamento cuando Elena despertó, sus pensamientos aún revoloteando entre las emociones de la noche anterior. El beso de Damian, la intensidad de su mirada y las palabras que dejó al final... todo seguía tan fresco en su mente como si acabara de suceder.
Se levantó de la cama y cruzó la habitación, deteniéndose al notar a Damian dormido en el sofá. Su postura estaba lejos de ser cómoda: un brazo colgaba por el borde mientras el otro descansaba sobre su abdomen, y la chaqueta de su traje apenas lo cubría. Por primera vez, Damian Moretti parecía vulnerable, como si todo el peso de su mundo estuviera descansando sobre sus hombros.
Elena se acercó en silencio y tomó una manta del sillón, colocándola cuidadosamente sobre él.
—No tienes que cargar todo tú solo —susurró, más para sí misma que para él.
Cuando regresó a la cocina, el aroma del café recién hecho llenó el aire. Sirvió una taza y se dejó caer en una de las sillas, repasando en su mente los detalles de la misión. La reunión en la mansión había arrojado pistas importantes, pero también había dejado preguntas sin respuesta. Sabían que el Cónsul estaba involucrado en un tráfico de armas a gran escala, pero aún faltaba la ubicación exacta del intercambio.
—¿No dormiste bien? —la voz de Damian interrumpió sus pensamientos.
Elena levantó la mirada y lo vio de pie en el marco de la puerta, su cabello desordenado y una expresión somnolienta.
—Mejor que tú, seguro —respondió con una ligera sonrisa.
Damian se acercó y tomó la taza que ella le ofreció, bebiendo un sorbo antes de sentarse frente a ella.
—Hoy recibiremos información nueva. Mis hombres están rastreando los movimientos del grupo.
Elena asintió, aunque su mirada se desvió hacia la ventana.
—¿Crees que tendremos suficiente para detenerlos?
Damian apoyó los codos en la mesa, sus ojos fijos en ella.
—Lo haremos. No tengo intención de dejar que esto continúe.
Había una determinación en su voz que hizo que Elena sintiera un renovado sentido de propósito. Por mucho que intentara evitarlo, había comenzado a confiar en Damian, no solo como un aliado, sino como alguien que realmente se preocupaba por ella.
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Horas más tarde, ambos se encontraban en una sala improvisada de reuniones con dos de los hombres de confianza de Damian, Matteo y Luca. Sobre la mesa había mapas y documentos, algunos marcados con puntos estratégicos que indicaban posibles ubicaciones para el intercambio de armas.
—Hemos reducido las posibilidades a dos lugares —dijo Matteo, señalando un mapa de la ciudad—. El puerto y una fábrica abandonada en las afueras.
—Ambos tienen ventajas —añadió Luca—. El puerto tiene acceso a rutas marítimas, pero la fábrica ofrece más privacidad.
Damian estudió el mapa en silencio antes de mirar a Elena.
—¿Qué piensas?
Elena se sorprendió ante la pregunta. No estaba acostumbrada a que alguien como Damian valorara su opinión, pero lo tomó como un voto de confianza.
—Si yo fuera ellos, elegiría la fábrica. Es más fácil de asegurar y menos probable que atraiga atención no deseada.
Damian asintió lentamente, una pequeña sonrisa asomando en sus labios.
—Estoy de acuerdo.
—Entonces debemos movernos rápido —intervino Matteo—. Si se confirma, podríamos interceptarlos antes de que inicien el intercambio.
Damian asintió, pero sus ojos volvieron a posarse en Elena.
—Tú te quedarás aquí.
Elena abrió la boca para protestar, pero él levantó una mano para detenerla.
—Sé que eres capaz, pero no puedo concentrarme si sé que estás en peligro.
—Damian, puedo cuidarme sola.
—Lo sé —respondió, suavizando su tono—. Pero necesito que confíes en mí esta vez.
Elena apretó los labios, claramente frustrada, pero finalmente cedió.
—Está bien, pero más te vale traer resultados.
Damian sonrió levemente antes de levantarse.
—Siempre los traigo.
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Esa noche, mientras Damian y sus hombres se dirigían a la fábrica, Elena no pudo evitar sentirse impotente. Aunque confiaba en las habilidades de Damian, odiaba estar al margen. Cada minuto que pasaba aumentaba su ansiedad, hasta que finalmente decidió distraerse revisando los documentos que habían dejado en la mesa.
Entre los papeles, encontró algo que llamó su atención: una lista de nombres vinculados al Cónsul. Algunos eran conocidos, pero otros eran completamente nuevos para ella. Mientras los analizaba, un detalle sobresalió: uno de los nombres pertenecía a alguien que había conocido en la mansión.
—Esto no puede ser una coincidencia...
Decidida a no quedarse de brazos cruzados, Elena tomó su teléfono y marcó el número de Damian.
—¿Qué pasa? —respondió él, su voz baja pero tensa.
—Encontré algo. Uno de los hombres en la mansión está en la lista de asociados del Cónsul. Si lo interrogamos, podríamos obtener información clave.
Damian guardó silencio por un momento antes de responder.
—Estamos ocupados aquí, pero envíame los detalles. Matteo y Luca se encargarán.
Elena asintió, aunque no podía evitar sentirse inquieta. Algo en su interior le decía que esta pieza del rompecabezas era más importante de lo que parecía.
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Mientras tanto, en la fábrica, Damian y sus hombres se movían con cautela, inspeccionando cada rincón en busca de señales del intercambio. El lugar estaba oscuro y silencioso, pero la tensión en el aire era palpable.
—Algo no está bien —murmuró Matteo, sosteniendo su arma con firmeza.
Damian asintió, sus sentidos en alerta máxima. Había algo extraño en la escena: demasiada calma, como si todo hubiera sido preparado para atraparlos.
Justo cuando iba a dar la orden de retirarse, un ruido repentino rompió el silencio. Antes de que pudieran reaccionar, una explosión sacudió el edificio, lanzándolos al suelo.
—¡Es una trampa! —gritó Damian, cubriéndose mientras los escombros caían a su alrededor.
El caos se desató, y Damian supo que tenían que salir de allí antes de que fuera demasiado tarde.
...
Mucho e'xito.