"Dos almas gemelas, unidas por el dolor y la lucha. Nuestras vidas, un eco de la misma historia de sufrimiento y desilusión. Pero cuando el destino nos ofrece una segunda oportunidad, debemos elegir: venganza o redención.
En un mundo donde las apariencias engañan y los rostros esconden secretos, la privacidad es un lujo inexistente. Las cámaras nos observan, juzgan y critican cada movimiento. Un solo error puede ser eternizado en la memoria colectiva, definir nuestra existencia.
Ante esta realidad, nos enfrentamos a una disyuntiva: buscar justicia personal y arriesgarnos a perpetuar el ciclo de dolor, o proteger y amar a quien necesita consuelo. La elección no es fácil, pero es nuestra oportunidad para reescribir nuestra historia, para encontrar un final feliz en este mundo de falsas apariencias."
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Verdad entre sombras
Los días habían comenzado a sentirse como un largo borrón de actividades, ensayos y compromisos que se mezclaban entre sí. A pesar de los momentos de calma y los pequeños respiros que encontraba con Yeon-Jun y mis compañeras de Cloud9, había algo que seguía rondando en el fondo de mi mente: los recuerdos de la anterior Jia, los fragmentos de una vida que no me pertenecía pero que sentía como si fueran míos.
Había estado tratando de juntar las piezas, de entender por qué Jia había llegado a un punto tan desesperado. Sabía que no era solo la presión de ser una estrella, ni los conflictos internos que enfrentaba; había algo más, algo que se había quedado atrapado entre sus palabras y sus silencios. Y esa sensación de incertidumbre se hacía más pesada cada día, como un secreto oscuro que esperaba ser descubierto.
Una tarde, mientras organizaba mi habitación, encontré una caja que había olvidado en el fondo del armario. Era pequeña y sencilla, una caja de madera sin adornos, pero su peso al levantarla me hizo sentir que contenía mucho más de lo que aparentaba. Abrí la tapa con cautela, y dentro encontré una serie de cartas, fotos y documentos. Todo estaba desordenado, como si alguien hubiera intentado esconderlo de sí misma.
Reconocí la letra de Jia en algunas de las cartas, las mismas palabras desesperadas y fragmentadas que había leído antes. Pero entre ellas, había otras cartas, escritas con una caligrafía diferente, una que no reconocía. Comencé a leerlas, y con cada línea, mi corazón se encogía más. Eran cartas de un hombre, dirigidas a Jia, llenas de manipulación, amenazas y palabras hirientes que parecían estar diseñadas para romperla.
"No eres nadie sin mí. Recuerda eso cada vez que pienses en irte. No sobrevivirás fuera de mi sombra."
Las palabras eran como puñaladas en el papel, llenas de resentimiento y un control enfermizo. Me di cuenta de que Jia había estado atrapada en una relación abusiva, mucho más oscura de lo que cualquiera podría haber imaginado. El hombre que escribía estas cartas era su antiguo mánager, alguien que, más allá de manejar su carrera, había tomado el control de su vida personal, haciéndola sentir pequeña, insignificante y atrapada.
Había fotografías también. Algunas eran de eventos y momentos públicos, sonrisas falsas y poses ensayadas. Pero otras eran mucho más personales, capturas de momentos en los que Jia parecía vulnerable, casi aterrorizada, y el mismo hombre siempre estaba allí, en el fondo, con una presencia que ahora me resultaba siniestra.
"Si decides hablar, recuerda quién controla todo. Tu carrera, tu imagen, tu vida. Todo esto es gracias a mí. No hay salida, Jia. No sin mí."
Las palabras se repetían en diferentes formas a lo largo de las cartas, un ciclo interminable de manipulación y abuso que la había llevado a un estado de desesperanza absoluta. Me sentí mareada, como si todo a mi alrededor se estuviera desmoronando. Entendí, de golpe, que Jia no solo había estado luchando contra la presión de la fama; estaba atrapada en una jaula invisible que la empujaba más cerca del borde cada día.
Tomé una de las fotos y la miré detenidamente. Jia estaba de pie en un pasillo oscuro, su expresión perdida y vacía, y a su lado, el hombre sonreía de una manera que ahora me daba escalofríos. Era evidente que la vida pública que mostraba no era más que una fachada cuidadosamente construida para ocultar su sufrimiento real.
Mi mente regresó a todos los momentos en los que había sentido la sombra de su dolor, esa sensación de que algo no estaba bien. Jia no había querido morir solo por la presión de los escenarios; había querido escapar de un control que la asfixiaba, de una relación que no solo la había consumido emocionalmente, sino que también la había roto de maneras que nadie había visto.
Llené mis pulmones de aire y dejé que las lágrimas cayeran, sintiendo la injusticia y la tristeza por ella. Quise gritar, pero lo único que pude hacer fue quedarme allí, sosteniendo las cartas que revelaban una verdad que había permanecido en la oscuridad demasiado tiempo. Jia había estado sola, aterrorizada y sin salida, y ese hombre había jugado con su vida como si fuera suya.
La sensación de impotencia me invadió. No podía cambiar lo que había pasado, no podía salvar a Jia de lo que había sufrido, pero ahora entendía su dolor, su desesperación. Y mientras cerraba la caja, supe que no podía dejar que esta verdad quedara enterrada.
Me levanté y miré mi reflejo en el espejo. No era solo Jia la que veía; era también a Sora, a la mujer que ahora llevaba este peso sobre sus hombros. Había encontrado la razón detrás del sufrimiento de Jia, y aunque era más dolorosa de lo que podría haber imaginado, también era una revelación que no podía ignorar.
Tomé mi teléfono y, con manos temblorosas, escribí un mensaje a Yeon-Jun.
Jia: Descubrí algo que necesito compartir contigo. Es sobre mi... y todo lo que pasó. No sé si estoy lista para enfrentarlo sola.
Su respuesta llegó casi de inmediato, llena de preocupación y apoyo.
Yeon-Jun: Estoy aquí para lo que necesites. No tienes que enfrentarlo sola, Jia. Vamos a descubrir cómo seguir adelante, juntos.
Sus palabras me dieron fuerzas. Sabía que no podía borrar el pasado, pero también sabía que ahora tenía una responsabilidad: contar la verdad y liberarme del peso de los secretos de Jia.
Las horas posteriores a mi descubrimiento pasaron como un borrón, una mezcla de angustia y confusión que no podía sacudirme. Había intentado distraerme con tareas mundanas, ordenando el apartamento o revisando las redes sociales, pero nada podía apartar de mi mente las palabras y las imágenes que había encontrado en esa caja. No era solo el dolor de la anterior Jia lo que me abrumaba; era la comprensión de que este sufrimiento había estado oculto durante tanto tiempo, enterrado bajo sonrisas falsas y una vida que todos habían admirado sin conocer la verdad.
Sabía que no podía enfrentar esto sola, y aunque una parte de mí quería guardar ese secreto en lo más profundo, otra parte me empujaba a compartirlo con alguien que pudiera entender. Así que tomé mi teléfono y le escribí a Yeon-Jun, esperando que su presencia pudiera ofrecerme algo de consuelo.
Nos encontramos en un pequeño café cercano a mi apartamento, un lugar discreto y alejado del bullicio de la ciudad. La lluvia caía suave pero constante, como si el cielo mismo estuviera reflejando mi estado de ánimo. Cuando llegué, lo vi esperándome en una mesa junto a la ventana, su expresión seria y preocupada. Levantó la vista en cuanto entré, y al ver mi rostro, supe que entendía que algo estaba terriblemente mal.
—Jia, ¿qué pasó? —preguntó, poniéndose de pie y guiándome hasta la mesa. Su voz era suave, pero llena de una preocupación que me hizo sentir que, por primera vez en mucho tiempo, no estaba completamente sola.
Me senté frente a él, todavía sintiendo el peso de las cartas y las fotografías que había descubierto. No sabía cómo empezar a explicar lo que había encontrado, cómo poner en palabras el dolor que había experimentado solo leyendo esos documentos. Yeon-Jun me miraba con paciencia, esperando sin presionarme, dejando que tomara el tiempo que necesitara.
—Encontré algo... —dije finalmente, mi voz apenas un susurro—. Algo sobre la anterior Jia. Sobre por qué hizo lo que hizo.
Yeon-Jun se inclinó hacia adelante, sus ojos nunca apartándose de los míos. —Dime, Jia. No importa lo que sea, estoy aquí para escucharte.
Saqué una de las cartas que había traído conmigo, la más reveladora, y se la tendí. Era una de las muchas que detallaban la manipulación y el abuso que Jia había sufrido a manos de su mánager, un hombre que la había controlado no solo en su carrera, sino también en su vida personal. Vi a Yeon-Jun leer las palabras lentamente, su expresión endureciéndose con cada línea, sus manos temblando ligeramente al sostener el papel.
Cuando terminó de leer, se quedó en silencio, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de ira y tristeza. —No tenía idea... —murmuró, su voz quebrada—. Jia, esto es horrible. No puedo creer que haya pasado por todo esto sola.
Sentí las lágrimas llenarse en mis ojos de nuevo, y antes de darme cuenta, estaba llorando frente a él. —Ella estaba atrapada, Yeon-Jun. Este hombre la tenía completamente bajo su control, amenazándola, haciéndola sentir como si no tuviera salida. Y nadie lo sabía. Todos pensamos que solo era la presión, pero... esto va mucho más allá.
Yeon-Jun se acercó y tomó mi mano, apretándola con fuerza como si quisiera transferirme su apoyo. —Jia, esto no es tu culpa. Ninguna de estas cosas es tu culpa. Pero entiendo por qué te sientes así... sentir todo este dolor y esta desesperación... debe ser insoportable.
—Es más que eso —dije, limpiándome las lágrimas con el dorso de la mano—. Es como si ella hubiera estado pidiendo ayuda de todas las maneras posibles, pero nadie vio lo que realmente estaba pasando. Nadie la escuchó. Y ahora... ahora yo estoy aquí, tratando de entender cómo vivir con esto.
Nos quedamos en silencio, solo el sonido de la lluvia golpeando suavemente la ventana acompañaba nuestros pensamientos. Sentía que había un vacío en el pecho que no podía llenar, una culpa por no haber podido ayudar a la anterior Jia, aunque sabía que eso era irracional. Pero en ese momento, era imposible no sentirme conectada a su dolor.
Yeon-Jun se movió para sentarse a mi lado, y me rodeó con un brazo, acercándome hacia él en un gesto protector que me hizo sentir segura, aunque fuera por un instante. —Jia, no tienes que llevar este peso sola. La verdad es que no podemos cambiar lo que le pasó a ella, pero podemos asegurarnos de que no quede en la oscuridad. Tal vez eso es lo que tienes que hacer ahora... contar su historia.
Sentí un nudo en la garganta al escuchar sus palabras. No había pensado en ello de esa manera, pero quizás Yeon-Jun tenía razón. Tal vez la manera de honrar a Jia y todo lo que había sufrido no era esconder sus secretos, sino sacarlos a la luz y dejar que su verdad fuera conocida. Miré a Yeon-Jun y asentí lentamente, sabiendo que con él a mi lado, podía encontrar la fuerza para enfrentar lo que viniera.
—No sé cómo hacerlo —admití, mi voz temblando—. Pero sé que no puedo quedarme callada.
Yeon-Jun me acarició el cabello suavemente, dejando un beso en mi frente que me hizo sentir un poco más entera. —No tienes que hacerlo sola. Lo haremos juntos, paso a paso. Y si alguna vez te sientes perdida, recuerda que siempre estaré aquí, contigo.
Nos quedamos allí, abrazados mientras la lluvia continuaba cayendo, cada gota golpeando la ventana como un recordatorio de que, a pesar de toda la oscuridad, siempre había una manera de seguir adelante. La verdad era dolorosa, pero también era liberadora, y con Yeon-Jun a mi lado, supe que podía encontrar el coraje para enfrentarla.
Porque a veces, lo que más necesitamos es alguien que nos ayude a llevar la carga, alguien que nos recuerde que no estamos solos en nuestras batallas.
Y en ese momento, supe que Yeon-Jun era ese alguien para mí.
....
Era un día como cualquier otro para Lee Min-Suk, un paparazzi experimentado y siempre en busca de la próxima gran exclusiva. Para alguien que había pasado años acechando las vidas de celebridades, los cafés discretos y las esquinas sombrías eran sus mejores aliados. Esa tarde, mientras la lluvia caía suavemente sobre la ciudad, Min-Suk había estacionado su coche cerca de un pequeño café que frecuentaban muchas figuras públicas, siempre con la esperanza de captar algo jugoso.
Había pasado horas sin suerte, tomando café frío de una botella de plástico y repasando sus notas sobre los últimos escándalos de la industria. Justo cuando estaba a punto de rendirse y dirigirse a otro lugar, algo llamó su atención. Jia, una de las estrellas más grandes del momento, había entrado al café con una expresión sombría que no encajaba con la imagen pulida que solía mostrar en público. No estaba sola. A su lado, Yeon-Jun de ELIXIR la seguía, con una mirada igualmente preocupada.
Min-Suk enderezó su postura, su atención completamente enfocada en la pareja. Este era el tipo de situación que no podía ignorar: dos de las celebridades más populares del país, juntas en un café discreto, con expresiones que decían más de lo que cualquier palabra podría. Min-Suk sacó rápidamente su cámara profesional y ajustó el lente, capturando cada movimiento con precisión.
Desde su posición oculta, pudo ver cómo se sentaron en una mesa junto a la ventana, ambos inmersos en una conversación intensa. Min-Suk acercó el lente y comenzó a fotografiarlos, asegurándose de captar cada gesto, cada mirada. La escena que se desarrollaba frente a él era más que interesante; era el tipo de material que podía causar un verdadero revuelo en los medios.
Yeon-Jun sostenía la mano de Jia, y sus expresiones eran de preocupación y apoyo, tan íntimas y cargadas de emociones que parecían decirlo todo. A través del lente, Min-Suk vio cómo Jia se quebraba, dejando caer lágrimas que no había mostrado ante el público. No era una cita ordinaria. Esto era algo mucho más profundo, mucho más personal.
Min-Suk sabía que tenía algo grande. Esto no era solo una pareja de ídolos compartiendo una tarde tranquila; era una historia esperando ser explotada. Bajó la cámara por un momento, sopesando sus opciones antes de sacar su teléfono y llamar a su jefe en la redacción.
—Jefe, soy Min-Suk —dijo, tratando de contener su emoción para no sonar demasiado ansioso—. Tengo algo que necesitas ver. Es Jia de Cloud9 y Yeon-Jun de ELIXIR, juntos en un café. Están teniendo una conversación bastante intensa.
Hubo un silencio al otro lado de la línea mientras su jefe procesaba la información. —¿Qué tan intenso estamos hablando? —preguntó el jefe, su voz llena de curiosidad.
Min-Suk observó nuevamente a través del lente y captó el momento en el que Yeon-Jun se acercaba a Jia, abrazándola con una ternura que no dejaba lugar a dudas sobre la naturaleza de su relación. —Lo suficientemente intenso como para causar un escándalo. Están demasiado cerca, y parece que ella está llorando. Esto no es una simple reunión de amigos. Y si lo vendemos bien, podríamos tener la exclusiva del año.
El jefe no necesitó mucho más para entender el potencial de lo que estaba escuchando. —Bien, sigue capturando todo. No pierdas detalle. Esto podría darnos más vistas de las que hemos tenido en meses. Quiero esas fotos en mi escritorio en menos de una hora. ¿Entendido?
—Entendido, jefe. —Min-Suk cortó la llamada y volvió a centrarse en su objetivo, capturando la manera en que Yeon-Jun sostenía a Jia como si fuera lo único que importara en el mundo. Era una imagen poderosa, una historia en cada gesto, en cada mirada, y Min-Suk sabía que los medios se volverían locos por ello.
Mientras la lluvia seguía cayendo, creando una cortina tras la ventana del café, Min-Suk no podía evitar sentirse un poco culpable. Sabía que estaba invadiendo un momento privado, robando una parte de la vida de dos personas que claramente estaban lidiando con algo mucho más grande que los titulares de los periódicos. Pero en su línea de trabajo, la moral rara vez se imponía al hambre de una buena exclusiva.
Continuó tomando fotos, capturando cada fragmento de la vulnerabilidad y el consuelo compartido entre Jia y Yeon-Jun. Era el tipo de contenido que impulsaría las vistas, generaría rumores y llenaría los tabloides durante semanas. Y mientras Min-Suk se concentraba en su labor, no podía evitar pensar en lo que estas imágenes podrían desencadenar.
Porque en el mundo de las celebridades, incluso los momentos más privados podían convertirse en el espectáculo público más inesperado.
Y él acababa de capturar uno de esos momentos.