¿Qué tiene de malo ser pobre?
Yo solo quería trabajar y llevar una vida en paz lejos de mis hermanos.
Alejandro un CEO egocéntrico que me convierte en su protegida.
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Me llamo Alejandro
Salí de ese edificio muy molesta.
El resto del día busqué trabajo, anduve de un lado a otro. Entregué todos mis currículums pero prácticamente nadie quiso emplearme porque era muy joven, porque no tenía experiencia en nada, porque no había plaza y así un sinnúmero de pretextos. Me quedé sin dinero y me tocó que regresar a mi casa a pie. Y lo mejor de todo es que estaba al otro lado de la ciudad y ya era tarde. Pronto iba anochecer y estaba muerta de sed y de hambre.
¿Por qué todo es difícil? La única oferta que tengo es la de ese hombre egocéntrico y estúpido.
Seguía caminando, me detuve un rato en un parque para descansar los pies. Tomé agua del grifo que estaba allí. Ya la noche me alcanzó y aún estoy lejos.
Comenzó a llover, olvidé que en las noticias decían que iba a llover en la noche y no traigo paraguas. Este día ha sido un completo desastre. Llegué a mi casa a las 8 de la noche. No había nada en la refrigeradora. Lo único eran unas bolsas de ramen. Calenté agua y preparé mi ramen.
Me fui a bañar. Me cambié la ropa y me acosté. Esa noche le reclamé a Dios.
......Toc Toc......
— ¿Quién es?
— Abre la puerta Megan.
Esa voz la conozco, es mi medio hermano, Louis.
— ¿Qué haces aquí? Pensé que tenías dignidad.
Entró y sentó en el sofá.
—Necesito que te vayas de mi casa.
—¿Tu casa?
— Yo soy el mayor y a mi corresponde la casa y todo lo que mi padre dejó.
Fue a mi cuarto y sacó mi ropa del clóset, las tomó y la tiró a la calle. Hice un alboroto. Me fui a mi cuarto corriendo, Louis me siguió y como una pluma me sacó de la casa. Era lo único que me faltaba.
— Voy a llamar a la policía no me importa si eres mi hermano. Esta casa es mía.
Abrió la puerta y me tiro un papel en la cara.
— Esto no es tuyo. Es mío. Ni de John ni tuyo. Es mío y mi padre me lo dejó.
Recogí el papel del suelo mientras el cerraba la puerta. Era un copia de testamento o algo así, donde decía que Louis heredaba la casa. Pero eso es imposible porque mi padre murió en un accidente, no tuvo la oportunidad de hacer testamento.
Levanté mi ropa del suelo, las doblé.
— Maldito, te comportas como si no fueras mi hermano— le grité— tan quiera una maleta me hubieses dejado sacar.
Tomé mi ropa y no sabía dónde ir. Sin dinero, sin comida, sin celular y ahora sin casa.
Me fui a casa de una amiga.
— Buenas noches Oriana. Mi hermano me hechó de la casa, me dejas quedarme esta noche.
Escuché gritos, sus padres estaban discutiendo.
— Vienes en el momento menos indicado. Ahorita mi casa es un campo de guerra. Y sabes que la casa no es mía.
— Entiendo. Voy a ver si puedo quedarme con María. Regalame una bolsa o una caja para poner mi ropa.
— Espera. Te traigo una maleta para que puedas guardar tu ropa. Tan siquiera en eso sí puedo ayudarte.
Me fui de ahí. Pero ya no quería causar problemas ni lastima a nadie. Iba por la calle caminando con mi maletera, iba llorando. Un auto se detuvo y un hombre se puso frente mío. Era ese guardaespalda.
— Mi jefe quiere que subas.
— No estoy para juegos, ni para bromas absurdas por parte de ese egocéntrico.
Se baja el otro guardaespalda y toma mi maleta. Mientras, que el otro me subió a la fuerza al auto.
— Eres rebelde.
— ¿Quién te crees? Esto es secuestro.
— Parece que te corrieron de la casa. Duerme en mi casa esta noche.
Puse mis brazos en cruz tapando mis senos.
— No voy a pasar la noche con vos. Prefiero dormir en la calle.
— No pasarás la noche conmigo aunque quisiera. El día de hoy te ofrecí un trabajo. ¿Te acuerdas? Si aceptas, tendrás un sueldo, una casa y comida, mientras tú te estabiliza.
En ese momento no pude negarme. Estaba necesitada. Y sea Dios o el diablo que lo haya puesto en mi camino, necesitaba ayuda.
— Acepto. Pero no te atrevas a hacerme nada por que te juro que no respondo.
Llegamos a una mansión gigante. Los portones se abrían de para en par y la servidumbre salía a recibirlo.
— Baja.
— Preparen una habitación para mi invitada. Esta noche la señorita se queda a dormir aquí— le dijo a una de las sirvientas.
— Gracias— le dije.
— No te escuché.
— Gracias te dije.
— Si quieres agradecerme puedes dormir en mi cama— Subió la ceja.
—¿Dónde está mi habitación?
La sirvienta me indicó la habitación. Entré. Esa habitación era tan grande, era del tamaño de la casa que mi hermano acababa de sacarme.
— Señorita Megan aquí está su maleta. El CEO quiere que baje a cenar con él. Y desea que se ponga este vestido— dijo la sirvienta.
— Okey. Ya bajo.
¿CEO? Acaso ese es su nombre. Ni que fuera un rey o un príncipe. Miré el vestido y era hermosamente corto. No. No me pondré esto. Mi ropa está bien.
Así que bajé con mi ropa.
— ¿Y el vestido que te envié?
— No me gusta. Odio ese color y es muy corto. Quiero que me digas en qué va consistir mi trabajo. Y si me das un adelanto, podré buscar un departamento porque aquí no me siento bien ni segura.
— ¿Un adelanto? Eso no es problema para mí. Firma tu contrato y te daré el adelanto.
— ¿Ya lo tenías listo?
— Por eso soy un hombre poderoso, siempre voy delante de todo.
— Lo voy a leer.
— Hazlo.
Leí el contrato y habían cláusulas estúpidas.
— No entiendo estás cláusulas. No puedo tener novio ni vivir con ningún hombre, almorzaremos por lo menos 3 veces a la semana y que tengo que obedecerte. Esto es estúpido y abuso de poder.
— Creo que no tienes de otra.
— No entiendo porque me quieres retener. No me conoces, no tenemos ni un sentimiento mutuo, soy una mujer miserable, pobre, sin estudios.
— Todo es simple. Lo que me gusta es mío. Y hoy tú me gustaste. Tienes algo que llama mi atención y quiero descubrirlo.
— No soy un juguete. Soy un ser humano.
— Firma.
— Esto será fácil. De todas formas no tengo novio y no tengo tiempo para los hombres.
Tomé el lapicero y firmé.
— Bueno, ahora eres mi asistente personal. Mañana mi guardaespalda te llevará a un departamento ya que no quieres vivir conmigo— Sonrió.
— Espero no haberle vendido mi alma al diablo.
— Cenemos.
A penas dijo cenemos, y las empleadas venían con la cena.
— Una pregunta más, ¿cómo te llamas? Tú sabes mi nombre pero yo no sé el nombre de mi jefe.
— Alejandro. Me llamó Alejandro.