Nadie recuerda cómo comenzó, pero en los viejos cuentos se dice que Sombravelo era un reino bañado en luz dorada, donde las estrellas brillaban en el día y la magia fluía como el agua en los ríos. Sin embargo, algo oscuro se apoderó del reino. Una sombra antigua, nacida de los miedos más profundos de la humanidad, comenzó a extenderse, transformando a sus habitantes en figuras retorcidas y grotescas. Este mal, llamado La Niebla Devora-Sueños, era invisible para el ojo humano, pero dejaba marcas en el alma.
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Capítulo 14: El Santuario de las Sombras
El valle dorado se extendía ante los ojos de Elías como un mar de hierba que brillaba con un fulgor etéreo. A medida que avanzaba, el aire se volvía más cálido y pesado, cargado de una energía densa que parecía vibrar con cada paso. A lo lejos, se alzaba una estructura oscura, envuelta en sombras que se retorcían como criaturas vivientes. Era el Santuario de las Sombras, el lugar donde las almas atormentadas buscaban refugio y donde los miedos más profundos cobraban vida.
Nox voló en círculos por encima de la estructura antes de aterrizar sobre el hombro de Elías.
—"El Santuario es el corazón de Sombravelo," explicó el cuervo con voz grave. —"Aquí, las sombras no son solo ausencias de luz; son fragmentos de las almas perdidas, ecos de antiguas emociones y recuerdos que no pueden ser olvidados. Para continuar, tendrás que entrar y enfrentarte a la oscuridad que reside en ti."
Elías asintió, su determinación mezclándose con un nudo de ansiedad en su estómago. Había superado pruebas difíciles en su viaje, pero sentía que este lugar sería diferente. Aquí, las sombras no solo lo acecharían desde afuera, sino que también emergerían de su propio interior.
El niño avanzó hacia la entrada del santuario, un arco de piedra negra decorado con inscripciones antiguas que parecían susurrar en una lengua desconocida. Al cruzar el umbral, el aire se tornó más frío, y el sonido de sus pasos resonó como un eco distante. El interior era vasto y oscuro, con columnas altísimas que se perdían en la penumbra. La única luz provenía de una serie de antorchas con llamas púrpuras que parpadeaban de manera inquietante.
Al dar unos pasos dentro, el suelo bajo sus pies comenzó a temblar. De las sombras más profundas emergieron figuras amorfas, siluetas negras que parecían flotar en el aire. No tenían rostro ni forma definida, pero transmitían una sensación de dolor y desesperación.
—"Somos los Susurros Olvidados," dijeron las figuras en un susurro colectivo. —"Aquellos que han perdido su camino en Sombravelo, atrapados por sus propios temores. ¿Serás tú otro de nosotros, Elías?"
Las palabras resonaron en la mente del niño, despertando recuerdos que había intentado olvidar. La soledad de su niñez, la pérdida de sus seres queridos, el miedo constante a no ser suficiente… todo se materializó ante él, representado en esas sombras inquietantes.
—"No seré como ustedes," declaró Elías con voz temblorosa, tratando de sonar seguro de sí mismo. —"He venido hasta aquí para enfrentar mis miedos, no para ser consumido por ellos."
Las sombras se agitaron, y una de ellas se adelantó, adoptando una forma más definida. Era una figura alta y esbelta, con ojos brillantes que parecían dos abismos profundos. Esta sombra en particular emanaba una energía distinta, más poderosa.
—"Soy la Sombra de la Desesperación," anunció la figura, su voz resonando como un trueno en la sala. —"Soy el reflejo de tus momentos más oscuros, de cuando creíste que todo estaba perdido y que no había esperanza para ti. Si quieres continuar, tendrás que atravesarme."
Elías sintió cómo el aire se volvía más pesado, como si una mano invisible lo presionara contra el suelo. La oscuridad se cerraba alrededor de él, y por un momento, el miedo lo invadió por completo. Pero recordó su viaje hasta ahora: las pruebas superadas, las palabras de Nox y el consuelo de los susurros de su madre en el Río de los Recuerdos. Había aprendido a no huir de sus emociones, sino a aceptarlas.
—"Te reconozco," dijo Elías, mirando a la Sombra de la Desesperación a los ojos. —"Eres parte de mí, pero no me defines. Puedo sentir dolor y desesperación, pero también puedo elegir seguir adelante."
Las palabras de Elías resonaron en el santuario, y una luz tenue comenzó a emanar de su pecho, expandiéndose lentamente. La Sombra de la Desesperación se estremeció, y las demás sombras comenzaron a retroceder, debilitadas por la claridad de su resolución. La figura oscura se desvaneció en un remolino de humo, y con ella, la presión que asfixiaba el aire se disipó.
Elías avanzó más profundamente en el santuario. Mientras lo hacía, las antorchas de llamas púrpuras se encendían a su paso, iluminando una sala central de paredes cubiertas de inscripciones que parecían cambiar y moverse con la luz. En el centro de la sala, había un espejo grande y oscuro, similar al que había encontrado en el desván de su casa, pero mucho más antiguo y lleno de grietas.
Nox se posó en el borde del espejo, sus ojos brillando con un destello cauteloso.
—"Este es el Espejo del Juicio," dijo el cuervo. —"En él, verás no solo lo que eres, sino también lo que podrías llegar a ser. Reflejará tanto tus esperanzas como tus temores. Debes mirar en su interior y aceptar lo que veas, sin importar cuán oscuro o brillante sea."
Elías se acercó lentamente al espejo, sintiendo que su propia respiración se hacía más profunda y pesada. Cuando sus ojos se encontraron con el reflejo, no vio su propio rostro, sino una versión de sí mismo más adulta, con cicatrices en su piel y una mirada cansada pero decidida. A su alrededor, la oscuridad se mezclaba con destellos de luz, como si dentro de él coexistieran tanto la sombra como la claridad.
La imagen en el espejo le habló con su propia voz, pero más profunda, cargada de sabiduría y dolor.
—"Elías, cada paso que has dado hasta aquí ha sido para descubrir quién eres realmente," dijo el reflejo. —"Has enfrentado el miedo, la desesperación y la culpa, pero aún te queda una última prueba: debes perdonarte a ti mismo por todo aquello que crees que fue tu culpa, y aceptar que el dolor no te hace débil, sino humano."
Elías sintió una lágrima rodar por su mejilla. No había comprendido hasta ese momento cuánto se había castigado a sí mismo, cuántas veces había cuestionado su propio valor. Miró a su reflejo y asintió.
—"Me perdono," susurró, casi como un alivio que le atravesó el alma. —"Acepto mis errores, mis miedos y mis sombras. Son parte de mí, pero no me definen."
El espejo se iluminó, brillando intensamente antes de quebrarse en mil pedazos que se disolvieron en el aire. El santuario pareció respirar, como si hubiese liberado una energía acumulada durante siglos. Nox voló hasta el hombro de Elías, observándolo con una expresión de aprobación.
—"Lo has logrado," dijo el cuervo. —"Has enfrentado tus sombras y has emergido más fuerte. Ahora, el camino hacia el corazón de Sombravelo está abierto."
Con renovada determinación, Elías abandonó el Santuario de las Sombras, sintiendo que cada paso lo llevaba más cerca de la verdad final. Sabía que aún quedaban pruebas por delante, pero ya no le temía a la oscuridad. Había aprendido a aceptar tanto la luz como la sombra en su corazón.