Soy Marcela y jamás creí que algo así me sucedería a mí. fui víctima de traición entre mi novio y mi hermana, lo que me llevó a refugiarme en el alcohol y acostandome con quién menos pensé... mi vida dio un giro inesperado en menos de lo que se espera... Ven y se parte de mí historia...
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Llegó la noche
Una pequeña multitud se había reunido frente al probador, ansiosos por presenciar mi humillación por osar de probarme el vestido más valioso del reino.
La princesa, observaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido, mortificada por el atrevimiento de la dependienta al permitirme tan siquiera tocar la prenda más preciada de la tienda.
Incluso ni a ella, la princesa del reino de los lobos, jamás le había quedado bien ese vestido, se lo probó tantas veces sin importar que todas eran fallidas, al poco tiempo se rindió con frustración. Y ahora estaba ahí delante de mí, con una expresión de no poder entender cómo es que yo podía pensar que el vestido me quedaría mejor que a ella.
Cuando abrí la cortina del probador lentamente, vi a la princesa prepararse para soltar una carcajada durante la imagen ridícula que esperaba ver de mí, pero en cuanto emergí, la tienda entera quedó sumida en un silencio sepulcral.
La risa que ella iba a dar nunca salió de su boca.
El vestido me quedaba a la perfección. No, más que eso... me transformaba. Parecía una luna perfecta, pero incluso esa comparación se quedaba corta en mí. Con la tela abrazando cada curva con presión impecable, mi figura emanaba una belleza que desafiaba toda lógica. Un resplandor sutil parecía envolverme, haciendo que el rojo brillante del vestido realzara aún más el intenso azul de mis ojos. La multitud nunca antes había visto a alguien tan deslumbrante.
—Mírala— susurra la otra amiga de la princesa dándole un leve codazo. —Si le quedo—
Vi a la princesa parpadear rápidamente recordando la compostura.
Y sin más, la multitud rompió en un estruendoso aplauso.
—Es muy hermosa—
—Desprende de ella un brillo celestial—
—¡Dios! ¿Quién será el afortunado?—
Los elogios se mezclaban con las ovaciones, cada voz añadiendo más admiración al ambiente, lo peor de todo, yo me encontraba sonriendo tímidamente, dejando ver en mi rostro ese rojo y mis mejillas como si estuviera en el día de mi boda.
La mujer que tenía enfrente de mí tenía un resplandor de furia, su amiga le susurraba que no era tan susurro que hiciera algo porque las estaba dejando en ridículo.
Más, sin embargo, la princesa no podía negar que el vestido me quedaba impresionante, pero para luego eso estaba mal, ya que nadie tenía derecho avergonzarla en público.
—¿Qué les pasa?— gruñó con desprecio, pagando el bullicio de inmediato. —Ella no tiene con que pagar ese vestido, es una mendiga, ¿Qué no la ven?, No importa que le quede, porque sé que jamás podrá comprarlo, ni en mil años de trabajo siendo esclava—Sus palabras fueron crueles, pero no tanto como su mirada. —Vuelve a la miseria de dónde viniste, quítatelo—
Antes de que pudiera responder y decirle cualquier cosa una voz suave, pero llena de autoridad, eso no en la tienda.
—No lo hará— los murmuró iniciaron. —El vestido es mío y yo se lo obsequio a ella, le pertenece y se lo merece—
La gente volvió a estallar en un aplauso ensordecedor. La gente aclamaba con entusiasmo la decisión.
Bajé la cabeza sorprendida, incapaz de procesar lo que acaba de ocurrir.
El rostro de la princesa se tomó rojo por la furia que emanaba a ella, a paso lento y seguro se acercó a mí.
—Escúchame bien andrajosa, si vuelvo a ver tu sucia cara te arrepentirás de haberte cruzado en mi camino—con esas palabras giró sobre sus talones y salió de la tienda.
Todo este escenario me parecía surrealista. Por un instante creí que estaba alucinando.
Sé que soy bonita, pero nunca me imaginé que podría verme realmente hermosa.
—¿Vez? Te lo dije— dice la mujer a mi lado. Observándome con satisfacción. —Te dije que eras perfecto. Espérame aquí, voy a atender a otros clientes—
Asentí y ella se fue.
Mirándome en el espejo no podía creer que en cuestiones de segundo pasé de ser una mendiga ridiculizada a transformarme en una diosa, esto parecía sacado de un sueño imposible.
—Marcela—
La voz profunda de Leandro me sacó de mi ensimismamiento. Giré y lo vi cerca, buscándome con la mirada. Cuando sus ojos se posaron en mí, se iluminaron con una chispa indescriptible.
Sentí como sus ojos me recorrieron con lentitud y por un breve instante, una sonrisa se asomó en sus labios, una muy pequeña para desvanecerse rápidamente, para ser reemplazada por su expresión placentera y controlada de siempre.
—Realmente eres muy hermosa— murmuró, antes de mostrarme una pequeña caja envuelta con delicadeza. —Esto tiene que ser, como se debe—
Sin darme a reaccionar, Leandro se arrodilló ante mí, abrió la caja y dejó al descubierto un anillo deslumbrante.
—Marcela ¿Me harías el honor de casarte conmigo?—
»¡Dios mío!«
Sentí mi corazón empezó a tener con tanta fuerza que creo que todos aquí lo podían escuchar. El aire abandonó mis pulmones. No podía creer que algo así me estuviera pasando.
Siempre sigo de tu mala suerte y justo llega él para cambiarla, sonrío y me apresuro a decir mi respuesta antes de que cambie de opinión.
—Si—le susurré, aún sin creer ni buena fortuna. Me estaba comprometiendo con un hombre increíblemente apuesto. —Si quiero—
Varias personas cerca elogiaron el precioso momento.
Él se levantó y me coloco el anillo en el dedo, me miró y luego a mí alrededor, esos que pedían un beso. Me sentí un poco nerviosa mientras lo veía, él tomó mi rostro con sus dos manos, inclinándose ante mí dejó un tierno y delicado eso en mis labios.
Uno tan sutil que me hizo vibrar.
—Te queda perfecto el vestido, pero deberías guardarlo, la subasta es en unos días— dijo con una leve diversión en su voz. —Ahora te voy a llevar a conocer todo el lugar—
[•••]
Los días pasaron rápidamente, y pronto llegó la esperada noche de la subasta.
Me puse el vestido, y me quedo igual de perfecto, a un que puedo decir que está vez un poquito más ajustado, y eso es debido a que estos días estuve comiendo un poco más, creo que es el embarazo.
Me realicé un elegante y sutil recogido, dejando ver mi cuello al descubierto junto con el escote del vestido, me apliqué un ligero maquillaje, ya que no necesitaba mucho de lo contrario me debería exagerar, y quería usar unos tacones medios, primero porque no sabía usarlos a la perfección, y lo otro es porque estaba embarazada y no quería tropezarme o algo así.
Salimos y fuimos al evento, Leandro me tomó del brazo mientras caminamos en la entrada principal, esto aunque no era a lo que estaba acostumbrada, era algo que me estaba haciendo feliz.
Cuando estábamos a punto de subir las escaleras, liam se detuvo repentinamente, vi que eso cambió a recibir una conexión mental.
—Marcela, tengo que dejarte por un momento, necesito atender un contrato urgente, le diré a alguien que te muestre el lugar y luego iré contigo—
Sentí una punzada de inquietud.
—¿Y la invitación?— le pregunté apresuradamente antes de que él se alejara por completo.
Lo vi sonreír mientras me miraba con una diversión en sus ojos.
—Tú no necesitas una invitación, Marcela—
Lo vi marcharse y suspiré, una voz dentro de mí me decía que algo terrible estaba a punto de suceder. La sensación de seguridad y comodidad que había sentido al entrar con Leandro desapareció de golpe, dejando en su lugar un vacío opresivo.
Me obligué a seguir adelante, pero con cada paso que daban hacia la puerta principal mi corazón latía con más fuerza.
y si tiene que luchar para ser feliz qué haci sea ..excelente historia felicidades escritora
ella quiere tener un amor que sea para ella que la quieran a ella ..no le importo el dinero del príncipe ella solo quería una familia que estuviera ahí y darle un buen ejemplo a su hijo que trae en sj vientre ..
y si tienes razón ya no te dejes humillar por nadie quiere a ti misma y sal de ese infierno que estas viviendo ..
excelente historia..que destino le traerá la diosa de la luna ..
Aún está inconclusa, a ver cuándo la termina la escritora.
Éxito.
porque ella es la qur se cuesta con tu novio que ya no lo es ..
mujer abre los ojos por una vez en tu vida no seas tan ingenua...
excelente historia