Tras el entierro de su hermano mayor, Kate busca cumplir su sueño de ser doctora en una sociedad que la desafía por ser mujer. En su camino se cruza con Keith, quien busca respuestas sobre el hermano de Kate. A medida que crece la atracción entre ellos, deberán enfrentar los obstáculos de un pasado que los une de manera inesperada desafiando su futuro juntos.
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UN JOVEN NOBLE (parte 1)
Una semana después, Keith ha permanecido en la casa del doctor Blake. Ese día, llegué con Betty para compartir una merienda con mi maestro. Él me pidió que buscara a Keith, que andaba en alguna parte de la casa. Lo busqué en el patio sin suerte, así que decidí dirigirme al jardín grande, donde había un pequeño huerto con nuevas especies que plantamos hace dos meses. Allí, en medio de la tranquila vegetación, lo encontré.
Keith yacía tumbado sobre el suave pasto, sumido en una apacible siesta. Su ropa, sencilla y cómoda, se ondeaba ligeramente con la brisa. La imagen era casi perfecta, un contraste de calma en su camisa granate, su pantalón y botas oscuras, su estilo no es muy diferente a como lo conocí por primera vez. La escena despertó en mí un impulso irrefrenable, un deseo de corroborar algo que había estado en mi mente desde aquel día en que me ayudó con el líder de los ladrones.
Sigilosamente, me dirigí al cobertizo cercano, donde saqué una espada de madera, sintiendo el peso familiar en mis manos. Mi corazón latía con anticipación mientras me acercaba a su descanso despreocupado. Con determinación, me lancé hacia él, el aire parecía vibrar con la intensidad del momento. Keith, sorprendido por la repentina acción, reaccionó al instante, levantándose con agilidad. El impacto del entrenamiento y la habilidad en sus movimientos se hicieron evidentes, revelando su destreza en combate.
—¿Qué es esto? —pregunta, su voz cargada de sorpresa y diversión mientras me evalúa con detenimiento—. Atacar por sorpresa es algo cobarde, ¿no crees?
Sonrío con picardía, sintiendo que la situación se vuelve cada vez más interesante. Quiero que me muestre lo que hizo ese día y por suerte para sentirme más cómoda mi cabello ondeado está recogido en una coleta alta y asegurado con una cinta blanca. La ropa que llevo es similar a la suya, ya que no me gusta usar vestidos y prefiero la comodidad de prendas prácticas.
—¿Acaso no deberían los soldados estar siempre preparados, a toda hora y lugar? —pregunto, haciendo un movimiento con la espada de madera que hace que el aire se corte con un zumbido.
—Ya veo. —asiente, su mirada se vuelve más seria—. Veamos lo que tienes.
Keith entra al cobertizo, saca otra espada de madera y se coloca en guardia. Su postura refleja la experiencia y la confianza de alguien acostumbrado a entrenar.
—Kate… ¿crees que puedes ganarme? Si querías retarme, no era necesario atacarme por sorpresa, ¿de acuerdo?
—Ja. No por ser una chica te lo dejaré fácil, Keith. —respondo con una sonrisa desafiante, preparándome para el enfrentamiento.
Nos posicionamos en el jardín, rodeados por la calma del entorno y la intensidad de la inminente batalla. La espada de madera en mis manos se siente ligera pero firme, lista para el combate. Keith, con una mirada decidida, parece disfrutar del reto. El aire se llena de tensión, cada uno esperando el primer movimiento del otro.
El intercambio de golpes comienza, la madera chocando con fuerza, resonando en el aire. Cada movimiento está cargado de precisión, un testimonio del entrenamiento y la habilidad de ambos. El suelo bajo nuestros pies se siente firme, y la tensión incrementa poco a poco. Ambos estamos inmersos en una danza de combate, donde cada golpe y bloqueo revelan la destreza y la estrategia en juego. La lucha es dinámica, un balance entre agresión y defensa, y ambos estamos completamente enfocados.
El sol se oculta lentamente tras un grupo de nubes espesas, sumiendo el jardín en una mezcla de luz dorada y sombras profundas. Keith es muy bueno, su habilidad, agilidad y destreza son superiores a las mías, pero puedo hacerle frente y puede que exista la posibilidad de ganarle. Avanzó con pasos calculados, me protejo trazando arcos defensivos mientras busco una apertura en su guardia. La emoción de la confrontación y la posibilidad de ganar me impulsan a seguir adelante.
Intercambiamos palabras entre golpe y golpe. Keith, con una mezcla de seriedad y diversión en su mirada, me corrige posturas y me instruye en cómo atacar con cada movimiento. La lección se convierte en un juego de agilidad y aprendizaje mientras nuestras espadas chocan con fuerza.
El ruido de nuestras espadas en combate llama la atención de Betty y el doctor Blake. Ellos llegan rápidamente a la escena, sus voces llenas de preocupación y sorpresa.
—¡¡¡Deténganse ahora!!! —exclamó mi maestro, muy furioso.
—Chicos por favor… —interviene Betty, intentando calmar la situación.
—¡¡No me escucharon, les digo que se detengan ahora!! —advierte mi maestro con una firmeza que deja claro su descontento.
A pesar de las advertencias, la pelea sigue hasta que, en un descuido momentáneo, Keith tropieza con una raíz oculta bajo el pasto. La caída es inesperada; él se desploma hacia atrás y mi espada, sin control, toca su pecho. En un instante, caigo sobre él, la intensidad de la pelea se transforma en un momento de cercanía inesperada.
El miedo de que esto hubiera sido una espada real me atraviesa. La realidad de lo que podría haber ocurrido me deja atónita.
—¡¡Kate, cuidado!! —grita Betty, muy asustada.
Ambos quedamos inmóviles por un instante, respirando agitadamente mientras nos miramos. Keith, con una sonrisa en el rostro, parece disfrutar del giro inesperado de los eventos. Su expresión, llena de diversión y relajación, contrasta con la seriedad del momento.
Me percato de la situación y, sintiendo una oleada de vergüenza, me aparto, sentándome al costado para evitar incomodarlo. El suelo bajo nosotros está cubierto de pasto fresco, y la sensación de proximidad entre nosotros permanece en el aire, un recordatorio de la intensidad de la pelea y la inesperada intimidad que ha surgido de ella.
—Creo que esto significa que… ganaste —admite Keith mientras se pone de pie.
Extiende su mano para ayudarme a levantarme. Acepto su mano con una sonrisa triunfante, pero antes de que pueda reaccionar del todo, él me jala con fuerza y me susurra al oído:
—¿Comprobaste lo que querías?
Me doy cuenta de que se ha dado cuenta de mi verdadera intención al desafiarlo. No solo es hábil, sino también perceptivo.
—Digamos que fue un empate. —respondo, buscando mantener la situación bajo control para que Betty y mi maestro no se den cuenta de mis verdaderas intenciones.
—Estos niños… —gruñó mi maestro, tocándose la cabeza— quieren provocarme un infarto, ¿no es así?
—Doctor Blake, no diga eso. —expresa preocupada Betty, lanzándome una mirada amenazante que me hace agachar la cabeza de inmediato.
—No la regañe, doctor Blake. Señorita Beatriz, fue culpa mía. Reté a Kate para evaluar su nivel, no esperaba que fuera así de sobresaliente.
«Espera, ¿qué?» me pregunto internamente. «Pero qué está diciendo? No recuerdo haberlo golpeado en la cabeza para que mienta de esa manera».
Keith se acerca a ambos y continúa hablándoles, hasta que finalmente ellos se retiran.
—¿Vienes? —pregunta Keith, su tono más suave ahora.
El sol comienza a brillar nuevamente. Se acerca, me quita la espada y vuelve a susurrar:
—Tranquila, si decías la verdad, de seguro estarías castigada, ¿o me equivoco?
—¿A poco quieres que te agradezca? —respondo con una sonrisa irónica.
—Olvídalo, ve adentro. —aclara resignado—. El té está listo.
Keith guarda las espadas en el cobertizo, mientras yo recojo su chaqueta que estaba tendida sobre el jardín. Él me agradece y se despide de mí.
—Si nos volvemos a ver, tendremos una revancha para definir quien ganó. Hasta entonces, prepárate Kate.