Amar Entre Dos Mundos. 2

Los meses pasaban y Cupido se consumía en su propio dolor extrañaba a Venus, no aguantaba vivir sin su presencia. Al principio creía que intentar pensar en Centella haría que se olvide de su bella diosa; pero todo era en vano, con esa mujer tenía muy pocos recuerdos y solo lo ataba la obligación de cumplir con su palabra. En cambio por Venus, sentía demasiadas cosas y habían compartido toda la vida juntos y sus recuerdos eran infinitos. Entonces no tuvo más remedio que guardar su orgullo y hacer todo lo que estuviera en sus manos para averiguar en dónde estaba y para ella necesitaría de todas sus fuerzas.

Dulcinea llegó como todas las mañanas a curar su herida, pero como todos los días se entristece al ver que no había mejorado nada.

⎯  Mi niño, hoy estas muy pensativo.⎯ dijo la mujer al terminar de arreglar la venda sobre el pecho del dios.

⎯  Dulcinea, no puedo de dejar de pensar en Venus. Nadie sabe dónde está.

⎯  A veces, el escondite perfecto es aquel que está frente a tus propios ojos.

⎯  ¿Qué insinúas?

⎯  Sí tú fueras ella y necesitaras tiempo para pensar y la sabiduría para tomar una decisión ¿a donde irías?

⎯ ¡Con Nerea, ella es la diosa de la sabiduría y su madre! ⎯ responde sorprendido.

⎯  Ves, solo debes aclarar tu mente y no pensar tanto. Mi niña se refugió con sus padres, es el único lugar donde nadie la buscaría.⎯ la anciana sonríe conforme al ver la cara de felicidad de cupido.⎯  Ahora ya tienes la respuesta que buscabas; pero ¿qué piensas hacer con esa información?

⎯ Intentar que regrese a mi lado. No me daré por vencido.

⎯ Muy bien, así se habla.

Cupido se sentía animado y una vez que descubrió el escondite de Venus, comenzó a escribirle cartas de amor y le enviaba obsequios todas las semanas. Gael estaba agotado de cabalgar todos los lunes hasta los confines del Olimpo, llegar hasta el palacio de los padres de Venus, para obtener siempre la misma respuesta. Ella lo atendía muy amablemente y gentilmente le pedía que no regrese, que no era necesario que viajara todas las semanas, ella no volvería con Cupido.

⎯  Señorita, comprenda. Hasta que usted no lea sus cartas y no le dé una respuesta, me seguirá enviando.

⎯  Lo entiendo, dame unos minutos y le responderé.

⎯  Gracias, es todo lo que necesita.

Venus, entró al despacho de su padre, todo estaba a oscuras, así que tomó un fósforo y encendió un par de velas que con cuidado depositó en el escritorio, luego busco un sobre, papel y tomó una pluma del tintero mientras sus ojos se comenzaban a cristalizar. Por un momento pensó muy bien en qué escribir, suspiro y con firmeza relato su respuesta. Ella escribía cada palabra secando una a una cada una de sus lágrimas. Mentir de esa manera estaba muy mal; pero era la única forma que encontró para mantener a su amor a salvo y al menos hasta encontrar a Bela ella debía permanecer con sus padres, su familia la necesitaba.  Además debía aclarar todo de una buena vez, ya que estando en el cuarto de su hermana encontró varias cosas que llamaron su atención y muchas pistas que la acercaban a la verdad.

Cupido se encontraba en la sala cuando ve entrar a su hombre de confianza. Luego de dos largos e interminables meses de enviar a Gael a casa de Venus todas las semanas, al fin tenía noticias de su diosa, ella le había respondido una de sus cartas. Él abre el sobre con mucha emoción; pero al leer esa corta y contundente nota, su mundo se derrumbó a sus pies. Ella le dice que no lo ama y que se enamoró de otra persona, sus auras se complementan a la perfección y ya no tiene dudas de que ese dios es su alma gemela. No da nombres, ni ningún dato personal; pero Cupido conoce a la perfección a la diosa y sabe que nunca mentiría con algo así. Lentamente  se pone de pie, ya sus ojos no brillan como antes y su corazón dejó de palpitar, quiere llegar a su cuarto y recostarse solo por un momento a llorar, pero no puede seguir con sus pasos porque la habitación comenzó a girar a sus pies, es demasiado tarde todo está completamente oscuro y solitario.

⎯  ¡Señor, señor!⎯ grita Aldo al ver a su amo en el suelo.⎯ ¡No se muera! Ayuda...Ayuda, que alguien me ayude...

El hombre no sabe qué hacer, entonces recuerda que Venus cada vez que él se desmayaba le pasaba licor sobre la nariz y él reaccionaba. Corre hasta su despacho ya que nadie lo escucho y busca una botella, no debe perder más tiempo, regresa a su lado y procede a despertarlo. Pero no hay respuesta alguna y sus lágrimas brotan como cascadas sobre sus mejillas.

⎯  ¡Señor, despierte! ⎯ suplica una vez más.⎯ ¡No nos deje!

Mientras tanto, Centella en el mundo de los humanos acababa con cada persona que se le cruzaba en su camino sin importar sí era un alma buena o no, solo le faltaba un mes para regresar con Kreto y creía que a estas alturas Cupido ya estaría muerto.

⎯ Muy bien mi amor, voy a salir por una víctima más. Espero que estés muy orgulloso de mí, ya van dieciocho personas las que te entrego y espero ser bien recompensada.⎯ habla en voz alta mirando su rostro reflejado en el espejo de su cuarto.⎯ Ya falta menos para volver a tu lado.

Centella se coloca su abrigo y se dirige a una plaza de un barrio privado, últimamente se volvió su lugar preferido para encontrar a víctimas indefensas y desprevenidas. Ella está recostada en un banco fingiendo dormir cuando ve a una pareja de enamorados que pasa cerca de ella haciendo ruido y riendo a carcajadas, el hombre la arrincono a la joven contra un árbol y la beso con demencia para luego seguir caminando entre besos y abrazos.

⎯ Tontos, no saben que lo que sienten es falso. Nada es real.⎯ grita incorporando su cuerpo y viendo como los novios se alejan.

Ella caminaba distraída por una calle oscura, cuando un estruendo que no puede identificar llamó su atención y a continuación se escucharon dos nuevos sonidos, eran como truenos; pero el cielo estaba estrellado y no parecía que iba a llover. Ella se asusta y cruza la calle sin mirar cuando sin previo aviso una caja amarilla, a los que humanos le llaman taxi, la embiste con todas sus fuerzas, provocando un inmenso dolor en su abdomen y la levanta por los aires como si fuera una pluma. Ella no sabe de qué sostenerse, cuando cae al suelo y termina golpeando su cabeza en el firme asfalto, el frío se hace presente en cada centímetro de su cuerpo y la sangre comienza a brotar de la herida en su nuca sin control; pero antes de cerrar los ojos grita el nombre de Kreto.