Gabriel Moretti, un CEO perfeccionista de Manhattan, ve su vida controlada trastocada al casarse inesperadamente con Elena Torres, una chef apasionada y desafiante. Sus opuestas personalidades chocan entre el caos y el orden, mientras descubren que el amor puede surgir en lo inesperado.
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Una Mañana Diferente
Capítulo 17
El primer rayo de sol iluminó la cabaña, atravesando los grandes ventanales y bañando la sala con una luz dorada. Elena despertó con un suspiro, sintiendo la serenidad del lugar. No era común para ella dormir tan profundamente, pero algo en ese entorno, en la lejanía del caos de Manhattan, la hacía sentirse extrañamente en paz.
Se levantó con cuidado, tratando de no hacer ruido mientras cruzaba el pasillo hacia la cocina. Vestida con un suéter holgado y unos pantalones cómodos, se sentía completamente fuera de su elemento habitual, pero eso no le molestaba. Al contrario, le resultaba refrescante.
Mientras preparaba café, observó el paisaje a través de los ventanales. El lago estaba tranquilo, reflejando los colores suaves del amanecer. Todo parecía tan perfecto que por un momento olvidó las dudas que había tenido la noche anterior.
La paz, sin embargo, fue interrumpida por el sonido de pasos. Al volverse, vio a Gabriel entrando en la cocina. Llevaba una camiseta blanca y unos pantalones deportivos, una imagen mucho más relajada de lo que jamás había visto en él.
“Buenos días,” saludó Elena, sosteniendo una taza de café.
“Buenos días,” respondió Gabriel, con un tono sorprendentemente suave.
Elena le ofreció una taza, y él la aceptó con un leve asentimiento. Por un momento, el silencio se instaló entre ellos, pero no era incómodo. Ambos parecían disfrutar de la tranquilidad del momento, algo inusual considerando la tensión que a menudo marcaba sus interacciones.
“Dormiste bien, ¿no?” preguntó Elena finalmente, rompiendo el silencio.
“Mejor de lo que esperaba,” admitió Gabriel, llevando la taza a sus labios. “Este lugar tiene algo… diferente.”
Elena asintió, tomando asiento junto a la mesa. “Definitivamente no es Manhattan. Aquí no hay prisa, ni reuniones, ni teléfonos sonando cada cinco minutos.”
“Eso suena como algo que extrañas,” comentó él con una ligera sonrisa.
“¿Yo? Para nada. Estoy disfrutando esta pausa. Pero tú… tú eres como un reloj suizo, Gabriel. Siempre funcionando, siempre preciso. ¿Cómo te estás manejando sin tu rutina?”
Gabriel dejó la taza en la mesa y la miró con una expresión que mezclaba curiosidad y diversión. “Tal vez no soy tan predecible como crees.”
Elena arqueó una ceja, claramente escéptica. “¿Ah, no? Entonces demuéstralo.”
Gabriel soltó una leve risa. “¿Cómo quieres que lo haga?”
“Por ejemplo, saliendo conmigo al lago esta mañana. Sin horarios, sin planes. Solo nosotros y el agua,” propuso Elena, con una sonrisa traviesa.
Gabriel la miró por un momento, como si estuviera evaluando la propuesta. Finalmente, asintió. “De acuerdo. Pero si esto implica remar, que sepas que es tu idea.”
Una hora más tarde, ambos estaban en el muelle, con un bote pequeño que Gabriel había alquilado como parte de las actividades disponibles en el lugar. Elena, equipada con un chaleco salvavidas, no podía dejar de reírse al ver a Gabriel intentando maniobrar los remos.
“¿No me digas que el gran Gabriel Moretti no sabe remar?” bromeó ella, sentada al otro extremo del bote.
“No suelo necesitar este tipo de habilidades en las salas de juntas,” respondió él con una mezcla de sarcasmo y frustración.
“Pues hoy tienes un nuevo reto,” dijo Elena, animándolo con una sonrisa.
A pesar de sus torpes inicios, Gabriel finalmente logró mover el bote con cierta destreza. El agua era tranquila, y los sonidos del bosque que rodeaba el lago creaban un ambiente que ninguno de los dos había experimentado antes.
Elena se recostó ligeramente, dejando que el sol calentara su piel. “Esto es perfecto. Creo que podría quedarme aquí para siempre.”
Gabriel la observó por un momento, notando lo relajada y natural que se veía. Era un contraste tan marcado con las mujeres que había conocido en su mundo, siempre preocupadas por impresionar o por mantener una imagen. Elena era diferente, y eso lo desarmaba de formas que aún no lograba comprender.
“¿De verdad podrías dejar todo atrás?” preguntó, rompiendo el silencio.
Elena abrió los ojos y lo miró. “¿A qué te refieres?”
“A tu trabajo, a la ciudad… a todo lo que conoces,” explicó Gabriel. “¿Dejarías todo eso por una vida más tranquila?”
Elena pensó por un momento antes de responder. “Creo que sí, si encontrara algo que valiera la pena.”
“¿Y qué sería eso?”
Ella lo miró directamente a los ojos, su expresión más seria ahora. “Alguien que me haga sentir que estoy exactamente donde debo estar.”
Las palabras flotaron entre ellos, cargadas de un significado que ninguno se atrevió a explorar en ese momento. Gabriel desvió la mirada, concentrándose nuevamente en remar, mientras Elena se recostaba de nuevo, sintiendo cómo su corazón latía más rápido de lo normal.
De regreso en la cabaña, la atmósfera había cambiado. Aunque ambos intentaban actuar con normalidad, no podían negar que algo había sucedido durante su conversación en el lago.
Esa noche, mientras cenaban, Elena no pudo evitar preguntarse si el viaje realmente estaba cumpliendo con su propósito. ¿Se estaban conociendo mejor? ¿O simplemente estaban añadiendo más preguntas a la lista de cosas que no entendían el uno del otro?
Por su parte, Gabriel estaba más callado que de costumbre. Sus pensamientos giraban en torno a las palabras de Elena, a la sinceridad con la que había hablado sobre encontrar algo que valiera la pena. Por primera vez, comenzó a cuestionarse si él podría ser parte de esa ecuación.
Bajo la luz de la luna que ahora iluminaba el lago, ambos se encontraron nuevamente en el umbral de algo desconocido, un sentimiento que ni el más detallado de los planes podía anticipar.