«Si Tú No Existieras»

Andhy se encontraba en la habitación del hotel, acostado, y contestando unos mensajes de sus padres y amigos, cuando alguien tocó la puerta. Pensó que era el servicio de habitaciones, ya que había pedido algo ligero para desayunar. Al abrir la puerta, Emma entró sin previo aviso.

— ¿Qué demonios haces aquí? —preguntó molesto.

Ella llevaba puesto un vestido amarillo ajustado a su hermosa figura, sin ropa interior. Caminó unos pasos y se posó en el borde de la cama, con las piernas abiertas y reclinada hacia atrás.

— Te necesito, Andhy. —dijo seductora.

— ¿Y con esa actitud de prostituta barata, te atreves a compararte con Perla? — negó con la cabeza.

—Soy mejor que ella. Además, ella no te da sexo. —se levantó y caminó hacia él. Le tocó la entrepierna mientras le besó el lóbulo de la oreja izquierda. Andhy se estaba excitando.

— Para, por favor.

— No te resistas, sé que quieres. —afirmó la adolescente.

— Después de que te embarazaste, perdí el deseo de estar contigo. —expresó con sinceridad.

— ¿Y si decido abortar, volverás a estar conmigo como antes?

Él le siguió el juego, la llevó a la cama, mientras le recorría y mordía las piernas. Le dijo con una voz suave y sexy: — Si terminas con ese asunto, juro que me quedo contigo. Me olvido de Perla, y tú y yo empezamos una relación formal.

Empezaron a tener sexo. Ella disfrutaba cada momento que pasaba al lado de él. Emma no quería perder a Andhy y estaba dispuesta a todo para que él continuara con ella. Escuchar decir que iba a dejar a Perla, la hizo inmensamente feliz.

— Está bien, voy a abortar. Pero juraste estar conmigo.

— Por supuesto, cariño.

Le estaba mintiendo vilmente. Jamás iba a dejar a Perla, pero tenía que buscar la forma de resolver ese gran problema para él.

— Entonces, mañana mismo me voy a la ciudad. Voy a aprovechar que es fin de semana. —la ilusa le creyó sus falsas palabras.

Una adolescente enamorada, o eso pensaba ella, y un adolescente sin escrúpulos y mentiroso. ¿Qué se podía esperar de esa pareja?

Un reloj nos muestra que el tiempo es imparable, que cada instante hay que aprovecharlo sin detenerse a pensar en los errores que cometimos, sino, tratar de disfrutar las grandes bendiciones que el Señor nos ofrece.

Las horas pasaron, Dayhan y Perla compartieron alimentos, pero no se dirigieron la palabra en todo el día. Él estaba muy enojado y lleno de rabia. Ella no quería molestarlo.

Dayhan se encontraba sentado, mirando el atardecer, el cielo no tenía ese color anaranjado y amarillento que solía tener. Tenía un color entre negro y gris. El mar se reflejaba del color del cielo, las olas se agitaban con fuerza, se escuchaba el viento soplar trayendo una brisa fría. Todo indicaba que se aproximaba una tormenta.

Perla estaba en el lago, flotando en el agua con los ojos cerrados, imaginaba que estaba en su casa metida en la tina, llena de rosas y leche. Un frío se apoderó de todo su cuerpo. Abrió los ojos y miró al cielo, estaba negro. Se apresuró a salir, sintió miedo estando ahí sin compañía. Dayhan siempre la acompañaba, aunque permanecía mirando para otro lado. Como él estaba molesto por razones desconocidas para ella, prefirió ir sola.

Dayhan decidió volver a la choza, entró y miró a su alrededor, no vio a Perla. Una sensación de miedo invadió todo su ser. Se aproximaba la tormenta y ella estaba afuera, la sola idea de pensar que podía estar en peligro le aterraba. Salió a buscarla y en la puerta ambos chocaron.

— ¡Ay! Me lastimaste.— dijo Perla, buscando la manera de hacerlo sentir culpable.

Él la miró desesperadamente y le preguntó con preocupación. — ¿Dónde estabas?

— ¡Wow! ¿Cuántas personalidades tienes? — preguntó la chica.

Él se echó hacia atrás, era demasiado obvio que estaba preocupado, se sentó y no dijo nada.

Perla estaba confundida, ellos estaban estableciendo una amistad y todo se esfumó de la noche a la mañana.

— Dayhan, ¿sufre de algún trastorno? — le preguntó, sentada en la cama.

— No. ¿Por qué? — dijo con ojos entrecerrados y los brazos cruzados.

— Parecías preocupado por mí, ¡Pero claro! ¿Qué más se puede esperar? Eres bipolar, cambia constantemente.

— No soy bipolar.— negó el chico.

— ¿Ah no? ¿Cómo se le llama a una persona con afección mental, que tiene cambios en su estado de ánimo?

— No te hagas la que no sabes lo que pasó.

— ¡Vaya! Ahora soy adivina. Lo siento, todavía no tengo ese don.— dijo Perla, con sarcasmo.

— ¿Recuerdas el sueño erótico que tuviste anoche?

Perla quedó pasmada y se preguntó. ¿Cómo sabes de mi sueño? ¿Será que expresé lo que estaba sintiendo? ¿Será que me escuchó? ¿Pero qué escuchó exactamente? ¡Caray! ¡Qué vergüenza!

Para que él no notara su cara de asombro, se levantó a tomar un poco de agua.

— ¿Estás así por un sueño? ¿Tanto drama por un simple sueño? Qué infantil e inmaduro eres. — dijo detrás de él.

— ¿Por el sueño? No… Por el nombre que mencionaste.

Dayhan hablaba con total serenidad, pero por dentro sentía su cuerpo arder de la rabia. Perla se rascó la cabeza, no sabía que había pronunciado un nombre.

— ¿Dije tu nombre? — como él no la estaba mirando, hizo todo tipo de gestos de nerviosismo.

— ¿Por qué demonios ibas a decir mi nombre?… Dijiste Andhy. — explicó molesto.

Ella respiró profundo y se relajó, sintió un alivio, Andhy era su novio, no había nada de malo. Miró hacia afuera con una leve provocación, no entendía por qué estaba tan molesto por un nombre.

— Esto es el final. ¿Qué hay de malo en eso? Él es mi novio y tú lo sabes.

— ¿Tanta falta te hace tener relaciones sexuales con él que no lo puedes disimular ni en tus sueños? — escupió con rapidez.

— Lamento que hayas tenido que escuchar no sé qué cosas, pero no es razón para que estés enojado, frío y distante conmigo.

Dayhan no podía seguir hablando, sabía que si lo hacía le iba a terminar gritando que estaba celoso. Que moría de envidia porque ese sueño no era con él. Que no la podía imaginar con otro nombre. Que cada vez que la tenía en frente moría de ganas de hacerle el amor. Se acostó sin pronunciar palabras.

—¿Ahora te vas a quedar callado? Hablemos… ¡Ok! Como quieras.—dijo resignada.