Cristell obtiene una pasantía en una empresa de renombre. ¡Una oportunidad única! Sobre todo porque el CEO le da un puesto demasiado cercano a su corazón y así, ella descubre que su jefe se encuentra enamorado de una secretaria dulce. ¿Quién es esa señorita afortunada?
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Y CUANDO
—¿Qué tal te fue? —Mi madre está interesada en saber, su sonrisa tiene picardía.
—¡Muy bien! Me gustó.
—¿Cómo son las fiestas de la gente rica?
—Son elegantes y un poco recatadas. Tome algunas fotos, deja te las enseño.
Desbloqueo mi celular y abro mi galería.
—¿Bailaste?
—¡Bastante!
—¿Qué dice tu suegra?
—Que se siente contenta por vernos juntos.
—¡Hacen una linda pareja! —Confiesa mi madre. Ella sonríe con mucha emoción, me muestra una fotografía donde Massimo y yo estamos riendo de forma natural—. ¿Esto va enserio?
—Creo que sí. He comenzado a sentir nuevas cosas por él. ¡Me gusta y me atrae físicamente!
Mamá me escucha con atención, parece meditar en mis palabras.
—Yo también creo que ambos hacen una linda pareja. Es un hombre sencillo y parece que cuando está contigo puede ser el mismo. Tú le das un cariño que le brinda libertad.
—¿Crees que es muy pronto si hablamos de matrimonio?
—No. En realidad no. Tarde o temprano es un tema que debe salir a relucir. ¿Te quieres casar con él?
Su pregunta me hace visualizarme. ¿Cómo sería mi boda? Vestida de blanco, mamá me entrega a Massimo y él...
—Puede ser.
—¿Aún lo consideras tu novio de apariencia?
—Bueno, yo... no lo sé. No lo veo como un novio de apariencia.
—¿Lo ves como tu novio?
Me río con emoción y no me da pena admitirlo.
—Sí, con decirte que hasta les dije a mis compañeros de trabajo que tengo novio.
—¿Les dijiste eso?
—Sí, es que hay otro muchacho del trabajo que dice que yo le gusto.
Mi madre se sorprende por lo que acabo de confesarle. Sus labios se curvan en una risa extraña y me mira con cierta ternura.
—¡Ay hija! Nunca imaginé que te vería vivir esta etapa de tu vida, pero me alegra mucho verte feliz y que confíes en mí. Qué bueno que le hiciste saber que tienes novio.
—Sí, se me hizo apropiado, sobre todo porque quiero respetar el acuerdo que Massimo y yo tenemos.
—Por supuesto, el respeto es una de las bases sólidas para un matrimonio feliz, pero… —ella se queda callada, me mira con ternura.
—¿Pero…? —Tengo curiosidad.
—¿Qué es lo que tú quieres? —La pregunta de mamá me hace pensar—. Recuerda que el enamorarse y el amar, son cosas diferentes. No estoy en contra de que quieras casarte, pero si quiero que pienses en porque deberías casarte y si es que ya te sientes lista para eso. Eres joven, eres libre y tienes las riendas de tu vida.
...🫦🫦🫦...
Recién llego a mi escritorio y una caja de chocolates me hace sonreír. Hay una nota pegada a la cajita.
...¿Quieres ir a cenar conmigo esta noche? ...
—¿Y esos chocolates? —Daniel está frente a mí.
—Me los regalaron.
—¿También te regalaron flores?
Los claveles nunca me han faltado desde que llegué a esta empresa. Ahora sé que es Massimo quien siempre ha estado dándome detalles tiernos para conmover a mi corazón.
—Sí.
El teléfono comienza a sonar.
—Cristell Corona, ¿en qué puedo ayudarle?
—¿Podrías confirmar mi reunión con el señor Ferrazzi el día de hoy a las cuatro de la tarde?
Abro la agenda para corroborar la cita.
—¿Es usted Gerardo Garmendia?
—Tu servidor.
—Claro, el señor Ferrazzi lo espera a su reunión.
Alzo la vista y Daniel se está comiendo un chocolate. ¡Rompió el moño de color azul! Me molesta lo que hace, me pongo de pie al instante con el teléfono aún al oído y mato con la mirada a Daniel. ¡Lo veo degustar el dulce dedicado a mí!
—¡Perfecto! Llegaré en un rato. ¡Muchas gracias! —Finaliza la llamada.
Azoto el teléfono al colgar, me hierve la sangre. ¡Nadie se mete con mis dulces!
—¡Están muy ricos estos chocolates! —Se atreve a decir sin vergüenza alguna.
—¿Te gustan?
—Sí —su risa me causa enojo.
Le doy una cachetada con toda mi fuerza, su rostro se desdibuja y le arrebato mi caja de chocolates.
—¡No agarres las cosas que no son tuyas! ¿No tienes modales?
Me mira con sorpresa, se soba la mejilla enrojecida y mi voz es aterradora. ¡Canijo Daniel! ¿Quién se cree para comerse mis chocolates?
—¡Perdón!
La puerta de la oficina se abre y creo que Massimo está observando.
—No vuelvas a tocar mis cosas o te prometo que te rompo la cara —soy firme con mis palabras. ¡No le temo al éxito!
—¡Lo siento! —Baja la mirada.
—¿Todo bien aquí? —Massimo se atreve a preguntar.
—Sí, todo en orden. Un malentendido —dice Daniel.
Massimo percibe mi mirada molesta y yo no tengo motivo para quedarme callada.
—No hay ningún malentendido aquí. Te atreviste a tomar algo que no te pertenece y aún tienes el cinismo de decir que nada pasó. ¡Ya te lo advertí!
—¡Discúlpame! —Pide Daniel—. ¡Me equivoqué!
—Es mejor que vuelvas a tu trabajo —Massimo se dirige a él.
Daniel desaparece de allí, mi caja de chocolates está abierta y aún me da coraje.
—Acompáñame, hay que tomar un poco de aire —sugiere Massimo.
Camino detrás de él hasta que llegamos al ascensor. Las puertas se abren, ingresamos, se cierran y me toma de la mano. ¡Estamos solos!
—¿Qué sucedió?
—Se atrevió a robar un chocolate de la caja que me regalaste —mi voz es dura—. No me pidió permiso, abrió la caja y se comió uno de mis chocolates.
Percibo una tranquilidad en su rostro, su tacto me reconforta y yo intento calmarme. ¡Necesito calma!
—Lo que él hizo estuvo mal. ¿Quieres que ajuste cuentas con él?
—No. En todo caso, ya lo amenace, le dije que le rompería la cara si vuelve a hacer algo así.
El ascensor se detiene. Es momento de soltar nuestras manos.
—¿Quieres cenar pizza esta noche? —Me pregunta.