victoria, recién graduada obtiene la oportunidad de trabajar para la mejor compañía, alado de Gabriel un hombre de mal carácter y sin sentimientos ambos quedarán atrapados en un círculo amoroso al pasar una noche juntos.
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La pasión
Nos iremos ahora mismo.!_ dije mientras la miraba intensamente me acercaba a ella aún más, con ganas de besarla.
¡¿Irnos?! ¡No he avisado a Violeta! Además yo no me iré contigo tomaré un taxi.—protestó ella, pero su resistencia era solo verbal.
— Violeta está con Javier. Le enviaré un mensaje. Vamos no te irás con nadie más.—dije, y esta vez, mi agarre fue menos posesivo y más protector.
Tomé su mano, entrelazando nuestros dedos, y la arrastré de vuelta al salón. Pasé por la mesa de la cena, apenas haciendo contacto visual con Javier y Violeta.
El contrato está firmado. Me retiro. Victoria me está poniendo al día con los detalles finales. Te veo en la oficina —le susurré a Javier, sabiendo que él entendería la coartada.
No esperé una respuesta. La saqué.
¿A dónde vamos? Ya basta Gabriel suéltame—preguntó Victoria, su voz baja y ronca, mientras yo habría la puerta del auto y ella entraba.
— A donde no haya inversionistas, ni hermanos, ni promesas estúpidas. Vamos a mi apartamento —dije, y sin esperar su respuesta, aceleré, dejando atrás la cena, el trabajo y toda la decencia. Esta noche, no habría más reglas. Solo nosotros.
Aceleré. La necesidad de tenerla, de desatar la pasión reprimida de toda la semana, era una urgencia dolorosa. Sabía que estábamos cruzando un punto sin retorno, uno que violaba todas las promesas que había hecho y todas las reglas que había impuesto. Pero en ese momento, la única regla que importaba era la que dictaba la necesidad entre nosotros. Victoria era la única persona que me hacía sentir libre de mi propia culpa. Y yo estaba a punto de rendirme a ese escape.
Pero, de verdad has perdido la cabeza, ya te olvidaste de tu compromiso con Anastasia, por favor solo para el auto llamaré a mamá ella vendrá por mi.!_ dijo Victoria tomando su teléfono.
¡No.! Claro que no se me olvida ese compromiso.!_ dije en mi mente mientras aceleraba aún más para llegar enseguida a mi apartamento.
Volví a mirar a victoria y en un solo movimiento le quite su teléfono.
Te lo regresare, lo prometo Pero ahora tu me harás caso o olvidas que soy tu jefe.!_ dije en un tono serio.
Eres un... —empezó a decir, pero se contuvo.
No le di tiempo para que procesara nada ni para que opusiera resistencia. Apenas estuvo fuera del auto, sin dejarla decir nada, la tomé del rostro y la besé de una manera desesperada.
No fue el beso de furia del pasillo, ni el beso de posesión del portal. Fue un beso de redención total. Necesitaba silenciar la culpa, el recuerdo de Anastasia, su coqueto con Dante, todo. Mis labios se movieron contra los suyos con una necesidad voraz. Su boca se abrió bajo la mía, y el gemido que escapó de su garganta me confirmó que su rabia se había disuelto en la misma urgencia desesperada.
Sus manos, primero puños contra mi pecho, se abrieron y se aferraron a mi traje. La abracé con una fuerza que buscaba unir nuestros cuerpos.
— Vamos adentro —susurré contra su boca, la voz ronca, la promesa de la noche en cada sílaba.
Y sin esperar respuesta, la levanté en mis brazos. El vestido de seda se deslizó con el movimiento, y la llevé directamente hacia el ascensor privado que subía a mi penthouse.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el lujoso salón de mi ático, no me detuve. Caminé directamente hacia mi dormitorio.
La dejé caer suavemente sobre la colcha oscura, su vestido blanco y negro era un contraste dramático con la ropa de cama.
Me arrodillé sobre la cama, atrapándola con mi cuerpo. Ella me miró, sus ojos azul intenso por el deseo, pero aún con ese rastro de desafío.
— No hay vuelta atrás, Victoria.
¿Entiendes? —le pregunté, mi voz apenas un susurro. Necesitaba que fuera consciente del precipicio.
— No la quiero —jadeó, refiriéndose a la pregunta que no había hecho: ¿Quieres que me detenga?
Mis dedos se movieron hacia el cierre de su vestido, una línea de cremallera traicionera que se abría lentamente, revelando más y más la piel que anhelaba.
Mis dedos, impacientes, desabrocharon los botones de mi camisa de vestir, arrancando la seda fina.
La besé de nuevo, y esta vez, el beso se profundizó en una declaración de posesión total. La levanté ligeramente para desatar el cierre de su sostén. El encaje cayó, revelando la curva perfecta de sus senos que mis labios encontraron al instante. Ella arqueó la espalda, su gemido resonando en la inmensidad de la habitación.
— Dante te miró, Victoria —gruñí contra su piel, mis manos acariciando sus caderas—. Y ahora, te estoy marcando.
La mire ella parecía algo asustada como si no supiera lo que pasaría.
Baje lentamente asta sus pantaletas diminutas y transparentes se podía ver su sexualidad atrás vez de ella.
Pase mis dedos por dentro de ella.Retiré mis dedos, llevándolos lentamente a mi boca. El sabor, el aroma, la prueba palpable de su deseo me inundó. El sonido de su gemido, al verme lamer mis dedos, me volvió aún más loco.
Me quité el pantalón y el boxer con un movimiento rápido, dejando mi cuerpo desnudo, saque un condón de mi cajonera y me lo puse enseguida.
— Esto es por Dante. Por Max. Y por la jodida ropa que traes hoy—dije, justo antes de invadirla con un ímpetu que no era delicado, sino brutal.
Pero al momento de la penetración, sentí una resistencia inesperada, tensa y cerrada, que me detuvo en seco. Al mismo tiempo, Victoria soltó un grito agudo, un sonido de dolor que no era de placer.
Abrí los ojos. La miré, y en su rostro vi el ceño fruncido por el dolor y la sorpresa. Y luego, sentí la ligera pero inconfundible barrera, y la prueba innegable.
Victoria era virgen.
El shock me golpeó con la fuerza de un camión. Me detuve, mi respiración se cortó. Toda la ira, la posesión y el deseo se evaporaron, reemplazados por una culpa fría y lacerante. Había irrumpido en su vida, en su cuerpo, en su inocencia, con la violencia de mi propia desesperación.
— ¡Maldición! dije , retirándome ligeramente. La miré con horror.
¡No! ¡Tú...! ¿Por qué no me dijiste nada? ¿Todo este juego, las provocaciones, y tú...? —No pude terminar la frase. Mi mente regresó a la imagen de Dante, a la burla de Max, a la arrogancia con la que la había besado . Ella había estado jugando con fuego por primera vez, y yo había sido el incendio.
Yo la deseaba y ella no dijo nada, sus ojos me miraron pidiendo más, así que entre en ella de nuevo está vez lentamente y suave.
Ahhh._ dije ante la sensación.
Victoria cerró los ojos, sus manos apretando mis hombros.
— Mírame —le pedí, mi voz baja.
Ella abrió los ojos, y en su profundidad vi un nuevo tipo de fuego, una mezcla de dolor, confianza y algo que ambos nos negábamos a nombra
Cada embestida estaba llena de placer, cada gemido de ella me llenaba de energía para no parar, la besaba al igual que a sus senos dejándolos rosados y duros.
Ella se aferró a mí, sus piernas enredadas en mi cintura, urgiéndome a ser más rápido.
— ¡Gabriel! —gritó, su voz era una mezcla de éxtasis y desesperación.
Yo no respondí con palabras, sino con un ritmo acelerado y un gruñido.
Me lancé a la pasión, mi cuerpo y mi alma completamente enfocados en llevarla al límite
Y justo cuando sentí el estallido inevitable, la miré. Su rostro estaba contorsionado por el placer final. Y al momento de mi propia liberación, grité su nombre en la oscuridad de mi habitación.
Hooo victoria....
mediático de estos periodistas mediocres 😡😡😡