Una noche. Un secreto. Una obsesión que lo cambiará todo.
Stefania solo buscaba escapar.
Damián solo buscaba control.
Pero cuando sus mundos chocan en Atenas, el deseo los arrastra a una noche tan intensa que marca a fuego sus almas.
Ella huye antes de que él descubra quién es.
Él la busca sin saber cómo encontrarla.
Lo que ninguno imagina es que un lazo invisible ya los ata para siempre:
un hijo concebido entre la oscuridad y la pasión.
Cuando la verdad salga a la luz, deberán enfrentarse a sus familias, a sus demonios…
y a una obsesión que ni el tiempo ni la distancia han podido destruir.
La Obsesión del Jefe de la Mafia.
Un romance oscuro donde amar es peligroso…
pero pertenecer es inevitable.
NovelToon tiene autorización de Yesenia Stefany Bello González para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Paladar de niño
Damián
Miro a la belleza a mi lado y no puedo evitar sonreír cuando se cruza de brazos, molesta.
–No estoy vestida para ir a un restaurante, y no sé si quiero comer contigo.
Auch. Aquí va ella nuevamente a pisotear mi ego.
Debería dejar de estar comportándome como un adolescente pillado por la chica popular del colegio, pero no puedo detenerme.
Sus ojos grises tienen una insolencia que quisiera dominar y no pienso rendirme hasta tenerla rogando por mi toque.
Mi polla le enseñará una lección que no olvidará en su vida.
–No iremos a un restaurante –digo mientras sigo tirando de ella.
–¡No comeré cualquier porquería! –devuelve cuando llegamos a una calle llena de pequeños locales frente a la playa–. No como comida de la calle –dice arrugando su ceño mirando los pescados colgando de pequeños cables en el frontis de la mayoría de los puestos de comida–. Voy a vomitar –agrega haciendo un gesto de asco como si se tratara de una niña chiquita.
–No seas melosa.
–¡No lo soy! –devuelve mientras comienza a retroceder cuando me detengo frente a uno de mis locales de comida callejera favorita–. Eso es asqueroso –dice apuntando una bandeja llena de cabezas de distintos pescados.
–El pescado es bueno para tu salud.
Todo su rostro se pone verde. –Prefiero una hamburguesa. Podemos ir a un McDonald, ¿qué dices?
–¿Tienes cinco años? –pregunto antes de pedirle en griego a la dueña del local dos órdenes de pescado a la parrilla y taramosalata con pan pita. La dueña le grita las instrucciones al cocinero, quien gruñe de vuelta que estará listo en cinco minutos–. Cinco minutos –le aclaro a la belleza con el ceño fruncido en inglés–. ¿Me vas a decir tu nombre?
–Afrodita –miente.
–Sé que ese no es tu nombre –devuelvo–. Aunque deberías llamarte así –concedo–. Nadie podría usar mejor ese nombre que tú.
Pone los ojos en blanco. –Si crees que engatusándome con frases baratas harás que me coma eso –dice apuntando al local–, estás muy equivocado. Tengo un paladar exigente.
Suelto una risotada. –¿Y McDonald te parece el lugar correcto para personas con paladar exigente?
–¡Tienen hamburguesas y papas fritas! –grita con un toque de desesperación mirando al cocinero voltear los pescados en la pequeña parrilla–. Tienen todo lo que está bien en esta vida.
–No tienes cinco años –le recuerdo.
–Quiero una hamburguesa y un batido de chocolate –ruega con sus enormes ojos grises asustados–. Te la chuparé si me compras una hamburguesa.
Vuelvo a reír. –Prefiero verte comer lo que pedí.
–¿Antes que tener tu polla en mi garganta?
La imagen de esa boca rodeándome me pone a mil, pero me controlo. Quiero empujar sus límites y empezaré con la comida.
–Sí –digo justo cuando el cocinero grita que está listo.
Tomo los envases de plástico con la deliciosa comida y tomo la mano de Afrodita, según lo que ella dice, aunque no creo ni por un segundo que ese sea su verdadero nombre, y camino con ella hasta un lugar vacío frente a la playa.
–Siéntate –ordeno.
Primero me enseña su lengua, reafirmando que tiene cinco años, antes de dejar caer su precioso trasero sobre la arena blanca.
–No pienso comer eso –dice cruzándose de brazos, elevando sus pechos unos centímetros, llevándose todo pensamiento coherente lejos–. Además, sus cabezas siguen en sus cuerpos. Eso es crueldad. No quiero saber de qué animal viene la comida que meto a mi boca. McDonald nunca me haría algo así. ¿Me estás escuchando? –pregunta golpeando mi brazo con la palma de su mano, obligándome a alejar mis ojos de sus pechos y de la forma en que la tela de su bikini se mueve con cada movimiento que hace, dejándome ver cada vez un poco más de piel.
Ya vi sus pechos desnudos, lo sé, pero hay algo realmente erótico en la forma que su bikini enseña y cubre la piel de sus pechos, prometiendo un poco más cada vez que se inclina, es hipnótico.
–¡Te estoy hablando! –sisea y vuelve a golpear mi brazo–. Si tanto quieres ver mis pechos desnudos –continúa molesta ante de sacarse la parte de arriba del bikini–. Ahí los tienes. Ahora, llévame a un puto McDonald.
La visión de esos pechos perfectos flotando delante de mis ojos me quita hasta el hambre, a pesar que el olor del pescado y el pan pita recién hecho tientan a mi nariz y a mi estómago.
Hay docenas de mujeres enseñando sus pechos a nuestro alrededor. Esto es Atenas y a las mujeres les encanta tomar sol sin la parte de arriba, pero hay algo diferente en esta mujer.
Algo que me hipnotiza.
–Por favor –insiste poniéndose de rodillas y sentándose sobre mí a horcajadas. Mi polla se endurece a la velocidad de la luz mientras sus pechos desnudos flotan frente a mi boca.
–Vas a tener que comerte todo –gruño frente a su boca.
Sus ojos se encienden y una sonrisa preciosa tira de sus labios. –Me comeré todo, incluso lameré mis labios, pero tienes que llevarme a comer una hamburguesa primero y olvidarte de eso –dice mirando con pánico la comida que compré–. ¿Por favor? –pide mientras mueve su trasero, arrancándome un suspiro tembloroso de mis labios.
Esta mujer acabará conmigo.
–Solo prueba un poco –insisto, decidido a dominar esa insolencia y rebeldía que expele con tan solo existir.
–Pero… tiene su cabeza –dice haciendo el mohín más tentador que he visto en mi vida–. No quiero comer algo que todavía tiene su cabeza. –Vuelve a mover su trasero mientras enreda sus dedos en mi cabello–, pero hay otras cosas que me encantaría comer.
Tomo su barbilla y empujo su boca a la mía, pero sin llegar a tocarnos. Besarla ahora sería muy fácil y no me gustan las cosas fáciles, me gustan los retos y quizá por eso estoy siguiendo a esta mujer.
–Come –ordeno.
Se baja de mi regazo y quisiera maldecir al perder su calor y peso, pero me obligo a mantener la calma.
–Ese puré rosado no se ve tan mal –dice apuntando a la taramosalata–. ¿Es de fresas?
Me muerdo los labios y me obligo a callar. –Adelante –la invito.
Toma la cuchara de plástico y se lleva un poco a su boca. En cuánto el puré está en su boca, su ceño se arruga.
–¿Por qué es salado? –pregunta mientras lucha contra una arcada–. ¿Qué mierda es esto?
–Es una emulsión de huevas de pescado –respondo y no puedo evitar soltar una carcajada cuando sus ojos me miran traicionados.
Se levanta y corre hasta una enorme roca antes de comenzar a vomitar. Tomo su cabello, todavía sorprendido de su reacción a este exquisito plato.
–No puede ser tan malo –digo, pero me callo cuando sigue vomitando mientras sus ojos me miran con odio.
–Esto es lo más asqueroso que he tenido en mi boca, y eso incluye la polla de mi primer novio en secundaria –se queja antes de levantarse–. Nos vemos en otra vida, idiota –sisea antes de alejarse.
Me quedo mirándola, como el idiota que me acusa de ser, antes de volver a reír.
Dominar a esta mujer será tan satisfactorio como delicioso. Apenas puedo esperar.
A HUEVO!!!
vamos Stefy no seas egoísta y dale a Damian de tu comida y veras como se vuelve loco con su sabor...