Sebastian Sandoval es el Demonio de la cuidad, un mafioso de los bajos mundos, es drogado por una admiradora quien pagará muy alto el costo de meterse con el demonio.
Isabella Gaona una joven angelical pero con un carácter fuerte será quien domine al gran demonio con sus diferencias y un gran motivo que los termina uniendo.
Samantha es la Nena de ambos..
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Capitulo #17 huyendo.
Médico Antonio: Corre, Isabella, corre...
Isabella Gaona: Espérame, que estoy cansada...
Médico Antonio: Ya falta poco, aguanta y corre.
Antonio llevaba en brazos a Samantha mientras corrían escapando del hospital. Isabella llevaba un pequeño morral en donde iba una ropita para su nena y los medicamentos. Estaban dejando atrás un futuro incierto. Ella lo último que quería era ver a su hija sufriendo por personas que quisieran vengarse de Sebastián.
Una hora atrás...
Médico Antonio: Buenas noches, señores. Vengo a colocarle la medicación a mi paciente. ¿Me podrían dejar pasar?
Dos enormes hombres estaban vigilando la puerta de la habitación en donde estaba descansando Samantha. Esos dos hombres estaban fuertemente armados y eran muy grandes. Solo permitían la entrada del médico que asistía a la niña y de una enfermera que ayudaba con el cuidado de la niña. Del resto, solo estaba su madre con ella.
Isabella Gaona: Buenas noches, Antonio. Adelante, pasa. Ellos saben que deben dejarte pasar.
Isabella estaba actuando de lo más normal. Ella debía ser amable con todos los presentes para poder engañarlos. Antonio retiró las vías de Samantha en completo silencio mientras la niña aún dormía.
Médico Antonio: Listo, ahora falta tu parte.
Ellos intercambiaron miradas mientras que Antonio recogía todo de forma muy rápida. Debajo de todos los utensilios de medicina había metido el morral en donde Isabella llevaba sus pertenencias. Antonio salió de la habitación muy tranquilo dejando a Isabella a cargo del plan. Ella abrió la puerta de la habitación para encontrarse con los de seguridad. Así que ordenó a uno de los hombres que comprara una serie de comidas. Que la niña tenía hambre, pero por la operación no sabía que le apetecía. Así que decidió ordenar varios platillos.
Isabella Gaona: Buenas noches. Sé que no es su trabajo, pero ¿podría ayudarme en ordenar la comida para la nena? Ella está algo quebrantada y no decide cuál platillo comer. Por eso, he anotado varios servicios en este papel.
Guardaespaldas: Señora, déjeme llamar a mi jefe y confirmar.
Isabella Gaona: Deja que yo misma vaya a comprar, pero tú te quedas al cuidado de la niña y si algo le llega a pasar, tú serás el responsable.
Isabella tenía la cara roja de la rabia y su tono de voz al hablarle al hombre estaba subiendo de tono.
Guardaespaldas: Señora, le pido disculpas, pero si el señor se entera de que he dejado mi puesto, se molestará conmigo.
Isabella Gaona: Déjalo, yo misma llamaré a Sebastián.
Guardaespaldas: Señora, ya intenté llamarlo y no contestó.
Isabella Gaona: Y claro que no lo hará, él está en estos momentos en una reunión, por esa razón no trajo personalmente la comida.
Guardaespaldas: Señora, está bien, ya salgo a hacer las compras.
Isabella Gaona: Gracias, eres muy amable.
Isabella le guiñó el ojo al guardaespaldas al momento de darle las gracias, fue un gesto de agradecimiento y amabilidad. Ella se dio la vuelta y entró nuevamente en la habitación. A la niña le tenía un pañito húmedo en su frente, simulando que tenía fiebre. Esperó por media hora hasta que el hombre estuvo de vuelta.
El guardaespaldas tocó suavemente la puerta para no molestar a la niña.
Toc, toc, toc.
Guardaespaldas: Señora, aquí está la comida.
Isabella le causó risa por el tono de voz del hombre detrás de la puerta. Estaba llamándola con un tono de voz suave. Realmente ella lo había engañado. Abrió la puerta completa, dejando que el hombre pudiera ver a la niña con su trapito en la frente.
Isabella Gaona: Gracias, eres una persona muy amable.
Isabella cerró la puerta y puso su celular a reproducir una nota de voz que tenía guardada previamente grabada.
🔊🔊 Isabella Gaona: Mi niña bella, ya la comida está lista. Vamos a comer aunque sea un poquito.
🔊🔊 Samantha: Mami, me duele la barriguita. No tengo hambre.
🔊🔊 Isabella Gaona: Samantha, no puedes dormir sin comer. Anda, que me costó mucho que el señor que cuida la puerta fuera a comprar toda esta comida para ti.
🔊🔊 Samantha: Solo un poquito, mami, y luego me dejas seguir durmiendo...
🔊🔊 Isabella Gaona: Está bien, come solo un poco.
La nota de voz fue perfecta. Quince minutos después, Isabella había reproducido su teléfono varias veces y luego comenzó su plan maestro. Abrió la puerta y se encontró frente a los guardias de seguridad.
Isabella Gaona: Buenas noches. La niña no quiso comer, de hecho, no tocó la comida. Nunca he botado comida porque me parece un pecado. Si gustan, pueden repartirse la comida.
Guardaespaldas: Gracias, señora. Le daré a mis compañeros.
Isabella les entregó las bandejas de comida y cerró la puerta. Una vez adentro, apagó las luces de la habitación simulando que se iba a dormir. Los hombres se comunicaron por radio y todos los que estaban de guardia se repartieron la comida. Una hora después de que Isabella entregara la comida, Antonio supervisó todo y los hombres estaban dormidos.
Isabella había puesto un somnífero en toda la comida, noqueando a cada uno y dejándolos en un sueño profundo.
Médico Antonio: Listo, Isabella. Puedes salir. Vamos, apúrate. No sabemos cuánto comieron todos y alguno podría despertarse.
Isabella Gaona: Déjame recoger los juguetes de la niña y salimos.
Médico Antonio: No hay tiempo para eso. Por favor, salgamos.
Isabella tomó a la niña y la tapó con una manta. Empezaron a caminar por los largos pasillos del hospital hasta llegar a la salida. Estaban en muchos problemas ya que el guardia de seguridad de la entrada estaba despierto. Había sido el único que no probó la comida y, como estaba afuera, no se percató de todo lo sucedido. Antonio trataría de entretenerlo mientras Isabella lograba huir del lugar.
Isabella estaba temblando de los nervios. Ella no quería ser descubierta porque si Sebastián lograba atraparla, sería la muerte segura para ella. Antonio salió del hospital dejando la puerta abierta y se dispuso a conversar con el hombre.
Médico Antonio: ¿Está la noche fría, verdad?
Guardaespaldas: Solo un poco.
Médico Antonio: ¿Fumas?
Guardaespaldas: Sí, señor.
Médico Antonio: ¿Me regalas un cigarrillo?
Guardaespaldas: Con gusto, señor.
Médico Antonio: Vale, gracias.
Ambos empezaron a fumar y conversar. Isabella empezó a salir poco a poco sin hacer ruido, pero cuando ya estaba afuera, el hombre sintió su presencia y la cachó en el acto.
Antonio, al darse cuenta de que estaban descubiertos, golpeó al hombre por detrás en el cuello, haciéndolo caer mareado por el golpe.
Ambos salieron corriendo. A la vuelta de la esquina, estaba un auto esperándolos a ambos.