Engañado

Aunque Killias nunca lo admitiría en voz alta, había algo que estaba martillándole la cabeza desde hacía mucho rato, un interrogante que se abrió paso de un día para otro en su mente y le quitaba el sueño por las noches, y más ahora, allí, en esa habitación que le traía tantos recuerdos y lo ponía nostálgico, furioso e impotente. Porque allí, rodeado de la esencia de su Alfa, esa que había querido evitar y que lo había orillado a abandonar su casa, se estaba haciendo esa pregunta que destruía su alma de una manera tortuosa ¿Desde cuándo? Podía parecer una pregunta simple y boba, pero a él lo estremecía y lo hacía cuestionarse la vida de papel que ha tenido con su esposo.

Él sabía que le fue infiel. Y luego dedujo que no era la primera vez, pues los cabos antes sueltos se clavaron cuál picadura de avispa en su corazón, la sangre brotó y el veneno se propagó por su cuerpo, contaminando todo a su paso. Pero, aun así, no tenía ni idea desde cuándo empezó ese juego del horror.

Al principio todo fue color de rosa, como a él le gustaba, pero luego, aproximadamente unos años después, todo empezó a cambiar. No tenía fecha exacta, no podía decir desde que día, pero, lo que sí podía decir y recordar, fue esa noche del mes de mayo, el 20 de mayo. Si lo recordaba bien, esa noche el viento azotaba las ventanas y el agua se estrellaba contra ellas, desde donde estaba él, con su hijo en brazos, podía ver los hilos plateados y los diamantes caer del cielo a la vez que el paraíso se abría y mostraba la luz de la gloria con sonidos estridentes que te hacían saltar y a tu cuerpo estremecerse sintiendo la energía divina. Esa noche recordaba el sentir de su corazón golpeando en su pecho, el retumbar en su cerebro con cada latido de su cobarde corazón. El miedo predominaba y él no sabía qué hacer con el niño lloroso en sus brazos.

Un nuevo trueno retumbó en la tierra y él saltó lejos de la ventana. Todo se iluminó y por unos segundos todo fue blanco, los trazos de la realidad se diluyeron y él cayó al suelo con su hijo en brazos. Pronto se escuchó el ruido de los gritos y lloriqueos de su cachorro y él se sintió impotente al sentir en su propio cuerpo el cómo latía el pequeño corazón de su bebé. Con manos temblorosas intentó consolarle, lo sostuvo con sus dos manos y llevó su cuerpo más arriba, hasta que sintió su cara en su cuello. No recordaba de adónde, pero sacó fuerza y tranquilidad de donde no había y soltó feromonas para tranquilizar al niño en sus brazos.

— Tranquilo bebé. Todo estará bien, papi ya viene — Le había dicho, intentando convencerse más a él que otra cosa.

Sin poder soportarlo más sacó su celular del bolsillo, que bailó en sus manos con el siguiente estruendo y, por enésima vez en la noche, marcó el número de Jerry.

Un tono... Dos tonos... —  Sistema, correo de voz, su llamada, tendrá costó a partir de este momen- — Y luego colgó.

Una mano fue a parar a su cabeza, halando los cabellos, he intentado tranquilizar el latido de su corazón.

— Tranquilo, él está bien. Sí. Solo… Está lloviendo. No puede volver por la lluvia. No pasa nada — Ohhh. Cuan equivocado estaba.

Pronto pasaron unas horas y, aunque la lluvia no hubiera cesado, por el contrario, empeoró, él se encontraba más tranquilo, logró hacer que su hijo durmiera y ahora ya tenía un peso menos encima, no hablamos del peso corporal, hablamos del peso que sientes encima cuando la situación te supera, el saber que su hijo estaba a salvo, en su cuarto, en su cama y durmiendo le hizo sentir un poco mejor. Solo un poco. Todavía no había tenido noticias de su marido y estaba sumamente preocupado con su paradero… ¿Estaría bien?, ¿Habría alcanzado a refugiarse de la tormenta?, ¿Estaría herido?, ¿Dónde estaría si lo estuviera?, ¿Y si estaba en el hospital?, Seguramente estaría muy preocupado por su familia como él lo estaba en esos momentos… Eran algunos de sus pensamientos, preguntas sin respuesta que caían como toneladas sobre sus hombros, recordándole a aquel ser de la mitología griega que cargaba con el peso del mundo sobre sus hombros. Condenado a mantener la tierra separada del cielo por la eternidad, y pronto más interrogantes se abrieron paso en su cabeza… ¿Y si él era como aquel, condenado a cargar con el peso del dolor sobre sus hombros?, No se imaginaba una vida sin su Alfa y, de nuevo, ¿Qué sería de él si le pasaba algo?, ¿Sería igual que con Atlas, condenado por Zeus a cargar con ese peso? No, simplemente no le cabía eso en la cabeza. Pero, al ver a su hijo acostado en cama, con el rostro pacífico y respirando de una manera pausada, tan tranquilo, supo entonces, que nunca podría caer, no cuando tenía a alguien por quien luchar.

Dándole una última mirada al cuerpo de su pequeño tesoro, salió de la habitación.

Ya no supo a donde ir, observaba las paredes sin saber qué hacer. Sin embargo, sus pies no tenían la misma cuestión, pues como con mente propia, bajaron por las escaleras, hasta la sala, donde había estado anteriormente.

Fuera el paisaje seguía siendo igual, todo bien, podía manejarlo. Se sentó en un sillón. Sus manos nerviosas se habían situado en sus piernas y pronto, en su bolsillo, hasta sacar el aparato tecnológico de su interior. Suspiró. Con dedos temblorosos marcó el número de su esposo, para más adelante simplemente seleccionar el contacto "Amor❤️", que se mostraba orgulloso en la pantalla.

Un tono… Dos tonos — Y, cuando estaba seguro de que nadie la contestaría. La voz de su Alfa retumbó en la bocina — ¿Amor? — Quitando el peso de sus hombros. Aun así, notó algo raro.

— Amor — Suspiró — Que bueno que contestas. Estaba muy preocupado…

— Ah sí… Mmm… ¿Po— por qué? — Sí, se escuchaba agitado ¿Acaso escuchó el sonido de un chupetón? Debió haberlo imaginado.

— ¿Por qué no regresaste?, ¿Dónde estás?, ¿Estás bien? — Pero, sin embargo, él no lo había tomado en cuenta.

— Amor y- yo no regresé porque… Ahh... Llueve mucho y… — ¿Se escuchó un gruñido?, ¿Acaso le gruñó a él? — y ya luego no… L- Lo pu- pude ¡hacer! — Sí, definitivamente se le notaba agitado.

— Ah, bueno. Al menos sé que estás bien ¿Dónde estás? — Le había preguntado. Pero, más adelante, escuchó una voz que decía "Cuelga". Aun así, debió haberlo imaginado, así como imaginó el jadeó de su esposo y el ruido de succión a continuación.

— A- Amor est-estoy bien, ¿Sí?, No te- preocupes — Y luego le habían colgado. Así como así, le colgaron.

No supo cómo reaccionar. Pero pronto empezó a buscar soluciones lógicas ante los problemas… Debió ser la señal, se escuchaba entre cortado. Si eso. Se imaginó la voz femenina y los jadeos y gruñidos de su marido. Si eso… Pensó que todo se lo había imaginado.

Qué iluso fue.

Hoy en día todo le parecía estúpido. Le lastimaba el saber que su esposo prefirió irse con su amante antes que con su familia en un momento como ese, dejándolos muy preocupadas y a Killias con un gran peso sobre sus hombros.

Ese, y otras visiones del pasado, tomaron sentido. Fuera de eso, le hizo cuestionarse.

¿Alguna vez me amó? ¿Qué tanto personas por amor? ¿Estaría el dispuesto a perdonar años de infidelidad? ¿Sería su amor suficiente?

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