Después Del Matrimonio, Llega Una Infidelidad.

Maria, desde que era una pequeña niña, había soñado con casarse con un hombre, como los que leía en sus libros preferidos.

Sus padres la habían criado bajo un matrimonio sano, repleto de amor mutuo y respeto. Eso era lo que ella quería para su futuro, un amor como el de sus padres, un esposo leal, devoto que la amara a ella y solo ella.

Creyó que lo consiguió cuando sus padres le presentaron a Lucas, él era el hijo de los amigos de sus padres y, aunque se conocían desde niños, no fue hasta que ambos cumplieron diecisiete años que finalmente se vieron en realidad.

Ella era una joven hermosa, digna de la vida que sus padres le brindaban. ¿Y él? Era un joven encantador, coqueto, más tenía un pequeño problema, amaba demasiado la noche como para ser considerado un "problema".

Cuando finalmente se toparon frente a frente, por casualidad, sin sus padres cerca, tanto Lucas como María, quedaron profundamente flechados el uno por el otro.

Él comenzó a cortejarla, le daba obsequios, cartas escritas a mano, la acompañaba a casa y tenían citas constantemente. Mientras que María disfrutaba el sueño de ser amada por el chico que le gustaba.

Lucas estaba obsesionado con ella, pues María era absoluta perfección para él. Los padres del joven también adoraban a la muchacha, y no querían nada más que una unión para toda la vida.

Salieron juntos por tres mágicos meses, tan solo tres meses le tomó a Lucas saber que amaba como un jodido loco a María, y entonces, le propuso matrimonio.

Aunque ambos querían casarse esa misma noche, sabían que debían esperar a ser mayores de edad. Afortunadamente, solo faltaban unos pocos años para que ambos tuvieran veintiún años.

Una vez que se juraron amor frente al altar, familiares y amigos, se fueron de luna de miel. Dios, ellos dos realmente vivían el sueño. Pero había algo que María no sabía, un secreto que su esposo le ocultaba y no, no era ninguna amante en ese momento.

Su secreto era que él no quería tener hijos, pues aunque sus padres se mostraban perfectos ante el mundo, él bien sabía cuánto se odiaban en privado. Sufrió solo el desamor de sus padres y eso le causó rechazo hacia los niños.

Pues él creía que lo que arruinaba un matrimonio, eran los hijos.

Más nunca hubiera imaginado que, en plena luna de miel, María quedaría embarazada de su hijo; Daniel. Y aunque él le suplicó que no lo tuviera, ella se negó, pues su sueño más grande era tener una familia. Fue así como ella siguió adelante con su embarazo sola, sin su esposo.

Él, en lugar de compartir la felicidad de su esposa, decidió encerrarse en su trabajo como maestro y en las noches iba a beber, pues lo que menos quería era lidiar con su esposa embarazada. Llevaba mucho tiempo sin tocarla porque al verla así, toda subida de peso, le causaba rechazo.

Y fue en una de esas desveladas, que su doble vida comenzó.

—¿No es el profesor Lucas? –una voz melodiosa hablo detrás de él, Lucas volteó, estaba algo ebrio pero aún consciente de todo a su alrededor. Reconoció a la joven al instante, era una de sus alumnas de la universidad. Al principio trató de ser cortés, pero la jovencita era muy atrevida y curiosa–.

—¿Por qué mí maestro favorito está aquí solo en lugar de estar con su esposa? –ella llevó su mano a la rodilla de Lucas y comenzó a subirla por su entrepierna–. Si yo estuviera casada con usted, jamás lo dejaría solo.

Sólo eso bastó, unas simples palabras amables y unas manos toquetonas, solo eso necesitó para serle infiel a la mujer con la que se había casado.

Aquella joven fue la primera, más no la última. A partir de ese día, Lucas coqueteaba con sus alumnas, era guapo y lo sabía, ¿Y ellas? Todas eran bellas y tontas, siempre lograba que una mujer distinta se costara con él día tras día.

Pero las cosas cambiaron cuando conoció a Tania, ella era hermosa, sensual y divertida, pero también algo exigente. Esa actitud causó algo en Lucas, algo que no sabía explicar.

Se suponía que, luego de haberse acostado con Tania, la echaría a la basura para buscar una mujer nueva, pero no pudo hacerlo. Él no quería que Tania se fuera, quería seguir con ella, incluso si eso implicaba ser descubierto.

Incluso había noches en las que él imaginaba a Tania como su esposa y, tal vez, teniendo una bonita bebé con ella. Pero no, eso no podía pasar, porque él ya estaba casado. Y también tenía un hijo.

Si, una esposa y un hijo, que estaban abandonados.

Fue entonces cuando María comenzó a recibir las fotos de todas las mujeres con la que su esposo le había engañado, pero también, comenzó a ver cómo él se encariñaba con Tania.

Y le fue muy fácil porque la joven mujer grababa todo, hasta sus conversaciones, en muchas de ellas se podía apreciar como él le decía; «Te verías hermosa vestida de blanco», «Ya quiero verte grande y redonda cargando a mí bebé», «No puedes casarte con un hombre que no sea yo, ¡Eres mía!»

A María le dolía demasiado escuchar aquellos videos, pues esas eran las palabras que su esposo solía decirle cuando aún la amaba. Entonces, en un ataque de locura, decidió ir a la casa de aquella jovencita.

Pero, quien la atendió no era Tania, era su padre; Octavio.

Un hombre viudo, quien había criado solo a su hija, se veía desaliñado, pero aún así era muy atractivo. ¿Y ella? Bueno, la pobrecita estaba atravesando por muchas emociones en aquél entonces, por lo que no dejaba de llorar, incluso frente a ese hombre desconocido.

Ella quiso decirle que su hija era una rompehogares, que debería sentir vergüenza de haberla criado tan mal, pero no tuvo el valor. Él no tenía la culpa de las cosas que hacia su hija. Y Tania no tenía la culpa de que su esposo haya dejado de amarla.

Entonces, sin decir nada, se fue del lugar, dejando al hombre aún más confundido que antes.