Mauro Farina es el Capo de la mafia Siciliana y el dueño de Lusso, la empresa de moda más importante del mundo, y quiere destronar a sus competidores con la nueva campaña que lanzará.
Venecia Messina es heredera de la ´Ndrangueta y el cártel de Sinaloa, y su nueva becaria.
Mauro no ha olvidado el rechazo que sufrió a manos de esa pequeña entrometida hace años, y ahora que está a su merced se vengará de esa ofensa. Lo que él no sabe es que Venecia viene para quedarse y no se dejará amedrentar por él.
¿Quién ganará esta batalla de voluntades?
Te invito a descubrirlo juntas.
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Frío
Venecia
–Oh, mierda –gruñe mientras sostiene mi cuello y yo trago a su alrededor. Cuando termina cae hacia atrás en la cama jadeando, como si hubiese corrido una maratón–. Esa bendita boca –masculla antes de que sus dedos liberen mi cuello.
Paso mi lengua por todos lados, saboreando hasta la última gota, antes de acostarme a su lado.
Mauro coloca su mano en mi cintura y nos mueve, de tal manera, que quedamos acostados de lado, mirándonos frente a frente.
Sonrío satisfecha al verlo tan contento.
–Me pone celoso pensar en cómo te volviste tan buena en esto –dice mientras sostiene mi mejilla en su mano.
–Podría decirte lo mismo, señor Farina –lo molesto–. Sobre todo, cuando me sentaste en tu cara y me comiste por largos y placenteros minutos.
Sonríe mientras sus ojos brillan con diversión. –La experiencia es la madre de todas las ciencias, cariño.
Golpeo los músculos en su brazo mientras mi sonrisa se amplía.
–¿Es verdad lo que escuché por años?
–¿Qué escuchaste por años? –pregunta de vuelta.
Pongo los ojos en blanco. –Ya sabes, que te follabas a cualquier cosa que se moviera.
–¿Alek? –pregunta y yo asiento.
Mauro pasa su mano por su hermoso rostro y suspira.
–Tuve más mujeres que mis socios, es verdad. Solo Conor me hizo competencia en algún momento de nuestras vidas. Alek siempre estuvo enamorado de Mía y solo se follaba a mujeres que le recordaban a esa mujer. Renji…–suspira–. Él siempre evitó el contacto físico y cuando necesitaba botar la energía que le sobraba, follaba, pero era todo muy clínico, si me lo preguntas. Bueno, hasta que se reencontró con Emma. Y Ming, siempre estuvo enamorado de Val… Creo que cuando follaba con otras mujeres lo hacía para intentar olvidarla, pero nunca lo logró.
Me recuesto sobre su pecho cuando se mueve y vuelve a estar de espalda en la cama.
Mauro acaricia mi cabello, y mi espalda desnuda.
–Sí, he estado con muchas mujeres, pero quiero que sepas –dice tomando mi barbilla y obligándome a mirarlo–, que nunca he sentido lo que estoy sintiendo contigo. ¿Me crees?
Asiento, hipnotizada con la forma en que sus ojos me miran.
–¿Y tú? –pregunta y yo suspiro.
–Solo Iván –respondo–. Y sí, sé que soy patética.
–No lo eres.
–Lo soy. Me tomó mucho tiempo poder confiar en un hombre, porque papá siempre me advirtió sobre ellos, y cuando creí conocer al hombre indicado, me obligué a enamorarme de él –reconozco–. Yo quería…–callo cuando enrojezco.
–¿Qué querías? –pregunta.
Acaricio su mejilla y lo acerco por un beso suave. –Te quería a ti. Siempre te quise a ti –confieso–. La primera vez que te vi me dije este hombre será mío algún día, pero luego te vi coquetear y bailar con muchas mujeres… Vi cómo ellas florecían con tus palabras y sonrisas, y entendí que papá tenía razón. Eras como un anuncio de peligro, y tuve que alejarme, pero no podía dejar de mirarte, y luego tú te fijaste en mí.
–Estabas al lado del ventanal –dice con una sonrisa preciosa, una sonrisa que acelera los latidos de mi corazón–, y pensé que eras la criatura más hermosa que mis ojos habían visto alguna vez.
–¿Por qué no te acercaste? Sé que años después, en otra boda, me invitaste a bailar, pero ya conocía a Iván, fue más fácil decirte que no y apartarte, pero si te hubieses acercado en la boda de Mía… No podría haberte rechazado. Me miraste, es verdad, pero luego te fuiste en la dirección contraria.
Mauro suspira y me abraza con fuerza. –Alek me vio mirarte y me advirtió que me mantuviera alejado, y también me dijo que tenías diecisiete años… Yo tenía veintinueve años, Venecia. Sé que tengo mala reputación, pero nunca me hubiese metido con una menor de edad.
–Doce años de diferencia –susurro–. Papá va a matarme cuando se entere de lo nuestro.
Mauro ríe con tanta fuerza, que la cama tiembla debajo de nosotros.
–Creo que tu papá me matará a mí.
Pienso en papá y hago una mueca. Mauro tiene razón.
–No tiene que saberlo, no todavía.
Mauro besa la cima de mi cabeza. –No estamos haciendo nada malo. Lo sabes, ¿verdad?
–Lo sé –me apresuro en contestar–, pero conozco a mi papá. Todavía no está listo para aceptar lo nuestro –suspiro cuando me doy cuenta de que papá nunca estará listo para verme con un hombre como Mauro–. Por ahora quiero estar pegada a ti, así –digo y me pego más a su cuerpo–. No quiero que nadie pueda interferir en nuestra pequeña burbuja.
–Eventualmente lo sabrán.
–Lo sé, pero no todavía. No quiero tener que compartir esto con nadie –digo y sé que estoy siendo egoísta–. Esto es mío, es nuestro, y quiero dejarme llevar por lo que estoy sintiendo sin tener que escuchar los consejos gratis de nadie. Quiero hundirme en nosotros y no salir nunca más a tomar aire –declaro–. ¿Lo quieres tú?
Mauro toma mi mejilla y me besa. Un beso caliente, dulce y maravilloso.
–Quiero lo mismo –susurra con sus labios pegados a los míos–. No quiero tener que compartirte con el mundo. Si pudiera, declararía este lugar en cuarentena, y no te dejaría salir nunca de esta habitación.
Lo beso con una sonrisa. Es exactamente como me siento.
–¿Qué pasó con Alek y los demás? –pregunto cuando me alejo.
–No entiendo.
–Dijiste socios, no amigos. Y sé, por Mía, lo mal que está Alek con el hecho de que te hayas alejado de ellos.
Mauro suspira y se queda muy quieto, tanto, que tengo que mirarlo para saber que sigue aquí.
–Me alejé porque tenía que hacerlo –responde después de unos minutos–. Confundí una relación comercial con una amistad, y es mi problema, no el de ellos.
–Alek te considera su amigo.
Mauro ríe. –Ellos no me conocen, Venecia, nunca quisieron hacerlo, y está bien. Lo acepto.
Mi corazón se rompe cuando puedo ver en sus ojos heridas que sé, nunca han sanado.
–Quiero conocerte –declaro, porque es la verdad–. Quiero conocerte más que cualquier otra persona.
Sus dedos se enredan en mi cabello y sus ojos me miran con pesar.
–Hay cosas de mí que no querrás conocer, créeme.
–Eso no es verdad.
–Lo es.
–No –insisto–. Quiero conocer todos tus demonios, Mauro, quiero besar cada herida que puedo ver en tus ojos.
–Es mi carga, cariño, no la tuya.
–Sí, pero eso no quiere decir que tengas que cargarla solo. Puedo ayudar.
Siento como su cuerpo se tensa.
–Tengo hambre. Creo que pediré una pizza –dice antes de levantarse y salir del dormitorio.
Mi corazón duele cuando se aleja de mí y me deja fuera de su mundo.
Envuelvo mi cuerpo en una sábana y me obligo a respirar a través del dolor.
Mauro me quiere, pero sé que no está listo para confiar aún. No es nada personal. Al menos quiero pensar que no lo es.
Espero que llegue el día en que me deje entrar, porque quiero conocer todo del hombre que me está enamorando poco a poco.
Ese día llegará, pienso con firmeza antes de levantarme e ir a su encuentro.
Este lugar se siente muy frío sin él.