Amor En Desequilibrio

La noche había caído sobre la ciudad, y las luces de Nueva York brillaban como estrellas caídas sobre el concreto. Nia se encontraba en su habitación, frente al espejo, con el vestido de gala listo para ser puesto. El evento de la noche era importante, una cena organizada por Amara, y aunque la invitación fue una cortesía, Nia sentía que la verdadera intención de la anfitriona era probar algo más, algo que ni ella ni Ethan podían evitar. La atmósfera entre ellos se había vuelto densa, llena de silencios no pronunciados y miradas evitadas.

Nia suspiró, sabiendo que nada sería lo mismo después de la conversación que había tenido con Ethan. La distancia entre ellos había crecido como una grieta difícil de reparar. Se pasó una mano por el cabello, pensando en las promesas que él le había hecho y cómo, en este momento, sentía que ninguna de ellas tenía el peso que había tenido antes.

Ethan llegó al apartamento un poco después, con el traje perfectamente ajustado y la expresión seria que había adoptado desde la noche anterior. Su mirada buscó la de Nia, pero al verla con el vestido, algo en su interior se quebró. Ella lucía espectacular, como siempre, pero el brillo en sus ojos ya no era el mismo.

—Nia, ¿estás lista? —preguntó, con un tono que intentaba ser ligero, pero que denotaba la tensión que ambos compartían.

Ella asintió, sonriendo sin calidez.

—Sí, vamos. —Dijo, levantándose para tomar su bolso.

Ethan no dijo nada más, pero al salir hacia el coche, los dos sabían que la noche estaba destinada a ser complicada.

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La cena se llevó a cabo en uno de los restaurantes más exclusivos de Manhattan, un lugar donde los murmullos de la gente eran casi inaudibles y donde las paredes de cristal permitían una vista espectacular de la ciudad. La entrada era impresionante, con columnas de mármol blanco y una iluminación tenue que dejaba ver las caras elegantes de los asistentes. Nia se sintió como una sombra en ese lugar, a pesar de la opulencia que la rodeaba.

Amara, como siempre, era el centro de atención. Con un vestido de terciopelo rojo y el cabello perfectamente recogido, se movía entre las mesas con la gracia de una reina, saludando a los empresarios más influyentes de la ciudad y lanzando sonrisas que parecían genuinas, aunque Nia no podía dejar de preguntarse si realmente lo eran.

Ethan se acercó a ella en cuanto entraron, y, como siempre, se mostró cordial y atento, pero Nia notó que su mirada se deslizaba hacia Amara de vez en cuando, como si no pudiera evitarlo.

—Nia, qué bien verte —dijo Amara con una sonrisa fría, pero educada. —Ethan me ha hablado mucho de ti.

Nia forzó una sonrisa, extendiendo la mano con cortesía, pero por dentro sentía que el peso de las palabras de Ethan aún rondaban en su mente.

—El placer es mío, Amara —respondió, aunque su voz sonó más tensa de lo que esperaba.

Amara la observó con una curiosidad que no pasó desapercibida. Sabía que algo había cambiado en la dinámica entre ellas, algo que no se podía ignorar, aunque ni ella ni Ethan lo dijeran en voz alta.

—¿Cómo va tu carrera de bailarina? —preguntó Amara, con un tono suave pero intrusivo. —Ethan me ha dicho que tienes un gran futuro. Quizás podrías considerar una de mis galas privadas para tu arte. Estoy segura de que atraerá mucha atención.

Nia levantó una ceja, algo en la propuesta de Amara la incomodaba, como si estuviera tratando de manipularla de una manera sutil, jugando con su pasión y su vulnerabilidad.

—Lo pensaré —respondió Nia, sin dejar de mantener su tono controlado, aunque la incomodidad crecía dentro de ella.

Ethan, al ver que la conversación tomaba un giro incómodo, intervino rápidamente, como si quisiera desviar la atención de la tensión que se estaba acumulando.

—Vamos a la mesa. Los demás están esperando —dijo, tomando a Nia de la mano y guiándola hacia una mesa privada en el centro del salón, donde los amigos y asociados de Ethan ya se encontraban.

Mientras caminaban hacia la mesa, Nia sintió la mirada de Amara seguirlos, y algo en su pecho le dijo que las intenciones de la mujer no eran tan inocentes como parecía. Pero no tenía tiempo para procesarlo, ya que la conversación con los amigos de Ethan comenzó rápidamente, inundada de risas y comentarios sobre negocios, la vida social de Manhattan y los proyectos que todos estaban llevando a cabo. Nia se sintió más distante que nunca.

Ethan no dejaba de sonreír y participar en las conversaciones, pero sus ojos seguían regresando hacia Amara cada vez que ella se acercaba. Las manos de Nia se apretaban sobre la copa de vino, pero nada parecía calmar la creciente incomodidad que sentía. Todo parecía estar hecho para que ella se sintiera fuera de lugar, como una extraña en un mundo que no le pertenecía.

En un momento, Amara se levantó, acercándose con su encanto usual. Sin embargo, esta vez Nia ya no podía ignorar la intención detrás de sus palabras.

—Ethan, necesito hablar contigo sobre algunos detalles del proyecto. ¿Te gustaría acompañarme a la terraza? —propuso Amara, dirigiendo una mirada desafiante hacia Nia, que no pasó desapercibida.

Ethan dudó por un instante. Miró a Nia, esperando que ella dijera algo, pero Nia ya no estaba dispuesta a callar. La última conversación que habían tenido había dejado claro lo que sentía, y no iba a fingir que todo estaba bien.

—Está bien, Amara. —Ethan finalmente se levantó y la siguió.

Nia se quedó allí, observando cómo ambos se alejaban. La mirada de Ethan, tan llena de disculpas no expresadas, solo aumentaba la confusión que había en su corazón. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había llegado a sentirse tan sola incluso estando junto a él?

Uno de los amigos de Ethan, que había estado observando la escena desde su lugar, se inclinó hacia Nia.

—No te preocupes, Nia. Amara es... algo complicada. —El hombre le sonrió con simpatía, pero su sonrisa no era suficiente para calmar la tormenta interna que rugía en el corazón de Nia.

Nia apretó los labios, sintiendo una mezcla de furia y tristeza. Mientras Ethan se alejaba, él no sabía que, con cada paso que daba hacia Amara, se alejaba más de ella.