Cielo Astrada de 23 años, ha soportado el desprecio de su esposo Gabriel Romero y su familia por años, creyendo que su amor y sumisión eran la clave para mantener su matrimonio. Sin embargo, cuando Gabriel decide divorciarse para casarse con su amante y la familia de él la humilla, Cielo revela su verdadera identidad: una mujer poderosa con un pasado oculto de riquezas e influencias.
Despojándose de su rol de esposa sumisa, Cielo usa su inteligencia y recursos para construir un imperio propio, demostrando que no necesita a nadie para brillar. Mientras Gabriel y su familia enfrentan las consecuencias de su arrogancia, Cielo se convierte en un símbolo de empoderamiento y fuerza para otras mujeres
NovelToon tiene autorización de Nicol Estrada Tacza para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capitulo 7: La ex y la agonía de Cielo
Seis meses habían pasado desde que Cielo recibió el último mensaje desafiante de su familia. Durante ese tiempo, había soportado un año y medio entero de maltratos y humillaciones a manos de su suegra y su cuñada.
A pesar de todo, Cielo seguía aferrada a su esperanza de que, con el tiempo, podría ganar el corazón de Gabriel. Pero todo cambió cuando un nuevo golpe la sacudió de su frágil equilibrio.
Gabriel había comenzado a mostrarse más distante, su desprecio hacia Cielo era cada vez más evidente. Se pasaba largos días fuera de casa y, cuando regresaba, apenas le dirigía la palabra. Una noche, al llegar a casa, Gabriel le dio la noticia que temía desde hacía tiempo.
—Regresó —dijo él, con una mezcla de emoción y ansiedad en su voz.
Cielo lo miró confundida.
—¿Quién regresó? —preguntó, tratando de entender.
—Isabela —respondió Gabriel, sus ojos brillando con una intensidad que Cielo no había visto antes—. Ha vuelto de su viaje.
El corazón de Cielo se hundió. Isabel, la exnovia de Gabriel, la chica que había sido su amor antes de que la abuela interviniera y lo obligara a casarse con ella. Sabía que Isabel había sido una parte importante de la vida de Gabriel, y la noticia de su regreso llenó a Cielo de un miedo indescriptible.
En las semanas siguientes, Cielo comenzó a notar cambios en la rutina de Gabriel. Empezó a pasar más tiempo fuera de casa, a menudo regresando tarde en la noche o incluso no regresando en absoluto. Cielo trataba de mantener la calma, pero la ansiedad crecía dentro de ella. Sus peores temores se confirmaron cuando, una mañana, encontró en la mesa del comedor una revista de chismes con una portada que le heló la sangre, esto era cortesía de su suegra y su cuñada, que lo dejaron justamente para que ella lo viera.
En la portada, Gabriel e Isabela aparecían juntos, sonrientes y tomados de la mano. El titular decía: "El regreso del primer amor: Gabriel Romero e Isabela, la pareja perfecta." La noticia se esparció rápidamente por los medios y redes sociales, con fotos y artículos que mostraban a la pareja asistiendo a eventos y cenas elegantes.
Las imágenes eran un golpe directo al corazón de Cielo. Gabriel, que apenas la miraba, parecía feliz y radiante al lado de Isabela. No pudo evitar sentirse pequeña y desplazada, como si todo lo que había soportado hasta ese momento no hubiera valido nada. Gabriel, el hombre al que amaba, no solo estaba distante, sino que ahora parecía haber regresado a los brazos de su antigua novia.
Cielo intentó confrontarlo una noche, cuando Gabriel finalmente volvió a casa después de estar fuera durante días. Lo encontró en la sala, revisando su teléfono con una sonrisa en el rostro.
—Gabriel, tenemos que hablar —dijo Cielo, tratando de mantener la calma, aunque su voz temblaba.
Gabriel levantó la vista, su expresión se volvió fría de inmediato.
—¿Sobre qué? Yo no recuerdo haberte dicho que me hables—respondió con indiferencia.
Cielo tragó saliva, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con salir.
—He visto las noticias... tú e Isabela ¿Qué está pasando? —preguntó, tratando de encontrar respuestas en los ojos de su esposo.
Gabriel suspiró y se levantó, guardando su teléfono en el bolsillo.
—No es asunto tuyo —dijo secamente—. Lo que haga con mi vida no te concierne, Cielo.
La frialdad en sus palabras fue un golpe más fuerte que cualquier insulto que hubiera recibido. Gabriel comenzó a caminar hacia las escaleras, pero Cielo no podía dejarlo ir sin una respuesta.
—¡Soy tu esposa! —exclamó, su voz quebrándose—. ¿Cómo puedes decir que no es asunto mío?
Gabriel se detuvo y se volvió para mirarla, con una expresión de desdén en su rostro.
—Este matrimonio nunca fue real para mí. Fue un acuerdo forzado por mi abuela, y tú lo sabes. No tengo ninguna intención de cumplir con esas expectativas —dijo, y luego añadió con un tono aún más cruel—. Isabela es la mujer que amo, no tú.
Con esas palabras, Gabriel subió las escaleras y cerró la puerta de su habitación, dejando a Cielo sola en la sala. Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, y se dejó caer en el sofá, abrazándose a sí misma. El dolor y la impotencia la consumían, mientras las noticias y los chismes sobre Gabriel y su ex seguían inundando los medios.
A medida que pasaban los días, la situación empeoró. Gabriel decidió mudarse a otra habitación, dejando clara su intención de distanciarse aún más de Cielo. No hubo más palabras de consuelo, ni siquiera fingimiento de cordialidad. Para él, Cielo era una extraña en su vida, alguien a quien soportaba solo por obligación.
Cielo se encontraba atrapada en una situación que nunca había imaginado. Cada vez que veía a Gabriel e Isabela en las noticias, una parte de ella se rompía. Se sentía impotente, incapaz de competir con la historia que ellos compartían. Los días se volvieron grises, y las noches, interminables. Gabriel la había dejado sola, tanto física como emocionalmente, y Cielo comenzó a cuestionar si alguna vez podría ganar su corazón.
A pesar de todo, se aferró a la promesa que se hizo a sí misma: medio año. Tenía medio año para cambiar las cosas, para demostrar que era digna de ser amada. Pero cada día que pasaba, esa meta parecía más lejana. Y en el fondo, Cielo no podía evitar preguntarse si realmente valía la pena luchar por un amor que tal vez nunca existió.
mal